El ejército de azafrán
Incluso, cuando ya no existía la mínima posibilidad de encontrar alguna persona con vida en Jiegu, el ejército de azafrán continuaba de pie, buscando vivos o muertos entre los escombros. Miles de monjes budistas llegaron desde distintos monasterios de la planicie tibetana para rescatar a los sobrevivientes, incinerar a los muertos, repartir agua y comida a los damnificados, orar y consolar a sus pobladores. Diez días después de la tragedia, las autoridades han ordenado que todos los monjes que no son de Jiegu, abandonen la zona. ¿Por qué prescindir de ayuda tan útil?
Apenas ocurrió la tragedia, los primeros en llegar a Jiegu fueron los monjes, en camiones o cruzando las montañas a pie, encabezados por sus budas vivientes. A diferencia del Ejército Popular de Liberación (EPL) o de los Equipos de Rescate que se desplazaron a la zona, este Ejército de Azafrán (por sus túnicas carmesí) nunca sufrió de mal de altura ni tuvo problemas con el idioma.
Solo la prefectura tibetana de Yushu, donde Jiegu es su capital, concentra 238 monasterios budistas con 23.000 monjes. Estos templos están situados en los cerros, a más de 4.000 metros de altura. Los monjes que hablan el dialecto tibetano (la mayoría es de esta etnia) están acostumbrados al esfuerzo físico, a la alimentación frugal y a las pocas horas de sueño, como parte de su vida diaria.
Mientras que otros como yo, caminábamos por Jiegu contando nuestros pasos y con una roca sobre la cabeza, los monjes se multiplicaban como pan y pescado, desde el amanecer hasta el anochecer. Sin tregua, se turnaban para dormir cinco horas en promedio, con una sola comida al día y poca agua. AQUÍ, en la edición impresa, te cuento algunas de las tareas que asumieron los monjes.
A diferencia de lo que ocurrió durante el terremoto de Sichuan en 2008, cuando el EPL se convirtió en el héroe de la nación, esta vez, el protagonismo se lo llevó el Ejército de Azafrán. Sin embargo, el heroísmo de los monjes no apareció en un primer momento en los medios estatales. Había que llegar a la zona para darse cuenta que los monjes estaban por todas partes.
La televisión china enfocaba principalmente las tareas de rescate emprendidas tanto por el EPL como por los equipos de socorristas. Al fondo de las imágenes, como figura decorativa, se veía uno que otro monje. Las escenas de mayor duración donde aparecieron los monjes ocurrieron durante las visitas del premier Wen Jiabao y del presidente Hu Jintao. Los líderes chinos estrechaban las manos de los budas vivientes, mientras que los monjes aplaudían la labor del gobierno.
La situación fue cambiando poco a poco. Los monjes aparecieron en la televisión china cuando asumieron la tarea de incinerar a los cientos de cuerpos que rescataron de los escombros o aquellos que los familiares dejaban en la puerta de sus monasterios. Además, el día de luto nacional, la televisión enfocó imágenes de monjes orando por los muertos.
En el primer caso, a Beijing le preocupaba que se desatara una epidemia en la zona devastada, en el segundo, con este acto mostraba su respeto a las costumbres y tradiciones de la etnia tibetana. Pero los corresponsales extranjeros que acudieron a la zona fueron testigos del papel crucial que jugaron los monjes, los cuales dicen haber rescatado a 700 sobrevivientes y haber desenterrado a más de mil cadáveres.
Desde el principio, el número de muertos fue una contradicción entre las cifras oficiales del gobierno y los libros de cuentas que los monjes mantenían durante las cremaciones. El viernes, los corresponsales extranjeros publicaron declaraciones de algunos monjes que habían sido obligados a retirarse de la zona devastada.
Al día siguiente, las autoridades locales agradecieron la contribución de los monjes pero les ordenaron oficialmente retornar a sus monasterios. “Las labores de los socorristas en la zona devastada básicamente han terminado y el foco se ha movido a la prevención de enfermedades y la reconstrucción, lo cual necesita a gente especializada”, señaló un comunicado del Consejo de Estado.
En su edición especial de fin de semana, el periódico oficial “China Daily”, dedicó a los monjes un reportaje donde se reconocía su heroísmo en las tareas de rescate. Pero este diario se escribe en inglés y mayormente circula entre la comunidad extranjera en China o en el exterior. La prensa estatal también ha incluido algunas notas sobre el papel de los monjes pero minimizando el impacto entre la población y destacando el rol del EPL y la solidaridad mostrada entre todas la etnias chinas.
El epicentro del terremoto se localizó en Yushu, una de las diez prefecturas tibetanas que geográficamente se encuentran fuera de la región autónoma del Tíbet. Esta prefectura es parte de la provincia noroccidental de Qinghai, donde el actual Dalai Lama nació. Los habitantes de Jiegu, unos 100.000, pertenecen a la etnia tibetana y son muy devotos. Respetan a las autoridades locales pero consideran al exiliado Dalai, su líder espiritual.
Cuando ocurrió el terremoto, el Dalai Lama pidió permiso a Beijing para visitar la zona devastada pero las autoridades nunca le respondieron. Beijing acusa al Dalai de separatista por buscar la independencia del Gran Tíbet formada por el Tíbet y otras provincias como Qinghai, casi un tercio del territorio chino. El Dalai lo ha negado y dice que solo quiere una autonomía religiosa en la zona.
“La lealtad de la región con el exiliado Dalai Lama, parece ser el motivo principal por el cual la prensa estatal ha ignorado o minimizado el heroísmo de los monjes”, escribió Woeser, una respetada activista y blogger de origen tibetano. “Para el Gobierno, los Lamas son un elemento inestable que podría originar un descontento”, añade en su blog.
El Gobierno anunció que tiene previsto reparar con prioridad los 84 monasterios que quedaron dañados por el terremoto, donde vivían unos 8.000 monjes que hoy duermen en carpas. Los monjes ya empezaron a abandonar Jiegu y en su camino de vuelta van cantando sutras, cada día desde que ocurrió el sismo. Y continuarán hasta completar los 49 días considerados el círculo de la vida en la religión tibetana.