¿Se salió de control el experimento con mosquitos transgénicos en Brasil?
Entre junio de 2013 y setiembre de 2015, una furgoneta recorría tres veces por semana las calles de Pedra Branca, un barrio ubicado al norte de la ciudad de Jacobina (Bahía, Brasil), entre las 7:00 y 10:00 de la mañana. En la ventana lateral izquierda, la furgoneta tenía un orificio de 35 centímetros de diámetro acoplado a un tubo de plástico. Por ahí una persona liberaba miles de mosquitos durante todo el trayecto.
La vida de estos mosquitos se iniciaba a 230 kilómetros de distancia, en la biofábrica de Moscamed, ubicada en Juazeiro. Allí se producían y despachaban semanalmente medio millón de pupas de una variedad transgénica de Aedes aegypti, especie que transmite los virus del dengue, zika y chikungunya.
Estos mosquitos fueron desarrollados en 2002 por la empresa británica Oxitec bajo el nombre OX513A. Mediante ingeniería genética, les introdujeron un gen que se activa solo cuando son larvas produciendo la proteína tTAV que, al acumularse en sus células, les provoca la muerte. Este gen se inactiva si al alimento se le añade tetraciclina. Así podían multiplicarlos.
Moscamed solo producía mosquitos machos. Por sus características autolimitantes los llamaron Aedes do Bem™!. Las hembras —que son las que pican y transmiten los virus— eran separadas y desechadas en la fase de pupa. El objetivo fue liberarlos al ambiente —en suficiente cantidad— para que se crucen con los mosquitos de la zona. Los descendientes portarían el gen tTAV y morirían antes de completar su desarrollo. De esta manera, se reduciría su población así como las enfermedades que transmiten.
Durante 27 meses, la furgoneta liberó cerca de 450 mil mosquitos transgénicos por semana. Para evaluar su efectividad, se distribuyeron once ovitrampas (contenedores cilíndricos de medio litro, de color negro y con un trozo de madera, para simular sus sitios de reproducción) por todo el barrio de Pedra Branca, y se contó el número de huevos y larvas capturadas semanalmente. Los resultados mostraron una reducción poblacional del 90%, que se mantuvo por otras 32 semanas desde que finalizó el proyecto.
Con el fin del proyecto se inició otro estudio, esta vez dirigido por Jeffrey Powell de la Universidad de Yale. Él junto a investigadores de Moscamed y la Universidad de Sao Paulo colectaron huevos y larvas de ovitrampas dispuestas en diferentes sectores de Jacobina. Las muestras se tomaron a los seis, doce y treinta meses después de culminada las liberaciones, y se mandaron a Estados Unidos para que les hagan un análisis genético.
De acuerdo con los resultados que fueron publicados en Scientific Reports, la población nativa de Aedes aegypti adquirió material genético de los mosquitos transgénicos. “Dependiendo de la muestra y del criterio utilizado para definir una introgresión genética inequívoca, aproximadamente del 10% al 60% de los individuos analizados tienen algo del genoma de OX513A”, reportaron los investigadores. Además, se detectó la introgresión a cuatro kilómetros de distancia de los lugares de liberación.
El estudio generó todo un revuelo el mes pasado. Calificaron el proyecto como “un fracaso” y a los ciudadanos de Jacobina como “conejillo de indias“. Y no era para menos. La idea del proyecto era que la población de mosquitos transmisores de enfermedades desaparezca, mas no que se mezclen con los transgénicos y sobrevivan. Incluso el estudio advertía que era “muy probable que estos híbridos sean más robustos que la población original” y que “serían resistentes a los insecticidas”.
El problema fue que ninguna de estas dos afirmaciones fueron evaluadas en el estudio. Eran solo especulaciones alarmistas. Es más, el estudio sí comparó la capacidad de transmitir los virus del dengue y zika de la cepa OX513A hembras con respecto a los mosquitos propios de la zona. No hubo diferencias entre ellos. Otro dato relevante es que no hubo transferencia de los genes manipulados a las poblaciones locales. Lo que se encontró fue porciones no específicas del genoma de la cepa utilizada por Oxitec para el desarrollo de sus mosquitos: un cruce entre mosquitos mexicanos, cubanos y del norte de Brasil. En otras palabras, no hay mosquitos transgénicos volando fuera de control en Jacobina.
Debido a esto, seis de los diez autores del estudio mostraron su rechazo a las afirmaciones hechas por Powell y han pedido a la revista científica la retracción del artículo. Margareth Capurro, una de las coautoras, indicó que el texto publicado no era fiel a los resultados obtenidos y que la redacción original había sido cambiada.
Por otro lado, los hallazgos reportados por Powell tampoco son inesperados. Los investigadores sabían que entre el 3 y 4 porciento de los descendientes de OX513A podrían sobrevivir en el ambiente, pero debido a su baja proporción, terminarían por desaparecer al cabo de un tiempo. Fue por ello que hasta hoy —cuatro años después de culminado el proyecto— se siguen realizando monitoreos de los mosquitos de la zona, según las exigencias establecidas por las autoridades reguladoras.
El éxito de la tecnología es indudable. Ninguna estrategia —con excepción del uso de pesticidas— ha logrado una reducción tan drástica de la población de Aedes aegypti en zonas urbanas. Ahora la ciudad brasileña de Indaiatuba será la primera en el mundo en utilizar la segunda generación los mosquitos transgénicos de Oxitec. A diferencia de OX513A, la nueva versión (OX5034) activa la expresión de tTAV solo en las larvas hembra. Los machos portadores del gen letal sobreviven y siguen diseminando la sentencia de muerte a la descendencia. Esto reduciría la cantidad y frecuencia de las liberaciones.