Pablo Neruda cantó ante la desgracia peruana de 1970
La presencia en el Perú del gran poeta chileno Pablo Neruda (1924-1973) ha sido constante. Algo lo atraía a nuestro país, al punto que en el poemario Canto General (1950) publicó el largo poema “Alturas de Machu Picchu”. Llegó al Perú en la década de 1960, en los años 1966 y 1970, esa última vez lo hizo para dar un recital y colaborar con los damnificados del terremoto del 31 de mayo de ese año.
Pablo Neruda disfrutaba estar en Lima, en el Perú. Sus visitas eran celebradas por la comunidad literaria del país, como cuando llegó en barco el 8 de enero de 1959, solo de paso, en una escala de su viaje a Venezuela. Esa vez, bajó de la nave italiana Usodimare con una fama definitiva de poeta comunista.
El chileno venía de apoyar al régimen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) contra su colega, el reciente Nobel Boris Pasternak, cuya novela Doctor Zhivago (1957) fue rechazada por “mentirosa”. Ese verano de 1959 conversó con el librero Juan Mejía Baca, su amigo, a quien expresó su deseo de volver en marzo de 1960 para recitar sus poemas al público limeño; es que hacía muchos años que Neruda no llegaba a Lima para compartir el placer de escuchar su aguda voz, ver su gorro de golfista a cuadros y entusiasmarse con sus metáforas inéditas y luminosas.
Pero no pudo hacerlo en marzo de 1960, sino en junio de 1966, en que dio masivos recitales poéticos en el Teatro Municipal de Lima, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Escuela Politécnica; luego se presentó en Arequipa. Por intermediación de la Asociación de Escritores del Perú, que presidía el novelista peruano Ciro Alegría, Neruda recibió la “Orden del Sol del Perú”. Fue casi una despedida con el autor de El mundo es ancho y ajeno (1941) pues un año después Alegría moriría.
Ya desde entonces Neruda era el eterno candidato al Nobel. Se casó por fin con su amada Matilde Urrutia en su refugio chileno de Isla Negra, y recibía homenajes continuamente, aunque ya no era un hombre sano. A sus 64 años, en octubre de 1968, un primer campanazo al corazón le dio el aviso: en Bogotá, cuando era jurado de un festival de teatro, le sobrevino un “leve espasmo cardiaco”.
Ese mal cardiaco se apoderó de su cuerpo tanto como el cáncer a la próstata que lo afectó, y lo llevó a la tumba cinco años después. Ya con esos males empozados en el cuerpo y alma, el poeta recaló un breve tiempo en Lima, el 8 de octubre de 1969, cuando regresaba a Santiago de Chile después de una gira por el continente.
Pasarían pocos meses para ver a Neruda conmovido por la tragedia peruana del 31 de mayo de 1970. El terremoto que hizo desaparecer Yungay y destruyó Huaraz, además de afectar toda la costa centro y norte del país, le hizo pensar en viajar especialmente al Perú. Entonces, el 26 de junio de ese año desde Europa -a donde había viajado- confirmó su llegada para dar un recital, cuya recaudación se entregaría a la Junta de Asistencia Nacional (JAN) para beneficio de los damnificados del cataclismo.
La embajada de Chile en Lima, la Casa de la Cultura del Perú y la Asociación de Escritores del Perú organizaron la presentación del poeta para el jueves 9 de julio, en principio en el elegante escenario del Teatro Municipal. Sin embargo, su recital no fue el 9 sino el 11 de julio; y no fue en el Municipal sino en el colegio Santa Úrsula, donde recitaría don Pablo sus mejores poemas.
Visita de solidaridad en el Perú
Al mediodía del viernes 10 de julio de 1970, lo primero que se vio descender del avión procedente de Caracas, en el aeropuerto Jorge Chávez, era su boina negra que cubría su cabeza calva. “Soy un poeta cansado y destrozado con ganas de quitarse los zapatos, pues estoy de pie desde las 3 de la mañana”, se quejó levemente. Luego esbozó una sonrisa.
A pesar de su agotamiento, pues provenía de un congreso iberoamericano de escritores, Neruda sintió la necesidad de ayudar a sus hermanos peruanos víctimas del violento sismo de 7.8 grados de intensidad, ocurrido el 31 de mayo de ese año. “Mis primeras palabras son para asociarme al duelo que aflige al Perú”, dijo el poeta, quien recordó que su país también vivió ese tipo de desgracias.
Acompañado por el crítico literario Antonio Cornejo Polar, director de la Casa de la Cultura, Neruda hizo suya la noche del sábado 11, desde las 7.30 pm, y por casi hora y media recitó 14 poemas en el salón de actos del colegio. Ese público tenía al frente al creador que un año después ganaría el Premio Nobel de Literatura.
En la embajada chilena y en la Casa de la Cultura del Perú se habían vendido las entradas a 100 soles la platea. Los poemas recitados ante un público de barbudos de jean y señores de saco y corbata, todos mezclados, en medio del humo del cigarro que saturó el salón, cubrió gran parte de su trayectoria poética.
Neruda no recitaba, casi cantaba sus poemas, sobre todo esos del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), que había llegado entonces al millón de ejemplares.
En tierra peruana cumplió 66 años de edad. Fue el domingo 12 de julio. ¿Qué hizo ese día? Almorzó con funcionarios chilenos en el restaurante suizo de la Herradura, y recorrió la capital limeña. Por la noche, una cena en su embajada reunió a políticos, diplomáticos, escritores, críticos y amigos en general. Eran unas 50 personas.
Al día siguiente, lunes 13 de julio, horas antes de partir del Perú, Neruda visitó Palacio de Gobierno para conversar con el presidente de la República, el general Juan Velasco Alvarado, y su canciller Edgardo Mercado Jarrín. Con ellos se enteró en detalle de las campañas de apoyo a las familias víctimas del terremoto. Después, como un marinero en tierra, subió presuroso a un barco italiano, a las 4.30 pm, para llegar a su querida costa chilena cuatro días después.
Los peruanos no olvidarían sus intensos poemas, su voz angosta y su gran corazón de poeta solidaria con el dolor humano.
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio
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