(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Carlos Batalla

Valentina Tereshkova (1937) visitó nuestro país el 21 de marzo de 1974, cuando ya era un mito de los vuelos espaciales. La rusa había hecho historia el 16 de junio de 1963. Ese día, la Unión Soviética (hoy Rusia) la puso en órbita convirtiéndola en la primera mujer astronauta del mundo.

Sus ojos negros inspeccionaron el espacio con la curiosidad de una joven de 26 años. La ex obrera textil había nacido para paracaidista y luego descubrió que lo suyo eran las estrellas y el silencio del cosmos. Tereshkova era la astronauta mimada de líder soviético Nikita Krushev. Los medios la consideraban una mujer típicamente rusa, quizás por ello apostaron por ella en un contexto de “Guerra Fría” con EE.UU. Los que la conocieron entonces indicaban que tenía una “sonrisa triunfadora” y que, lo más importante, era una joven con “nervios de acero”.

(Foto: Archivo El Comercio)
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Desde su nave el Vostok 6 clamó: “¡Habla Chaika, habla Chaika!”. Chaika (“gaviota”) era su sobrenombre, y ese día del vuelo el Perú y el mundo fuimos testigos de las 48 vueltas a la Tierra que dio durante 71 horas de vuelo, recorriendo unos dos millones de kilómetros. Una proeza que dio a Tereshkova fama mundial y la convirtió en heroína nacional en la vieja URSS.

Efectivamente, tres años antes, en 1960, esta mujer era una trabajadora de una fábrica textil en Yaroslav, su tierra natal, a unos 250 km. al noreste de Moscú. Durante los tres años siguientes (1960-1963), en medio de una carrera espacial con EE.UU., la URSS preparó a esa hija del pueblo con intensidad y responsabilidad.

El fin de ese histórico vuelo del 63, según la agencia rusa Tass, fue “hacer análisis comparativos de los factores del vuelo espacial del hombre y la mujer” (El Comercio, 17/6/1963).

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Del espacio sideral al Perú

Once años después, ya a los 37 años, Tereshkova hizo un vuelo más sencillo: aterrizó en Lima, Perú, exactamente en la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional Jorge Chávez, el 21 de marzo de 1974. En el gobierno estaba el general Juan Velasco Alvarado y vivíamos en medio del rumor de que la URSS podía instalar aquí “bases para el lanzamiento de cohetes”.

La URSS estaba siendo muy cuestionada por la persecución política que ejercía sobre sus intelectuales; estos disidentes eran duramente estigmatizados, como le ocurrió al propio nieto del Canciller de Stalin, Maxim Litvinov. El ingeniero químico Pavel Litvinov, de 33 años, había llegado el 18 de marzo a Viena, Austria, su primera escala en Occidente, en su camino hacia la libertad.

En ese contexto aterrizó en Lima desde Moscú (y no huyendo), la primera mujer astronauta del mundo. El jueves 21 de marzo de 1974, por la tarde, Tereshkova cruzó frente al espigón del aeropuerto y le gritaron: “¡Valentina, amistad!”, unas mil mujeres reunidas allí. Fue invitada especial de la esposa del presidente, Consuelo Gonzales de Velasco. “El Comercio” tituló amistosamente su editorial del 22 de marzo como “La honrosa visita de Valentina Tereshkova”.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Fue una visita especial, no de uno o dos días como otros personajes extranjeros en el país, sino una estadía de ocho días, que empezó entre rosas rojas y gladiolos celestes de sus admiradores en el aeropuerto. La recibió con una orquídea en la mano, la hija de Velasco, María Elena Velasco de Pinto.

La rusa no solo vio Lima y sus playas, viajó al Cusco, primero, y luego a Trujillo, en un programa nutrido que la abrumó por la calidez y empatía de la gente peruana. En el norte hasta “bailó” marinera. Valentina conversaba mucho con la prensa y desde un inicio, aparte de reivindicar la figura de la mujer trabajadora, explicó a los medios que para ser cosmonauta cualquier hombre o mujer debería ser alguien “sin miedo”.

La estrella de la astronáutica soviética y coronel de la Fuerza Aérea mostró mucha sencillez en el Perú. Fue especialmente cordial con los reporteros. Con esa simpatía natural, viajó al Cusco el viernes 22. Quien era en ese momento la única mujer astronauta en el mundo, estaba muy interesada en conocer los restos arqueológicos de las culturas preincas e incaicas del Perú.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Feliz en tierra peruana

Tereshkova retornó impresionada de su viaje cusqueño. Ya en Lima conversó en Palacio de Gobierno con el presidente Velasco Alvarado. No era extraño ver a una representante soviética dando el saludo del Kremlin a un gobernante como Velasco Alvarado, claramente apegado a la influencia socialista.

El lunes 25 de marzo, al mediodía, Velasco lucía ansioso por ver a la heroína rusa. Valentina, acompañada de otros funcionarios de su país, tenía el encargo político de condecorar con una insignia al presidente peruano de facto. Sumó a la insignia, un modelo en miniatura de una nave espacial Soyuz, con el saludo de los cosmonautas rusos. Tras el momento cumbre, inmortalizado en una foto protocolar, la pareja presidencial invitó a la visitante un suculento almuerzo peruano, en privado.

Al día siguiente, el gobierno peruano la condecoró con la Orden del Sol, en Grado de Gran Oficial; al mismo tiempo, la Fuerza Aérea del Perú (FAP) le entregó el “Ala de Piloto Honoris Causa”. Allí conoció al ministro de Aeronáutica y Comandante General de la FAP, Rolando Gilardi Rodríguez, a quien Tereshkova entregó, a su vez, la insignia de Piloto Cosmonauta y le regaló un álbum con dibujos de su compatriota astronauta Alexi Leonov. Como si fuera poco, el abrumado Gilardi recibió de Tereshkova un plato y medalla recordatoria del 40 aniversario del nacimiento del primer astronauta ruso Yuri Gagarin.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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Tereshkova estaba de buen humor. Le dijo a Gilardi que la insignia lo facultaba a realizar un viaje al Cosmos, previo consentimiento de su esposa. A ello el militar peruano respondió: “En ese caso tendría que tener 10 años menos”; pero la rusa replicó: “La edad no interesa”.

La visitante recibió las “Llaves de la Ciudad” y almorzó en la Hacienda Villa, en Chorrillos, donde bailó un vals entonado por Arturo ‘Zambo’ Cavero con la guitarra fabulosa de Óscar Avilés. Fue continuamente agasajada con la comida nacional, pues no hubo reunión que no acabara con un suculento almuerzo a la peruana: con anticuchos, pescados y mariscos.

(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
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La heroína rusa visitó el jueves 28 de marzo al ministro Gilardi, poco antes de alzar vuelo del Perú. En la Escuela de Oficiales de la FAP, en la Base Aérea Las Palmas, le mostraron algunos proyectos aeronáuticos que ella inspeccionó. Al día siguiente, el viernes 29, partió a las 10 de la mañana hacia La Habana, Cuba, para de allí enrumbarse a su sagrada Rusia. Fue despedida con cariño, aplausos y flores. El Edecán del presidente Velasco Alvarado, el comandante de la FAP Jorge Lastre, le dio el último saludo del Perú.

Valentina había volado al espacio exterior en 1963, y tuvieron que transcurrir 20 años más (hasta 1983) para que otra mujer (la segunda) participara de un viaje espacial. Aquella fue la norteamericana Sally Kristen Ride.

Luego de muchos años de servicios, Valentina Tereshkova se retiró de la Fuerza Aérea de su país en 1997, a los 60 años. La juvenil obrera textil se convirtió con los años en ingeniera espacial y científica y una activa política. Hoy es una mujer de 82 años, cumplidos el último 6 de marzo.

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