Usos mixtos y vida urbana
Observando una calle con vida de cualquier parte de la ciudad, se repiten actividades en lugares comunes, como viviendas, tiendas de conveniencia, consultorios, comercios, cafeterías, etc. ¿Por qué se ha ido aniquilando esa vida espontánea en la mayoría de barrios y no se permite que surja en otros? ¿Por qué cerrar una lavandería, una bodega, o un café para dar paso a rejas y muros ciegos sin vida? El mejor aliado a la inseguridad y delincuencia es una calle de muros ciegos, mal iluminada, sin vecinos que la protejan con la mirada. El mito de la seguridad que está asociado a la compra de armamento para policías, contratación de personal municipal y vigilantes privados, conexión de video cámaras y nuevas patrullas interconectadas, puede desnudarse, si dejamos que, en todas las calles, puedan existir comercios, servicios, y espacios de encuentro debidamente acondicionados.
Para tener una ciudad viva, en algunos barrios antiguos, y poder generar una verdadera urbanidad en otros más recientes, necesitamos normativas y marcos regulatorios flexibles que promuevan los usos mixtos en las calles, con veredas anchas, con espacio para los peatones, con sombra de árboles, estacionamientos de bicicletas, y bancas para sentarse a conversar. Asimismo, se necesitan edificios de vivienda que ofrezcan variedades tipológicas a los vecinos para vivir de acuerdo a sus necesidades, en departamentos de 1 a 4 o más ambientes, y con usos compartidos de lavandería, depósitos, o incluso, cocinas o áreas de terrazas y juegos. Necesitamos edificios que, además, permitan elegir a los vecinos si necesitan o no pagar por un estacionamiento, necesitamos vecinos de diferentes edades, que convivan y aprendan a respetarse, en espacios compartidos y donde empecemos a entender la regla básica de ser ciudadanos: que la libertad de unos, termina, donde comienza la libertad de los otros.
La construcción de los edificios en la actualidad no solo depende de la inventiva del mercado inmobiliario competitivo, sino de las normativas municipales que son cada día más difíciles, restrictivas y bloquean cualquier iniciativa de innovación arquitectónica o urbana que no esté escrita en la norma. Esto, no solo imposibilita que la vivienda responda a las necesidades de hoy en día, sino que elimina respuestas innovadoras al elevado valor del suelo y de los créditos hipotecarios.
Actualmente, hay esfuerzos valiosos desde el Ministerio de Vivienda para actualizar el Reglamento Nacional de Edificaciones a las nuevas necesidades de vida contemporánea, como también hay ideas positivas e importantes que se están promoviendo en el Plan de Lima 2021–2040. Sin embargo, la falta de sincronía entre estas iniciativas y la autonomía de ordenanzas municipales de cada distrito, ponen en riesgo de inoperancia estas ideas. La autonomía de los 50 distritos de Lima agudiza el via crucis de un proyecto para llegar a buen puerto, sin nombrar, las variables no escritas que están en las interpretaciones de cada funcionario municipal.
Por todo esto, no sólo es urgente que se acaben las ordenanzas “capricho” de cada municipio, sino que también, es vital que se acaben los parámetros urbanos que niegan los usos mixtos que dan vida a las calles de Lima. La arquitectura y el urbanismo están para generar marcos espaciales para celebrar la vida, pero ello requiere que la normativa esté alineada con este mismo objetivo.
Sharif Kahatt
Marta Morelli