La historia rebelde de Enrique López Albújar
Enrique López Albújar fue un luchador de la pluma que plasmó sus ideas en el papel, pero también en las calles. No cejó en la defensa de sus convicciones, aunque estas le costaron prisión. Chiclayano de nacimiento, el autor de ‘Matalaché’ volcó en sus creaciones literarias la poesía del mestizaje. Al cumplirse 140 años de su nacimiento -el 23 de noviembre de 1872-, recordamos sus avatares juveniles, su compromiso con la prensa y sus reflexiones otoñales. Fue un rebelde ilustre.
Confesiones
En una entrevista publicada en El Comercio en 1957, López Albújar cuenta cómo empezó su romance con las letras: “En el colegio mis amigos descubrieron no sé en qué forma, que yo tenía condiciones para la correspondencia epistolar. Me hicieron de a pocos un secretario de los amantes. Les hacía gratuitamente sus cartas amorosas. Uno de mis compañeros se casó más tarde con una muchacha a quien enamoró con mis epístolas”.
Cursó sus estudios primarios en Piura, mientras que en Lima hizo la secundaria; primero en el Liceo Preparatorio Marticorena y luego en Nuestra Señora de Guadalupe. De joven practicó remo, ciclismo y box, entre otros deportes.
Los años agitados
Solo un personaje como López Albújar era capaz de soñar que una poesía bastaba para exigir cambios a un gobierno autoritario. Esa es la historia del poema “Ráfagas”, que declamó en actitud desafiante, y le valió la persecución del régimen de Remigio Morales Bermúdez, en 1892.
Este ilustre sanmarquino, que jamás bebió ni fumó, fue un asiduo visitante de las mazmorras finiseculares de Lima y Callao. En setiembre de 1894 es detenido por participar en “hechos contra el gobierno”. Y en octubre es trasladado al primer puerto junto a José Santos Chocano, Pedro Alcócer y Domingo Valle Riestra, en calidad de preso político.
Precursor de la libertad de prensa
Fue admirador de Manuel Gonzales Prada y protagonista de uno de los primeros juicios mediáticos sobre la libertad de expresión en el Perú.
La historia empieza cuando Manuel Belisario Barriga editaba el diario ‘La Tunda’, donde López Albújar colaboraba con frecuencia. El mismo escritor cuenta que “con la acritud y tontería de los muchachos de entonces publicó unos versos injuriosos titulados Ansias”, acerca de los cuales un fiscal opinó por la formación de causa.
Abierta la instrucción, Belisario Barriga lo llamó para decirle que el periódico se responsabilizaba de la publicación. Pero López Albújar rechazó la idea e hizo frente al embate de la ley.
Sufrió prisión por 50 días hasta que en audiencia pública, del 26 de junio de 1893, salió exculpado. Había triunfado su postura en un sonado juicio sobre la “libertad de imprenta”, antecesora de la actual libertad de prensa.
El escritor y El Comercio
El 28 de noviembre de 1972, El Comercio publicó la foto de un manuscrito inédito de López Albújar, que un lector del diario entregó a la redacción. En un viejo papel el novelista afirmaba que sus primeros escritos los había realizado en el decano de la prensa, debido a su amistad con Antonio Miró Quesada de la Guerra.
Llevado el documento donde su viuda, Lucila Trint, natural de Chiclayo, emocionada observó el papel y confirmó a un redactor que la letra sí pertenecía a su difunto esposo.
En nota periodística del 2 de marzo de 1960 se confirma que fue en El Comercio donde publicó sus primeras crónicas de viaje con el seudónimo de Figarito, en una sección titulada La Tierruca, en la que se ocupaba de temas piuranos.
“Allá por los años 1897 y 1898 publiqué en El Comercio unos ocho o diez cuentos”, explica en una entrevista del 24 de noviembre de 1960. Y luego agrega: “Recuerdo muy bien que en el mes de julio de 1894 publiqué una oda titulada Un adiós a la patria, que me valió mi segunda prisión”.
Culminados sus tormentosos años juveniles el escritor fundó en Piura, en 1904, ‘El Amigo del Pueblo’, diario donde encaró al gamonalismo y avivó la antipatía de los poderosos. Luego dejaría el mundo de las imprentas para dedicarse a la labor que lo ocupó durante muchos años, su trabajo como juez.
Matalaché
Con ‘Cuentos andinos’ (1920) el narrador peruano inicia una nueva corriente indigenista, próxima a la temática de Clorinda Matto de Turner y Narciso Aréstegui. Es una obra realista que nos muestra, por primera vez, a los indios tal como son.
Pero la mayoría de peruanos asociamos a López Albújar con ‘Matalaché’ (1928), la historia de un amor que surge entre dos personas separadas por la cerrada jerarquía social del siglo XVIII.
Construida sobre un sutil erotismo, que atraviesa toda la historia, el relato describe la crueldad de la esclavitud y el vacío de una clase dominante. De la primera emerge un mulato con nobleza y ansias de libertad; y del segundo asoma una angelical doncella ávida de descubrir el amor prohibido.
Esta apasionante narración, que conjuga amor, racismo y muerte, no pudo leerse en los colegios durante la primera parte del siglo XX. Estaba vedada para los niños.
Derribados los tabúes se llegó a producir como obra de radio-teatro. Hasta que recién en agosto de 1988 se empezó a emitir en formato de telenovela en Frecuencia Latina.
Los elegidos para encarnar a los protagonistas de la historia fueron Rafael Cabrera, en el papel del esclavo José Manuel; y Erika Stockholm (Carmín), joven piurana que asumió el personaje de María Luz.
Aparte de las obras mencionadas escribió ‘De mi casona’, ‘Los caballeros del delito’ y ‘El hechizo de Tomayquichua’, entre otras. En alguna oportunidad se le preguntó cuál de sus obras era la preferida, y el escritor respondió: “Los libros son como los hijos. A ninguno se le quiere más”.
Reconocido con el Premio Nacional de Novela, la Medalla del Congreso y el título de Doctor Honoris Causa de San Marcos, entre otras condecoraciones, López Albújar tuvo una larga vida, falleció a los 93 años, el 6 de marzo de 1966.
(Miguel García Medina)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio