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Fiestas Patrias: la historia de los primeros 28 de julio que no se celebraron en el Perú
No hay feriado más festejado patrióticamente en el Perú que los 28 de julio, día en que se recuerda la proclamación de la independencia, a cargo del Libertador José de San Martín, en la Plaza de Armas de Lima y en otros puntos de la ciudad. Pese a esa importancia histórica, en los primeros años de la vida republicana no fue una fecha que se celebrara como estamos acostumbrados a hacerlo.
La independencia del Perú se proclamó esa mañana del 28 de julio de 1821. Empezó como un festejo del cabildo limeño, con poco o nula resonancia a nivel nacional; pero no se volvió a celebrar como fiesta pública en los siguientes seis “28 de julio”; es decir de 1822 a 1827. Recién se retomó la efeméride nacional en 1828. ¿Por qué fue así?
La respuesta la han dado varios historiadores. Percy Cayo Córdoba lo recordaba en una nota de julio del 2000 en El Comercio, en donde explicaba que esos años sin “28 de julio”, en los comienzos del periodo republicano, ocurrieron porque hubo una confusión con otros eventos que iban desde el “santo” de Simón Bolívar hasta los aniversarios de las batallas de Ayacucho y Junín.
Tal era el impacto del Libertador norteño y de esos sucesos bélicos trascendentales en la vida del país. De esta forma, esta fecha patriótica recién se instituyó como la efeméride del inicio de nuestra vida republicana independiente, el 28 de julio de 1828. Antes de ese año, los 28 del mes patrio pasaron inadvertidos.
EL PRIMER ANIVERSARIO DEL 28 DE JULIO: DÍA DE REVUELO Y OLVIDO POPULAR
Esta historia puede iniciarse incluso desde los primeros días en que empezamos a ser “libres” e “independientes”. Al día siguiente de la proclama de José de San Martín, el 29 de julio de 1821 los peruanos no vieron ningún anuncio y menos una noticia del hecho en algún diario limeño.
El conocimiento fue de boca en boca, como muchas veces pasan las cosas en nuestro territorio. La primera noticia fue de un efímero diario: El Consolador, un periódico de corte político y religioso. Lo hizo el 30 de julio con estas palabras: “Ayer (sic) juro esta capital su independencia política de la monarquia española y de qualesquiera (sic) otra nacion extrangera”.
Aun el 31 de julio, otro medio de prensa, el semanario Los Andes Libres, despachó el asunto en poco más de 20 palabras. Casi un aviso cualquiera de dicha publicación. Se debió esperar hasta el 1 de agosto de 1821, en que La Gaceta del Gobierno de Lima Independiente redujo la emocionante proclamación a un lenguaje indefectiblemente burocrático.
Pero, la desidia con la fecha siguió varios años más. El 28 de julio de 1822, por ejemplo, que vino a ser el primer aniversario de la proclamación de la independencia, pasó como cualquier día de julio. El mismo José de San Martín, indicaba el historiador Cayo, consciente de la continuidad de la lucha en otras partes del territorio peruano, se encontraba por esos días en Quito, a la espera de entrevistarse con Simón Bolívar.
El ‘Protector del Perú’ pasó ese 28 de julio navegando de regreso al Callao. “Lima no conmemoró ese primer aniversario; la ciudad estaba convulsionada por la revuelta contra Monteagudo, que dio origen a que Torre Tagle -que se había quedado en Lima encargado del mando en audiencia de San Martín- lo destituyera”, decía el doctor Cayo.
Aquellos últimos hechos transcurrieron el 26 de julio de 1822. La revuelta popular continuó el 27 y el mismo 28 de julio. Monteagudo tuvo que ser desterrado para calmar los ánimos, y así lo hizo el 30 de julio. Nadie se acordó del primer 28 de julio de la historia peruana.
EL SEGUNDO ANIVERSARIO CON MÁS INCERTIDUMBRE AUN
El doctor Cayo recordaba que en el segundo aniversario, el de 1823, el Perú se hallaba sin su Protector. José de San Martín había dejado el país en setiembre del año anterior. La tensión social se percibía en el ambiente. El 18 de juliode 1823, los españoles habían dejado Lima, luego de haber estado un mes en ella, causando destrozos y abusos.
“El martirio de José Olaya puede ser simbólico de lo que la ciudad padeció entonces. Rivalidades internas habían llevado a que el Congreso desplazara a Riva-Agüero casi totalmente del poder, obligándolo a trasladarse a Trujillo; mientras en Lima Torre Tagle ya asomaba como un poder paralelo”, decía el historiador Cayo.
En pocas palabras, un entorno anárquico, como lo fue la mayor parte de la vida republicana. Por supuesto que tampoco nadie festejó o conmemoró nada en ese segundo aniversario patrio.
BOLÍVAR Y SU SANTO DE OCTUBRE
En setiembre de 1823, había llegado a Lima el Libertador Simón Bolívar, el gran hombre del norte. Desde que asumió el poder en el Perú, el venezolano se dedicó a preparar a las tropas libertarias que defenderían la independencia americana en tierras peruanas. Tenía a esos cuerpos de artillería y caballería entre las regiones de Huánuco y Pasco.
Al llegar ese 28 de julio de 1824, se entendía que Bolívar estaba empecinado en darle forma a la campaña final por nuestra Independencia. El Libertador ni se acordó con certeza de esa fecha, ya que se encontraba en las alturas de Pasco, vigilando sus tropas. En Lima, no ocurrió nada extraordinario tampoco.
Lo que sí se recordó, no fue el cumpleaños de Bolívar, que era el 24 de julio, sino su “santo”, es decir, el día de San Simón, el 28 de octubre. Era usual entonces ese tipo de festejos. Así, contaba Cayo, La Gaceta de Gobierno del 30 de octubre de 1824, con el título “Grandioso Día”, indicaba: “El jueves 28 del presente se celebró con el mayor entusiasmo el día del cumpleaños del Libertador. Era la fiesta de la patria. Este día será siempre grande para los americanos, y será siempre el más grato al Perú”.
Aunque parezca increíble, ese año los peruanos cambiamos la conmemoración del 28 de julio por otro 28, el de octubre. “Hubo celebraciones por tres días consecutivos, que todavía se prolongarían más, pues la Municipalidad en homenaje de gratitud al entonces Supremo Dictador, sorteó la libertad de un esclavo. Era entonces ese día, la fiesta de la Patria”, contaba, con ironía, el documentado historiador peruano Percy Cayo.
El PERÚ SIGUIÓ SIN FESTEJAR POR TRES AÑOS MÁS UN VERDADERO 28 DE JULIO
A pesar de que Bolívar estaba en Tinta (Cusco) en su paso como triunfador de la independencia hacia Potosí (Bolivia), durante los días de “fiestas patrias”, en julio de 1825, la famosa gaceta gubernamental mencionó el “Aniversario de la Independencia”. Pero no se refería entonces al 28 de julio que hoy celebramos, sino a otro aniversario, donde no había recuerdo alguno de San Martín y su mensaje independentista de 1821.
“Las referencias eran a Junín, Ayacucho y Bolívar. Ninguna fiesta hubo en Lima aquel 28, éstas sí se celebraron el 6, 7 y 8 de agosto por la victoria de Junín; el primero de setiembre, recordando el aniversario del arribo del Libertador; y el 8, 9 y 10 de diciembre por la victoria en Ayacucho”, así lo resumía el doctor Cayo Córdoba.
Luego, San Martín sería desaparecido en otro 28 de julio, esta vez de 1826. Pero algo estaba cambiando. La presencia bolivariana era como un candado que ataba las iniciativas peruanas, y si antes no hubo tantos reclamos, ese año ya era algo que resentía a nuestros liberales.
El especialista Cayo anotaba que Bolívar imponía una dictadura y por eso no le parecía extraño que aquel 28 fueran detenidas varias personas. El motivo era, como lo dijo Bolívar en una carta a Andrés de Santa Cruz, que cita el historiador: “Conspirar contra el gobierno, contra las tropas colombianas y contra mí”. Esa gran tensión social habría opacado cualquier celebración.
El último 28 de julio sin celebración sería el de 1827. Si bien ya había sido electo presidente del Perú, José de La Mar, aun no asumía el cargo. “Perosería -al fin- ese año, cuando el Congreso por decreto del 16 de noviembre fijaría el ’28 de julio como única fiesta cívica’; así leemos en el Registro Oficial de la República Peruana”, contaba Cayo Córdoba.
Es por ello que a partir de 1828 podemos decir, con seguridad, que el Perú empezó a rendir culto civil y patriótico a los “28 de julio” de cada año y, por cierto, a la figura clave del Libertador José de San Martín.
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