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¿Cómo se vivía San Valentín en los años 60? Desde la llegada de la celebración anglosajona hasta la misa de los enamorados | FOTOS
Desde fines de la década de 1950 el santo de los afectos amorosos ya era en el Perú San Valentín, pero aquello se hizo más popular a partir de los años 60. ¿Cómo fue el ingreso masivo de esa tradición y qué significó en la práctica religiosa antes de que todo eso se comercializara?
San Valentín era un sacerdote de la ciudad de Terni, en la región de Umbría (Italia), conocida hoy como la “ciudad de los enamorados”. Él puso toda su voluntad, primero, en proteger a los cristianos encarcelados, y luego, al parecer, empezó a hacer misas cristianas de matrimonio para soldados romanos, que entonces estaba prohibido; razón por la cual el emperador Claudio II, ‘El Gótico’, ordenó un juicio que terminó en la decapitación del religioso del amor, justamente un 14 de febrero del año 270 d.C. (otros dicen 281 d.C.). Las crónicas medievales lo describieron también como un monje que regalaba flores blancas a los enamorados que cruzaban su monasterio, y estos inevitablemente terminaban casándose.
Pero la historia de San Valentín en el Perú no es tan larga como puede suponerse. San Valentín y su fiesta del amor se implantaron en nuestro país recién a mediados o fines de la década de 1950. Antes, el que amparaba las necesidades y ansias amorosas de los creyentes era San Antonio. Los necesitados del amor rezaban a ese patrón, por supuesto, con intensa devoción y voluntad, los 13 padrenuestros, y debían repartir 13 monedas entre los pobres, y encender 13 velas. Esa era la tradición entre nosotros.
Los vínculos de San Valentín con el “Día de los Enamorados” empezaron pues en tierras anglosajonas. En la antigua Inglaterra y Escocia, el día anterior a la fiesta, los 13 de febrero, los jóvenes escribían los nombres de sus preferidos y preferidas en papeles que enrollaban y entregaban a estos;si coincidían iniciaban una amistad y después un cortejo amoroso o, si no, acentuaban el acercamiento que habían iniciado.
A inicios del siglo XVIII, la sociedad británica había adoptado a San Valentín como patrono de los enamorados, partiendo de la idea de que era una figura de gran amor y caridad. Desde entonces, la tradición se extendió a toda Europa y luego llegaría a Norteamérica. Así, no tardaría en saberse de su existencia en el Perú de la República. Pero su adopción fue lenta. La presencia ya masiva recién fue percibida desde la segunda mitad del siglo XX.
San Valentín se envalentonó entre los peruanos desde la tradición norteamericana, pues desde allí nos llegó una campaña -entre publicitaria y comercial- de adhesión, muy penetrante, de su figura y todo lo que esa festividad implicaba. La novedad incluía menos rezos y obligaciones; y se destacaba el deseo profundo de vivir la experiencia del amor en pareja. San Valentín le parecía a la gente alguien más modesto y cercano. Y como fue ejecutado un “14 de febrero”, fue ese día el que se determinó como la fecha del “Día del Amor”, y por extensión de los enamorados.
¿CÓMO ERA LA PRESENCIA DE SAN VALENTÍN, SANTO PATRÓN DE AMOR, EN LOS AÑOS 60 EN EL PERÚ?
El entonces “nuevo patrón” de los enamorados animó reuniones y fiestas sociales, con gente que realmente se apegaba a él para cumplir sus deseos. Desde un inicio, como es hasta ahora (en eso no podemos decir que somos una generación original), aquello vino acompañado de campañas comerciales, con promoción de “descuentos” y “ofertas” especiales que se difundieron por la prensa escrita, la radio y la naciente televisión peruana.
Los regalos por el “Día de los Enamorados” eran recíprocos desde entonces: es decir, él le regalaba a ella, y ella a él. “Así el Día de los Enamorados es, también, el de los buenos negocios”, indicaba una nota de El Comercio, del 14 de febrero de 1962. Ese año fue clave en la implantación definitiva en el Perú de la tradición de “San Valentín” y del “Día del Amor” o “Día de los Enamorados”. Columnistas de los medios de prensa más importantes reconocían la inevitable presencia de San Valentín (a costa de la de San Antonio), y se instauró la costumbre de festejar ese día con espectáculos especiales para las felices parejas.
De esta forma, por ejemplo, se entiende la llegada, luego de 10 años de ausencia en el país, del grupo de boleristas “Los Panchos”. Ese martes 13 de febrero de 1962, el famoso y popular trío hizo su arribo triunfal al Aeropuerto Internacional deLimatambo, en medio de las aclamaciones de sus fans. Lo hacían, obviamente, convocados por el día del amor. “Los Panchos” de esos años, es decir, con Johnny Albino (que sustituyó a Hernando Avilés) , Jesús ‘Chucho’ Navarro y Alfredo Gil, llegaron para realizar presentaciones llenas de romanticismo en la TV., en la radio, en los teatros y hasta en un famosa boite llamado “Saoco”.
En las carteleras de cine, Lima bullía también de emoción y entrega al amor. Para ese miércoles 14 de febrero de 1962, se promocionaban cintas como “Todo comienza el sábado”, en el cine Le París, cuyo subtítulo subyugante decía: “Te daré mi amor… bajo ciertas condiciones”; así como “Espía o amante”, solo en el cine Biarritz, y “De hombre a hombre”, promocionada como un filme “más humano que ‘Marcelino, pan y vino’” y que lo darían en los cine San Martín y Orrantia.
En El Comercio, Elsa de Sagasti (madre del ex presidente Francisco Sagasti), en su conocida columna de esos años, “Habla una mujer”, dedicó ese espacio, aquel 14 de febrero, a “Los enamorados”. Allí, justamente, señaló que las costumbres de San Valentín y del “Día de los Enamorados” eran “importadas”, aunque no les restó la simpatía y popularidad que habían ganado en poco tiempo.
Elsa de Sagasti expresó su comprensión del sólido vínculo que había entre el Santo y los enamorados. Y claro, se preguntaba: “¿Quién más necesita protección de algún Santo Patrón que aquél que se encuentra en ese estado de semi-inconsciencia y exaltación, un día por las nubes, al siguiente en el abismo de la desesperación, que llamamos ‘enamorarse’?”.
Pero, como muchas personas de esos años, doña Elsa no se resignaba a ver esta fecha como el día central de una fiesta o celebración comercial, banal o superficial. La sociedad peruana y la iglesia adoptaron la festividad desde un principio y trataron de darle un espacio de espiritualidad mínima.
Así, se fortaleció a nivel social la “Misa de enamorados”. La columnista mencionaba al Movimiento Familiar Cristiano del Perú como un protagonista de esa idea. Ese año de 1962, en la iglesia de la Virgen del Pilar, en San Isidro, la misa se hizo a las 8 de la noche, con una alocución al final “dirigida a las parejas asistentes”.
El año siguiente, el 14 de febrero de 1963, Elsa de Sagasti volvió a tocar el tema centralmente en su columna con el título de “El amor de los jóvenes”. Allí, la columnista habló del estado de enamoramiento y del amor como dos cosas encadenadas, pero distintas. Y volvía a referirse a la “Misa de enamorados”; esa vez mencionó a la que se realizaría en la Basílica de María Auxiliadora.
¿CÓMO ERA LA “MISA DE ENAMORADO” EN LIMA POR EL “DÍA DEL AMOR”?
A comienzos de los años 60, se mantuvo firme la “Misa para los enamorados”, o “Misa de enamorados”, en la que se confirmaba el amor mutuo entre las parejas. En esos años, el recato y la reticencia en pareja era lo que oficialmente se propugnaba desde la mismísima Municipalidad de Lima, cuya alcaldesa Ana María Fernandini de Naranjo representaba los valores conservadores de la capital.
Pero, durante el verano de 1964, el ambiente del “14 de febrero” como día del amor y la amistad fue distinto. Era ya una realidad auspiciada por todos los medios, que lo reducían al nombre de “Día de los Enamorados”. Las actividades eran típicamente comerciales, pero algunas destacaban por su espiritualidad. Entre estas últimas acciones, la más recordada era la misa realizada por San Valentín, conocida popularmente entonces como “Misa de los Enamorados”.
El nuevo Concejo de Lima, con Luis Bedoya Reyes a la cabeza (elegido como alcalde en elecciones libres), llevaba adelante por esos días una campaña para combatir los “ruidos y comportamientos molestos en la vía pública”; esto lo hacía, no por el “Día del Amor” sino por los bailes de carnavales, tradicionales en varios distritos, que estaban siendo cuestionados.
Ese año se estaba organizando el cambio de las misas del latín al castellano. Pero por ciertas demoras en las traducciones de alrededor de 300 clases de misas, a cargo de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), el Arzobispado de Lima ordenó que la ya famosa “Misa del Amor” (otra manera de llamarle), de aquel 14 de febrero de 1964, debía seguir diciéndose en latín.
El tema del amor, dictado en latín en las misas dominicales, en plena década de 1960, contrastaba con los cambios sociales y culturales de esos años en el Perú y el mundo. No obstante, el acontecimiento eclesial movilizó a centenares de parejas limeñas, como siempre. Esa vez, como nunca, se celebraron tres misas por los enamorados: en la iglesia de San Pedro, en el centro de Lima; en la iglesia Santa María Reyna, en San Isidro; y en la iglesia Santa Rosa, en el Callao.
Era la tercera vez que se realizaba en Lima este tipo de actos litúrgicos promovidos por el Movimiento Familiar Cristiano del Perú, una organización mundial cuya versión peruana fue constituida en 1954, durante la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956). De esta manera, muchas jóvenes parejas fueron a escuchar la misa en su honor, y en la entrada de cada recinto recibieron de los miembros del movimiento, copias impresas de la “Oración de los Enamorados”.
Con la llegada de los años 70 y 80, las costumbres sociales y culturales alrededor de ese “Día de los Enamorados” se fueron diversificando y ampliando a más gente. Era un fenómeno masivo. Las parejas todavía buscaban, por supuesto, iglesias para orar y escuchar las palabras de reflexión sobre la fecha; pero, sobre todo, asistían a los parques públicos, a las alamedas, a los bares y centros comerciales. Igual que hoy.
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