Chacalón: A 65 años del nacimiento de Lorenzo Palacios
Grandes telas negras cuelgan de los balcones del Paseo Colón. En letras gordas y multicolores se anuncia “el súper tono tropical” con Los Destellos, Los Ilusionistas y Chacalón y la Nueva Crema. En la vereda, una carretilla color azul que parece más un parlante. El revoltoso sonido de la calle se une a la voz sufriente de un cantante y su ritmo tan tropical y andino que hace que los cerros bajen cuando él canta. Esa es la voz de Lorenzo Palacios Quispe, Chacalón.
Lorenzo Palacios Quispe nació un 26 de abril de 1950 en La Victoria, pero Chacalón nacería en un estudio de grabación muchos años después. En el “Faraón de la Cumbia” se personificaba todo aquello que la Lima de los setentas –y aún hoy– no quería ver: los trajes multicolores y brillantes, la voz chillona de la calle, la nostalgia de los andes y la celebración del barrio.
Hijo de un cargador de La Parada y de Olimpia Quispe, el pequeño Lorenzo no conoció su padre. En cambio, conoció la vida en los recovecos del cerro San Cosme, esa Lima migrante que comenzaba a crecer hacia arriba. Sin embargo, Lorenzo encontró en la nueva pareja de su madre, Silverio Escalante, la figura paterna y también a muchos hermanos.
Fue niño lustrabotas, ‘pájaro frutero’ y vendedor ambulante. La escuela no estaba hecha para él y en su adolescencia aprendió el oficio de zapatero, “pero de los buenos y no un simple remendón, pues yo armaba zapatos finos”, dijo en una entrevista para El Comercio un año antes de su muerte.
Con mamá Olimpia aprendió a cantar huaynos. El estadio del colegio Labarthe sería el testigo de su primera presentación en público. Lorenzo Palacios, cantante de huayno, tenía 14 años y era conocido como Flor Viquisino, aunque esa tarde lo bautizaron como Picaflor de Chacapampa.
“Nadie conoce el mundo, nadie conoce el alma, la vida tiene sus cosas y que a veces son caprichosas”, dice la letra de una de las canciones interpretadas por Chacalón. Palacios sabía que la vida era caprichosa y veinteañero ya, termina involucrado en una pelea y acusado de herir a un policía. Su destino: el penal de Lurigancho. Lorenzo Palacios ya tenía una hija y se había casado con Dora Puente a los 22 años.
Nace Chacalón
Mientras Lorenzo pasaba sus días en ‘Luri’, su hermano Alfonso Escalante, ‘Chacal’, cantaba con el Grupo Celeste. El otrora cantante de huayno deja el penal y promete rehacer su vida. En 1975, ‘Chacal’ deja Celeste y el grupo inicia la búsqueda de un nuevo vocalista. Aquí se conocen dos versiones de su incorporación. La primera, ‘Chacal’ lo recomienda ante Víctor Casahuamán, director de Celeste. La segunda, Casahuamán le pide que pase por una prueba. Lorenzo convenció pero le faltaba un nombre.
A ‘Chacal’ lo llamaban así por su transitorio parecido a un cachascanista. “‘Si tu hermano es Chacal, entonces deberás llamarte Chacalón’. Así quedó.”, contó Lorenzo Palacios ya conocido como Chacalón.
A pesar del éxito que tuvo con “Viento”, canción escrita por Casahuamán, el grupo Celeste no encontraba más difusión que en las radios. La música andina se había logrado hacer de un espacio en la televisión gracias a la dictadura militar de entonces. Pero todos volteaban la cara ante el naciente fenómeno de la música chicha, esa combinación de lo tropical con el huayno.
La nueva crema
Tras el repunte de Celeste, en 1975 Chacalón lo deja para formar su propio grupo: La nueva crema. Para este bautizo también hay dos versiones. Lorenzo Palacios, fanático del rock, toma el nombre de la banda Cream. O se inspira en el nombre de la mantequilla ‘Crema de oro’, pero como buen aliancista le da la vuelta y queda como La nueva crema.
Comienzan a grabar diferentes temas, hasta que llega el himno del migrante que se inmortalizaría en su voz. Con la letra de Juan Rebaza, Chacalón pone la garganta para “Muchacho provinciano”. La Carpa Grau se convierte en su gran escenario, aunque no deja de pisar otras tablas para llevar su música.
Incluso hay testimonios en los que Chacalón llega y se va de sus conciertos cargado en hombros. Tal es el respeto, que si sus fanáticos llegaban a trompearse en la cancha –correrían botellas, navajas y golpes- a Papá Chacalón no se le desabrochaba ni el botón de sus camisas multicolores, ni se le quitaba las joyas que tanto le gustaba ponerse.
Papá Chacalón: La Leyenda
Con lo que comenzó a ganar logró comprar un departamento para su familia en Santo Cristo, Barrios Altos, también un par de combis que hacía trabajar en el servicio público. De Chacalón también se conoce su desprendimiento con los que tenían menos que él. Compartía lo que ganaba en los conciertos aunque no fuera mucho.
Aunque ya tenía el cariño de su pueblo, Chacalón disfrutaría pocos años del éxito masivo. A fines de los ochentas las interminables noches de canto y el brindar con su público comenzarían a pasar factura. También aprendería nuevos oficios: sastrería y cosmetología. Lo último, un día que su esposa Dora lo vio “ocioso” pues él solo trabajaba en las noches. Con ella se casaría por religioso en 1992.
En los noventas la voz no le daba para más. Su pronóstico era de diabetes, úlcera gástrica y garganta irritada. El 24 de junio de 1994 Chacalón dejó de cantar en lo alto de los cerros para hacerlo desde el Infinito. Nunca se había visto en el Perú una despedida tan multitudinaria. La prensa calculó en 60 mil a los dolientes que acompañaron a su esposa Dora y los siete hijos del Faraón de la Cumbia.
Quien se iba no era un simple cantante, era el “pata del barrio”. Los fanáticos ya no bailaban con las puntas de los dedos arriba como simulando cuchillos, ahora lo hacían para despedirse de quien les había cantado en diferentes carpas para ayudarles a olvidar penas y revivir nostalgias.
(Pamela Loli Soto)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
Amigos, los invitamos a seguirnos en nuestro fan page: Huellas Digitales y en nuestra cuenta de Twitter @Huellas_ECpe