La era Internet
El último año dos revistas musicales cerraron sus ediciones impresas para dedicarse exclusivamente a la edición de sus páginas web. ¿Hacia dónde vamos?
Foto: KaCey97007
Paste y Magnet, dos conocidas revistas de música contemporánea, dejaron de publicar el último año debido a la inviabilidad económica de sus ediciones impresas. Como ocurre con muchos otros espacios editoriales, ambas publicaciones cambiaron el papel por la pantalla, dejando atrás el formato de revista para adoptar el de página web.
Es obvio que las costumbres de los lectores han cambiado de manera profunda en los últimos tiempos. No es difícil señalar que actualmente la mayoría de melómanos prefiere obtener información de sus grupos favoritos de websites especializados, o de los blogs que abundan en el ciberespacio. Sin duda, la rapidez, la portabilidad y la aparente ‘gratuidad’ que la web ofrece puede resultar tentadora para muchos lectores. Pero ¿qué es lo que estamos dejando en el camino?
Aunque parezca contradictorio que un blogger lo diga, debo admitir que una de las grandes diferencias que las revistas tienen con los blogs es la objetividad que estas poseen (casi una obligación para llegar a un público amplio y diverso) frente a la subjetividad, a menudo autoindulgente, de los blogs. Esta capacidad de conjurar la diversidad de los redactores bajo una línea editorial es algo que escasea más en el ciberespacio.
También estamos perdiendo el potencial gráfico de las publicaciones impresas. Como dije en otra ocasión, si tuviera la portada que la revista Rolling Stone hizo de Doug Sahm en 1968 simplemente la enmarcaría. Es justamente este añadido gráfico que las revistas generan en los lectores lo que nos hace compartir una memoria colectiva de las publicaciones. La portada de Spin luego del suicidio de Cobain, o la de El Gráfico luego de la goleada que Colombia le hizo a Argentina, son dos ejemplos de ello.
Con esto no quiero decir que Internet no sea útil. Todo lo contrario. Pero nuestras ganas de ahorrar tiempo, dinero y espacio nos están llevando a olvidar un medio que aún tiene mucho que ofrecer. Y que enseñar.
Algo similar ocurre con la descarga de archivos de audio. La poca demanda de discos ha provocado que casi no haya CD players en el mercado. Es cierto que un iPod es más práctico. Pero, ¿la música es una cuestión de practicidad? ¿Qué es lo que estamos perdiendo como consumidores al dejar morir a la industria del disco?
En primer lugar, calidad de sonido. Los archivos de audio que bajamos de Internet no tienen la misma calidad que la de un disco original. Esta actitud, la de preferir estándares bajos de calidad sonora, le está diciendo a los artistas que invierten una gran cantidad de dinero en ‘masterizar’ sus discos que ya no se esfuercen en lograr un buen sonido. Nos conformamos con poco.
Por otro lado, el consumo de canciones en lugar de álbumes nos está llevando a un nivel básico de apreciación musical. Cuando los Beatles y otros grandes de la música se rompían la cabeza armando discos que tuvieran una coherencia conceptual, y que se pudieran escuchar como si estuviéramos viendo una película o leyendo un libro, nos hacían participar de sus sutiles ejercicios creativos. Ahora creemos que la mayor cantidad de canciones que almacena nuestro iPod la que nos convierte en mejores consumidores de música.
Y todo en nombre de la comodidad.
¿Con tan poco nos conformamos?