Músicas nacionales
¿Hacia dónde apunta el futuro de la música en la era de la globalización? Hace algunos meses, en uno de esos artículos que aparecen en diarios y revistas al finalizar cada año, el (no) músico inglés Brian Eno declaró que gracias a Internet los compositores contemporáneos no están forzados a responder estilísticamente ni a su región ni a su tiempo. Lo que Eno sugería es que en estos días cualquier melómano o compositor está expuesto a toda la música que se ha hecho (y se hace) alrededor del mundo gracias a las redes de difusión que se crean en el ciberespacio. De esta manera, un joven músico nacido en Iquitos (o en Atenas) puede dedicarse a continuar la tradición electrónica iniciada por Kraftwerk en Alemania a mediados de los años setenta y no sentirse obligado a grabar discos de cumbia amazónica (o de cantos balcánicos) si así lo desea.
Hace unos días, con estas ideas rondando mi cabeza, le pregunté a Caetano Veloso si los colores musicales de una región (o de un país, si queremos poner sobre el tapete la identidad musical de una nación) estaban destinados a desaparecer bajo el auspicio de la globalización de estilos impulsada por Internet.
Su respuesta fue:
“Esa era una pregunta que se oía mucho en los 60, cuando empezamos con el tropicalismo. Llamaban ‘sonido universal’ a lo que hacíamos y decían que era el asesinato del espíritu local. Y esto ocurrió muchos años antes de la aparición de Internet. No creo que ocurra una uniformización, al menos hasta dentro de algunas décadas. Las olas que van y vienen en la red pueden ser de un Babe Terror de San Pablo cantando en inglés, de un grupo de japoneses que hacen choro carioca, de rap turco, pero todavía tenemos una natural dominación norteamericana de la cultura de masas. Las respuestas a las tendencias estadounidenses o la simple intención de imitar resultan distintas en sitios distintos. Se puede oír de todo en la Internet, pero el hip hop estadounidense y algunas mezclas de R&B con puro pop comandan. Las fuerzas del mundo cambian. ¿Cómo cambiará la música? La verdad es que no sabemos.”
Desde su propia óptica, Caetano concuerda con Eno acerca de la actual relatividad de la identidad regional de la música. Es cierto que el rap nació en el Bronx, pero los jóvenes raperos turcos pueden ponerlo en práctica en las calles de Estambul si así les parece. De la misma forma en que los japoneses arman bandas de choro carioca.
Algunas de las peores dictaduras del siglo XX obligaron a varios compositores a escribir música representativa de una nación a cambio de los favores del régimen de turno. Richard Strauss en la Alemania nazi y Dimitri Shostakovich en la Unión Soviética de Stalin fueron los ejemplos más palpables de esta presión estatal. A finales de los años setenta, en el Perú, los rockeros locales fueron puestos a prueba cuando el gobierno militar obligó a las radios a programar un porcentaje de música “peruana” y no de músicos “alienados” para salvar la identidad nacional. ¿Qué consiguieron? Que durante media década la producción de álbumes de rock “peruano” se redujera a cero.
Hace menos de un mes me reuní con Olivier Conan, cantante de Chicha Libre, una banda de franceses y estadounidenses que hacen cumbia amazónica en el circuito de clubes de Brooklyn, y la pasión que mostraba Conan por este género musical iba más allá de la nacionalidad que exhibía su pasaporte y superaba a la de muchos peruanos. Sin ir más lejos, hace pocos días escuchaba a los Turbopótamos cantar en inglés un tema que bien podría ser considerado como “rock anglosajón” y la canción no tenía nada que envidiarle a la de un grupo de los suburbios de Chicago.
En fin, creo que un grupo de reggae peruano merece tanto respeto y tanta oportunidad de difusión como un grupo de salsa japonés. Debe ser obvio aquí y en todas partes que la música no es valiosa por razones antropológicas, sino musicales. La infinita accesibilidad que tenemos a la música de todos los lugares y momentos gracias a las redes de difusión de Internet nos recuerda una sencilla verdad: la música no conoce fronteras. Y que así sea, por siempre.
Chicha Libre
“Popcorn Andino”
Turbopótamos
“Ultrabeba”