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Hace más de 100 años: ¿cómo se inició el cuidado moderno de las mujeres embarazadas en el Perú? | FOTOS
El 31 de diciembre de 1922, la Maternidad de Lima, ya entonces con 96 años de vida institucional -se creó en 1826-, creció aún más y empezó a servir a más gestantes. La diferencia a otros momentos fue que aquella vez la era moderna de la obstetricia empezó de verdad en el Perú. ¿Qué ocurrió ese día?
La mañana del domingo 31 de diciembre de 1922, la calle San Bartolomé, en el centro de Lima, hervía de gente. No era por un partido de fútbol ni por una pelea de boxeo, deportes tan populares en esa década; ni tampoco hubo un asalto y menos un homicidio, nada de eso. Lo que ocurría esa vez en dicha calle, que luego se llamaría “jirón Ayacucho” (cuadra 9) y más tarde “jirón Antonio Miró Quesada” (hoy es “jirón Santa Rosa”), era la inauguración de un nuevo centro médico, dedicado estrictamente a la atención de las gestantes en el país.
La historia señala que fue Hipólito Unanue, el ilustre prócer y médico peruano, quien encabezó la idea de crear la “Casa de la Maternidad de Lima”; y por ello se empeñó tanto que logró que se diera el decreto de creación de dicho centro solo cinco años después de la proclamación de la independencia, el 10 de octubre de 1826. El decreto, firmado por el general Andrés de Santa Cruz, entonces presidente del Consejo de Gobierno, creaba a la vez un “colegio” adjunto (colegio de partos) para formar allí a las especialistas en la atención a las mujeres embarazadas.
La primera directora fue la obstetra francesa Benita Paulina Cadeau de Fessel (1792-1837), especialista contratada que llegó desde México; ella fue clave para el fortalecimiento médico y de gestión de la “Casa de la Maternidad de Lima”. Luego se sucedieron en el cargo varios médicos, aunque ninguno pudo darle la solvencia que le había dado la doctora Fessel. La Casa, que cayó en decadencia, dependía administrativamente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima.
En esas circunstancias, la Casa debió refundarse en 1848, y ya para entonces se empezó a llamar solo “Maternidad de Lima”. Dirigida por el doctor Camilo Segura, la Maternidad funcionaban en el interior del Hospital Santa Ana, en la plazuela del mismo nombre (hoy cuadra 3 del jirón Huanta). Un dato interesante que el doctor e historiador Ricardo Álvarez nos ofrece en un ilustrativo artículo, publicado en la “Revista Peruana de Ginecología y Obstetricia”, Nº 3, Lima jul./sep. 2021, es que, en 1885, el doctor Samuel García (1846-1931) “inició la atención en el ‘Consultorio gratuito para embarazadas’ de la Casa de Maternidad, que fue el primer servicio de control prenatal que existió en nuestro país”.
EL SIGLO XX Y LA “MATERNIDAD DE LIMA”
En las primeras décadas del siglo XX, destacó el trabajo del doctor Enrique Febres Odriozola (1875-1948); ya que fue él quien dio, tras duro trabajo, la esperada autonomía institucional a la Maternidad de Lima. Hasta 1909, año en que entró a trabajar el doctor Febres, y unos años más, por cierto, la Maternidad aun funcionaría dentro del viejo Hospital Santa Ana.
Justamente fue el doctor Febres quien empezó la tarea de buscar la realización de importantes mejoras en la infraestructura de la institución. Pero fue a partir de 1916, desde la Sociedad de Beneficencia, que dirigía entonces el señor Manuel Montero y Tirado, que se inició la etapa de mayor modernidad que vivió la Maternidad de Lima.
Con el fin de construir “la primera parte nueva del edificio”, se dotó primero de una entrada independiente a la institución, “respecto del Hospital de Santa Ana”. (EC, 01/01/1923). En paralelo, fueron trasladados los pacientes al hospicio de San Andrés (actual cuadra 8 del jirón Huallaga), para así no perturbarlos con las obras que empezarían sin demora.
Es así que, en octubre de 1921, la Sociedad de Beneficencia de Lima designó al doctor Febres como director de la Maternidad. Y desde ese cargo asumió el control total de la institución. Su principal objetivo: tener una real autonomía como institución. En ese camino, se empeñó en fundar el “Instituto Obstétrico Ginecológico” dentro de la propia Maternidad. Eso ocurrió el 31 de diciembre de 1922.
EL DIA CENTRAL DE LA APERTURA MODERNA DE LA MATERNIDAD DE LIMA
Un año y meses después de las celebraciones por el centenario de la independencia del Perú, el gobierno de Augusto B. Leguía continuaba con su política de inauguraciones de locales públicos. Esta vez era uno de asistencia social y médica: el nuevo local para la Maternidad de Lima, ubicado, como dijimos, en la antigua calle San Bartolomé (hoy jirón Santa Rosa).
Las manecillas de los relojes de cada asistente esa mañana del 31 de diciembre de 1922 daban las 11 horas, hora exacta del inicio de la ceremonia inaugural. Era el momento de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima. Los medios de prensa como El Comercio indicaban por esos días que el nuevo instituto era una necesidad pública para el cuidado de la mujer gestante.
El edificio se construyó “dentro de los modernos métodos científicos de la obstetricia” (EC, 01/01/1923), y estuvo bajo la atenta mirada de su director, el doctor Enrique Febres Odriozola. Dividida en secciones para la atención del público, la Maternidad de Lima se abría por primera vez a un sector que pagaría por el servicio, y así las autoridades estarían más aptas para sostener el costoso servicio médico que brindaba, sin dejar de atender las necesidades médicas de la mayoría de la población. El nuevo local tenía una muy buena “sala de operaciones”, moderna y envidiable para la época.
La llegada del presidente Augusto B. Leguía dio comienzo a la inauguración. Todos tomaron asiento y dejaron que el Arzobispo de Lima, monseñor Emilio Lisson Chávez, bendijera primero el local. Detrás del presidente venía un séquito de funcionarios públicos, entre los que destacaban el doctor Alfredo Solf y Muro, director saliente de la Sociedad de Beneficencia; el ex director de la misma, Augusto Pérez Araníbar, así como el nuevo director Manuel Augusto Olaechea. Asimismo, llegaron con Leguía el alcalde de Lima, Andrés Dasso, y por supuesto el flamante director-médico del recién inaugurado “Instituto Obstétrico Ginecológico” de la Maternidad de Lima, el doctor Febres Odriozola.
Las primeras palabras fueron de Febres, quien elogió la iniciativa de la Sociedad de Beneficencia de Lima, en este proyecto hospitalario que abrías sus puertas a la autogestión (podríamos llamarlo así ahora): “Quiero referirme a la creación del Instituto Obstétrico-Ginecológico de paga y a la reedificación, ampliación y organización de la maternidad gratuita, que casi no existía o existía en estado embrionario entre nosotros, dotando, tanto al uno como a la otra, de todo lo necesario e indispensable; ya en el orden técnico, ya administrativo”, dijo. (EC, 01/01/1923)
En ese discurso, el doctor Febres señaló un grave problema, vinculado con la maternidad: la protección a la infancia (tema muy actual hoy mismo). El director rindió homenaje, además, a quien había hecho de ese tema su razón de ser, y allí estaba esa persona en la ceremonia: el doctor Augusto Pérez Araníbar.
Febres, un hombre culto pero directo a la vez, afirmó lo siguiente aquella mañana: “En principio, señores, proclamo y sostengo que la labor de protección a la infancia para que sea real y efectiva y dé los resultados prácticos que todos anhelamos, debe dirigirse no solo al niño en pleno crecimiento, desvalido y enfermo; no solo al producto de la concepción –durante el matrimonio– sino que debe remontarse al periodo prematrimonial. Tal sería la profilaxis que motiva la reacción de defensa, ya que prevenir es remediar”. (EC, 01/01/1923)
La visión de hace 100 años del doctor Febres enfocaba en la Maternidad de Lima el punto de partida para la causa de la “defensa del niño”. Y es que, según el lúcido médico, “si queremos hacer campaña de verdad, pues bien, pongamos en práctica la profilaxia hipocrática, como nos sea permitido, intensifiquemos –de verdad– nuestra labor profesional de la mejor manera, controlando el embarazo, desde su principio, el parto y días consecutivos, redoblemos nuestro celo en los casos difíciles o anormales (…); reducir y simplificar la labor en el parto, es reducir y simplificar los traumatismo maternos y fetales; es disminuir las causas de las complicaciones, en último término, asegurar la vida del hijo y responder también de aquella de la madre”. (EC, 01/01/1923)
Fueron unas palabras precisas, realistas y sabias en torno a lo que hoy se entiende como obvio, pero que hace 100 años era un pensamiento adelantado a las viejas costumbres de la enseñoreada República peruana. El pedido de un seguimiento para cada caso, de alimentación, natural o artificial, el llamado al cuidado del “nuevo ser” eran conmovedores. “El consultorio de la maternidad debe ser la segunda casa del bebe”, fue una de las muchas frase de Febres, que bastaban para hacernos activos defensores de esa política bien expresaba por el director de la Maternidad.
Luego hablaron otros médicos, hasta que al final tomó la palabra el presidente de la República, Augusto B. Leguía, quien, hay que decirlo, apoyó sostenidamente la realización de las nuevas obras de la Maternidad de Lima. En esa ocasión, el discurso presidencial, aun con la resonancia y fuerza de las celebraciones por el centenario patrio (1921), fue sin duda más político que sanitario, como no podía ser de otro modo.
“En seguida se procedió a firmar el acta de inauguración del local, con lo que se dio por terminada la ceremonia”. (EC, 01/01/1923). De esta forma, comenzó la modernidad sanitaria y hospitalaria para las mujeres en situación de parto en el Perú. Fue un paso adelante, real y necesario, para la medicina peruana de hace 100 años.