¡No me hagas cambiar!
Publicado el 01/04/2018, en El Comercio
“Todos vivimos cambios, algunos los lideramos, otros los soportamos”
Ante cualquier cambio, positivo o negativo, primero viene la negación: “no es verdad”, “no puede ser”, “me estás bromeando, ¿no?”. Negar nos permite sentirnos mejor. Nos alivia temporalmente de enfrentar esas nuevas realidades que los cambios traen. Como el mecanismo de defensa que es, la negación nos permite ir digiriendo la realidad de a poquitos, mientras vamos entendiendo lo que pasó y lo que sentimos.
Todos vivimos cambios. Algunos los impulsamos o lideramos nosotros, otros, nos toca soportar. Pero igual, son muchas las reacciones emocionales que enfrentamos frente a ellos. Y aunque muchos prefieren pensar que las emociones las dejamos en casa cuando salimos rumbo al trabajo, la realidad es que el éxito o fracaso de los procesos de cambio tienen mucho que ver con las personas que logran o no adaptarse, que los abrazan o los rechazan.
Cambios en la estrategia, en el liderazgo, en nuevas tecnologías, transformaciones digitales, fusiones, adquisiciones o las salidas de algunos miembros del equipo, traen situaciones que nos obligan a salir de nuestra zona de confort. Y eso no nos gusta. Nos reviven antiguas inseguridades, nos crean incertidumbre y desconfianza e incluso impactan nuestra lealtad si sentimos que el cambio nos impacta directamente en lo que hacemos, en cómo nos ven o nos miden.
¿Qué hemos aprendido trabajando con cientos de empresas que implementan cambios? Que pocos se acuerdan de ayudar a las personas a aceptar los cambios pese a que esto es clave para que en efecto se implementen positivamente: finalmente son personas las que los harán pasar o los sabotearán.
¿Cómo hacerlo? Lo primero, aceptar el impacto del cambio y validar lo que sienten. Luego, entender el ciclo de emociones – la curva del cambio estudiada por William Bridges -. ¿Qué sigue? Respetar que luego de la negación pueden sentir enojo por la pérdida de aquello a lo que estaban acostumbrados. Y que luego viene siempre un duelo por lo que se fue, por el sueño que dejó de ser, por los amigos que se fueron, por la seguridad perdida. ¿Qué hacer? Ayudarlos a internalizar que lo que pasó, pasó y no hay marcha atrás para que no caigan en “depresión organizacional”, donde nadie mira al mercado, a los clientes o a la competencia, por solo mirar lo que falta, lo que cambió. Y eso tiene mucho impacto en su compromiso y satisfacción, pero, sobre todo, en su productividad y resultados.
¿La mejor manera de hacerlo? Darles el espacio necesario para explorar sus temores y dudas. Y ayudarlos a usar las mismas herramientas de resiliencia que usaron en experiencias más graves durante otros cambios personales o profesionales. Y brindar mucha información, repetida una y otra vez. ¿Lo mejor? Preguntarles muchas veces ¿cuál es tu reto frente a este cambio? ¿qué te preocupa? ¿cómo puedo ayudarte? ¿La clave? Inspirarlos – no convencerlos – a mirar hacia el nuevo inicio con positivismo, analizando con ellos las ventajas y oportunidades que el cambio les trae. Y es que sólo si íntimamente aceptamos o validamos un cambio, ayudaremos a hacerlo realidad.
Ines Temple
Presidente de LHH DBM Peru y Chile