¿Un virus que te vuelve estúpido?
Primero leamos estos titulares…
Este titular en Tech Times exagera un poco que ya parece una noticia sacada de una película de comedia zombi.
¿Realmente ha aparecido un virus que nos vuelve “más” estúpidos? Pues según un estudio publicado en PNAS el 28 de octubre pasado, sí. Pero que no cunda el pánico pues aún estos resultados son preliminares y el efecto que tiene este virus sobre la capacidad cognitiva de las personas estudiadas con las justas fue significativo en un tipo de prueba de atención visual.
Descubrimiento del virus
En nuestro cuerpo habitan billones de bacterias. Le llamamos microbiota y son 10 veces más numerosas que nuestras propias células. También somos el hogar de, posiblemente, un número mayor de virus, en su mayoría bacteriófagos (virus que infectan a bacterias), pero desconocemos el rol que cumplen dentro de nuestro organismo.
En vista que existen evidencias de que la composición de nuestra microbiota podrían influir en nuestra capacidad cognitiva, un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, liderados por el Dr. Robert Yolken, decidieron analizar los virus presentes en nuestra microbiota y ver si tienen algún efecto sobre nuestro organismo.
Para ello reclutaron a 33 voluntarios sanos, les tomaron muestras de la mucosa de la garganta y analizaron todo el ADN ahí presente. Yolken y su equipo se llevaron una sorpresa al encontrar secuencias de ADN procedente de un virus que normalmente infecta a las algas en algunos de los voluntarios. El virus se llama Acanthocystis turfacea chlorella virus 1 (ATCV-1).
Para determinar que esto no fuera un suceso extraño, tomaron muestras de 59 personas más, las cuales participaban de un estudio psiquiátrico donde se les evaluaba sus funciones cognitivas, y encontraron el virus ATCV-1 en 40 de los 92 participantes.
Pero lo más interesante fue que las personas que estaban infectadas por ATCV-1 tardaban un 10% más de tiempo en realizar una prueba de atención visual que consistía en unir mediante una línea puntos numerados en una hoja dispuestos al azar.
Las diferencias en las respuestas al test no estuvieron relacionados con el sexo, ingresos económicos, nivel educativo, raza, consumo de cigarrillos, etc., factores que también podrían influenciar en las capacidades cognitivas de los participantes.
Comprobando la causalidad
Siempre en la ciencia es importante distinguir una asociación o correlación de los resultados con la causalidad que podría haber entre uno y otro. Esto quiere decir que si dos factores —digamos A y B— tienen una correlación directa (a más A, más B) o inversa (a más A, menos B), no indica necesariamente que B sea un efecto de A, o viceversa. Las correlaciones pueden aparecer por todos lados pero no necesariamente tienen sentido [aquí algunos ejemplos de este tipo].
Entonces, para ver si la presencia del ATCV-1 en las personas realmente produce un efecto en sus capacidades cognitivas (causalidad), los investigadores infectaron a un grupo de ratones con este virus. Seis semanas después sometieron a los roedores a pruebas para determinar su capacidad de aprendizaje y memoria en laberintos tipo Y (Y-maze test).
Tanto los ratones infectados como los sanos no mostraron ansiedad ni diferencias en su capacidad de movimiento. Sin embargo, los ratones infectados tardaban más tiempo en encontrar la salida y pasaban menos tiempo explorando objetos nuevos en el laberinto, lo que indicaría una reducción en su capacidad de recordar su entorno y cierta pérdida de atención.
Diferencias en la expresión genética
La pregunta que rondaba en la mente de los investigadores era ¿cómo hace este virus para afectar las capacidades cognitivas de los infectados? El cerebro está formado por millones de células, principalmente, neuronas, las cuales cumplen sus funciones gracias a la activación de ciertos genes. ¿Será posible que este virus sea capaz de provocar cambios en la expresión genética del cerebro?
Para responder a esta pregunta, Yolken y su equipo estudiaron la expresión de todos los genes del hipocampo de los roedores sanos e infectados y observaron que al menos 1285 genes no se expresaban de la misma manera. Al parecer el virus podría estar envuelto en la activación o inactivación de algunos de estos genes, principalmente, en los que están relacionados con la reacción a la dopamina que es un neurotransmisor importante en el reconocimiento y memorización de objetos.
Obviamente el cerebro humano y el de los ratones no son iguales, pero es interesante ver cómo el mismo virus tiene un ligero efecto en las capacidades cognitivas de estos dos mamíferos.
Los clorovirus como el ATCV-1 son muy comunes en los ríos y lagos (podemos encontrar más de 1000 por cada mililitro de agua), sin embargo aún se desconoce la forma como infectan a los humanos.
Por otro lado, según lo que vimos en la presente investigación, el virus no nos vuelve más estúpidos de lo que realmente somos, sino que produciría un ligero efecto al momento de resolver ejercicios de concentración y rapidez visual. De por sí, muchas personas son malas para este tipo de pruebas, lo cual no indica que sean estúpidas.
Y para concluir, debemos recordar que el estudio fue realizado en un pequeño número de personas, todas de la ciudad de Baltimore en Estados Unidos. Para afirmar que el virus podría causar algún tipo de efecto en las capacidades cognitivas de los humanos, se debe extender el estudio en varias regiones e incluir un mayor número de participantes porque cabe la posibilidad de que sea una mera curiosidad más que el inicio del día en que la Tierra se quedó estúpida.
Referencias:
Yolken, RH et al. (2014) Chlorovirus ATCV-1 is part of the human oropharyngeal virome and is associated with changes in cognitive functions in humans and mice PNAS 111 (45): 16106 – 16111 doi: 10.1073/pnas.1418895111
Actualización (17/11/2014, 17:47): No crean lo que dice El Tiempo/GDA de Colombia