El español Rafael Nadal recuperó tres años después el trono en Roland Garros, sumando un histórico décimo título en el torneo parisino, tras una final este domingo en la que fue muy superior al suizo Stan Wawrinka, al que se impuso por 6-2, 6-3 y 6-1.
Nadal, que empezó el torneo como número 4 mundial y pasará el lunes al 2º lugar del ranking ATP, cerró con una nueva exhibición un torneo donde ha ido arrollando a sus rivales sin encontrar nunca una auténtica oposición.
Los números del palmarés de Nadal impresionan: suma ya 15 títulos del Grand Slam, en su 22ª final en uno de los cuatro grandes, y conquistó su torneo número 73 en el circuito individual. Amplía además su récord de títulos en Roland Garros.
No ganaba un título del Grand Slam desde que conquistara hace tres años su novena corona en París, siendo entonces el número 1 del mundo. Ahí empezó un declive, marcado por distintos problemas físicos.
Tras ser sub campeón en el Abierto de Australia, la temporada sobre tierra batida ha sido la de la resurrección definitiva del mejor Nadal, que sólo perdió un partido este año sobre en esta superficie (cuartos de final de Roma ante Dominic Thiem) y que ganó los títulos en Montecarlo, Barcelona y Madrid.
Con el triunfo de este domingo, Nadal se vengó además de Wawrinka, que le había derrotado en la única final del Grand Slam que habían disputado anteriormente, la de Australia en 2014.
Wawrinka había ganado hasta ahora todas las finales que había alcanzado en los 'grandes' del calendario, con victorias también en las finales de Roland Garros en 2015 y del Abierto de Estados Unidos en 2016, pero esta vez no tuvo ninguna opción ante el ciclón Nadal.
AFP
Así quedó el marcador:
Sigue las incidencias:
LA PREVIA
Aunque el español ha dejado la impronta de un tenista intratable, con un nivel de juego similar al de sus mejores años, a lo que ha sumado una mayor experiencia, enfrente tendrá a un Wawrinka que, en un día de gracia, puede acabar con cualquier rival.
Ya lo comprobó hace dos años el serbio Novak Djokovic, que llegó en el mejor momento de su carrera para ganar por vez primera en París y que ya se relamía con el título tras haber derrotado a Nadal cuando se topó con la mejor versión del suizo, un tenis agresivo implacable que le hizo retrasar un año su consagración en París.
El propio Nadal fue víctima de la misma magia en las finales en 2014, cuando Wawrinka levantó su primer Grand Slam en el Abierto de Australia, aunque el español afrontó aquel partido disminuido por una lesión de espalda.
Volvió a hacerlo el año pasado en la final del Abierto de Estados Unidos contra Djokovic, lo que le valió su tercera final de un grande ganada. Cien por cien de efectividad.
Wawrinka se ha labrado fama de aguafiestas, una reputación tardía, porque hasta los 28 años nunca había pisado las semifinales de un grande, pero, desde entonces, ha sumado tres grandes.
No en vano, el de Lausana, el finalista más veterano de París desde 1973, ha ganado una vez de cada dos a los números 1 del mundo en Grand Slam, el último, el británico Andy Murray en semifinales de París.
El suizo ha afinado su juego con los años y, aunque tarde, ha conseguido convertirse en un tenista muy sólido en todas las superficies, con algunos de los golpes más duros del circuito, de uno de los revés a una mano más dañinos para el rival.
Atacar es su dogma y, en un día agraciado, si sus constantes golpes ganadores tocan su blanco, puede derrotar a cualquiera.
Su juego ha ido creciendo esta temporada. Encadena 10 triunfos consecutivos sobre tierra batida, puesto que ganó el torneo de Ginebra, y hasta la semifinal contra Murray, que se resolvió a 5 sets, no había dejado escapar ningún parcial.
Frente al número 1 del mundo demostró que, a la calidad de su tenis ha sabido con los años sumar la paciencia y la fortaleza mental par no escaparse nunca del partido.
Atrás quedó el Wawrinka que arrojaba la toalla en cuanto el partido se ponía cuesta arriba.
El suizo sabe que no es favorito, sostiene que Nadal "sigue siendo un monstruo contra quien es casi imposible jugar en Roland Garros".
"Pero en una final todo es posible", matiza el suizo, que asegura que, cuando siente el aroma de un título "el cerebro se pone en piloto automático y todos los elementos están en su lugar.
En el equipo de Nada, que sostiene que también llega con la maquinaria a punto, el objetivo es amordazar el juego de Wawrinka.
"Es muy agresivo, tiene mucha potencia en cada golpe y hay que intentar que golpee en posiciones incómodas", analiza Toni Nadal.
Si Wawrinka presume de su eficiencia en finales, el tío y entrenador del español recuerda que su sobrino no ha perdido ninguna en París.
Carlos Moyá, el refuerzo en el equipo de entrenadores de este año, asegura que Wawrinka tiene un tenis muy similar al del austríaco Dominic Thiem, al que Nadal derrotó en tres sets en semifinales.
"Son dos jugadores bastante similares, con revés a una mano y un esquema muy parecido, ambos son muy agresivos. Nos esperamos un Wawrinka todavía más agresivo de lo que es normalmente, de o que fue ayer Thiem. Si tiene un buen día va a ser complicado, pero también Rafa tiene sus armas para contrarrestarlo", indicó el ganador de 1998.
El español ha dejado tal impronta de dominio que cuesta saber si se debe a la baja calidad de sus rivales o a su elevado nivel de tenis.
Nadal está en posición de mejorar sus mejores registros en Roland Garros. A la final ha llegado con 27 juegos perdidos, menos que en ninguna de sus anteriores ediciones, con opciones de mejorar los 41 juegos que se dejó en 2008 cuando logró su triunfo más brillante hasta la fecha.
Será difícil igualar los 32 que se dejó en 1978 el sueco Bjorn Borg, pero tras dos años de ausencia en la final, nadie duda de que la tierra batida de París ha recuperado a su rey.
EFE