Habitar para contar
Hace diez años emprendí la pesquisa de un departamento, buscaba arquitectura producida entre las décadas de los 60 y los 70, por su calidad, riqueza espacial y por su precio –entonces- más asequible.
Después de haberme encontrado por lo menos en tres oportunidades con el departamento ideal, las condiciones no se dieron para que la compra sea concretada. Cuando estaba a punto de decidir por un proyecto “nuevo para comprar en planos”, apareció la oportunidad de visitar un departamento en un Conjunto Habitacional construido por la Junta Nacional de Vivienda, entidad estatal que creó y promovió el gobierno de Fernando Belaúnde Terry. La Residencial San Felipe (Ciriani, Crousse, Páez, Vásquez, Smirnoff, Ramírez, 1963-1966) y el Conjunto Habitacional Palomino (Agurto, Correa, Miró Quesada, Sánchez Griñán, 1965-1967) son coetáneas al espacio que visitaría. Al consultar sobre la posibilidad que tenía, el consejo de la mayoría fue que no valía la pena comprar allí porque el barrio había sido problemático, aunque ninguno lo había visitado.
Cuando ingresé al departamento sucumbí ante su generosidad: Luz natural abundante, un espacio amplio y fresco, una terraza a doble altura con vistas a un hermoso árbol. Las áreas comunes, llenas de árboles frondosos, la Huaca Santa Cruz y el mobiliario urbano de diseño por los autores, le otorgan un aura especial. Decidí en ese instante que valía la pena correr el riesgo y ver cómo me adaptaba a mi nuevo barrio.
La Residencial Santa Cruz (1964-1966), fue diseñada por los arquitectos Jacques Crousse y Luis Vásquez, inaugurada por FBT en 1968, con departamentos de tipo flat de 70 m2 en los primeros pisos y dúplex de 140 m2 en los pisos superiores; sin entrar en detalles, se trata de un proyecto de vivienda social de gran calidad de la segunda mitad del siglo XX.
Diez años después, el barrio ha mejorado sus condiciones y nunca me sentí fuera de lugar a pesar que las relaciones con los vecinos no siempre fueran sencillas. Diez años después, en medio de una pandemia y luego de cinco meses sin salir de casa, lo único que puedo sentir es agradecimiento por la generosidad de los arquitectos proyectistas y los gobernantes de turno.
Hoy, los analistas encuentran que dentro de los problemas fundamentales del porqué nos está yendo tan mal con el manejo del COVID-19, está la mala calidad habitacional: hacinamiento, precariedad, incumplimiento de las condiciones de habitabilidad mínima.
En las condiciones actuales pensar en las proporciones y presupuestos de los departamentos de aquella época quizá sea un tanto irreal, pero crear proyectos dignos donde la generosidad de los arquitectos se manifieste, como lo reivindica el arquitecto Enrique Ciriani, es fundamental.
El derecho a la ciudad, al espacio público y a una vivienda digna es tan importante como el derecho a un buen sistema de salud o a una buena educación pública, derechos fundamentales. La pandemia ha puesto en evidencia su revisión urgente, necesitamos que el Estado retome su rol como el principal gestor de una vivienda social de calidad, sobre todo ad portas del bicentenario, con un manejo gubernamental poco claro en la política de concursos públicos y los procesos de adjudicación y ejecución de las obras públicas.
Karen Takano
Estudio: Karen Takano Arquitectura