¿Zaña, “la ciudad maldita”?
En la década de 1980 los límites de la ciudad de Zaña, a 46 kilómetros al sureste de Chiclayo, revelaba un paisaje de murales y columnas semienterradas en la árida tierra enarenada de esa parte del país. Pero un buen día renació. Aquí la historia.
A raíz de la gran inundación de la villa colonial de Zaña, debido al desborde del río del mismo nombre, un 15 de marzo de 1720, la ciudad casi desaparece. Entonces el abandono por siglos fue inevitable.
Pero también la antigua ciudad colonial de Santiago de Miraflores de Zaña, nombre con el que fue fundada en 1563, sufrió el embate de piratas en los siglos XVII-XVIII y revueltas de cimarrones. Todo ello llevó a la gente y a los propios historiadores a darle el nombre, poco atractivo, de la “ciudad maldita”.
Sin embargo, su historia ha sido de esplendor, sobre todo cuando en su fértil campiña se desarrolló una de las ciudades más productivas de la Colonia; por su puerto, el de Chérrepe, salían naves de enlace que iban y venían de Lima a Panamá, restándole importancia a la propia Trujillo.
La decadencia republicana duró décadas, pero un rayo de vida nunca dejó de refulgir en esas tierras. Una muestra de esa preocupación por reanimar ese esplendor empezó cuando, el 21 de marzo de 1990, hace más de dos décadas, se iniciaron un conjunto de obras de recuperación, encaminada a revitalizar centros culturales y turísticos.
La idea de las autoridades era recuperar el distrito, salvarlo del olvido y de la indiferencia. El Comercio del día siguiente, 22 de marzo, decía del “acondicionamiento de las calles San Agustín y Santo Toribio así como la iluminación y restauración de un anfiteatro, dentro del Convento San Agustín”.
En el acto de inicio de las actividades no dejaron de estar el entonces viceministro de Turismo, el arquitecto Luis Felipe de las Casas, y el propio alcalde de Zaña, Marco Antonio Hernández.
Los trabajos se realizaron gracias a un convenio firmado en agosto del año anterior (1989), entre el Fondo de Promoción Turística (Foptur) y la municipalidad de Zaña. Por un lado, el Foptur otorgaba materiales, por el otro, la municipalidad prestaba la mano de obra; con ambos factores se iniciaron la tarea.
En el área urbana, Zaña buscaba reconstruir el convento de San Agustín; y en el área rural, la capilla de Santo Toribio y los restos de las iglesias de La Merced, Iglesia Matriz y la de San Francisco. Los muros y arcos semiderruidos en el inundación fluvial de 1720 le daban un misterioso atractivo a ese sector.
Hace exactamente 22 años, lo que se pretendía con el proyecto de recuperación turística de Zaña era “crear un circuito que abarque la zona urbana y rural”, decía El Comercio de entonces.
Eran los últimos meses del primer gobierno de Alan García, y todos tratábamos de sobrevivir a la hiperinflación, al terrorismo y a la corrupción; pero Zaña buscaba resucitar con visión y lucidez, enfocándose en el turismo como una salida hacia el progreso.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio