Candlebox en Lima: "El sonido de los años noventa está desapareciendo" [Entrevista]
En 1993, Candlebox apareció en la escena de Seattle con un disco homónimo que los encumbró en el ámbito del rock alternativo. Al mismo tiempo, bandas como Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden consolidaban el sonido grunge en la misma ciudad. Sin embargo, el entonces quinteto nunca se sintió parte de ese movimiento. Algo que sostienen hasta ahora
Veintiséis años después, visitan por primera vez el Perú para brindar un único concierto en el Vocé Club (Lince). Conversamos con el vocalista de la banda, Kevin Martin, sobre el lanzamiento de su nuevo disco Disappearing in Airports y sobre la supervivencia de la música que se hizo en la década de los noventa.
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¿Tenías idea de que Candlebox contaba con tantos seguidores en el Perú?
Kevin: Ninguna. En general, siempre hemos sabido que contábamos con una buena base de fanáticos en Sudamérica, quienes están pendientes de nosotros cada vez que visitamos esta parte del continente. Pero del Perú, muy poco. Casi nada.
Llegan por primera vez a nuestro país con un nuevo disco bajo el brazo, Disappearing in Airports.
K: Sí. Este es un álbum concebido con algunas ideas que trabajé en los últimos meses. La premisa fue ir al estudio con un único concepto para el disco. El proceso de grabación no es algo que nos haya gustado apresurar jamás. Entonces, registramos 12 canciones en cuatro días; luego, pulimos las guitarras en 2 días más y las voces en seis. Fue un proceso rápido en realidad, pero bastante consciente. Sabíamos qué sonido queríamos lograr desde antes de empezar a grabar y estamos emocionados de poder presentarlo en vivo.
Han pasado 23 años desde que lanzaron su álbum debut homónimo (1993). ¿Dirías que el sonido de Disappearing in Airports dista mucho de aquel que lograron a inicios de los años noventa?
K: Este nuevo disco es, definitivamente, una evolución de nuestro sonido. Es más: cada álbum que hemos editado ha distanciado su sonido del que lo precedió; aunque yo diría que Disappearing in Airports es una especie de punto de partida para una nueva forma de hacer música en Candlebox. Le encuentro muchas similitudes a Lucy (1995), que es un disco fuerte, potente, pero fácil de escuchar. Cuando menos lo pensaste, ya oíste las doce canciones que lo componen. Lucy fue, sin duda, el mejor disco que publicamos. Le tengo cariño porque en ese momento nos era difícil conseguir una audiencia y este álbum nos consolidó.
En efecto, Candlebox nació junto a otras grandes bandas de Seattle. Por ello, los críticos musicales no dudaron en etiquetar su música como grunge e incluso post-grunge. ¿Alguna vez estuviste de acuerdo con ellos?
K: No. Siempre he sentido que somos una banda de rock and roll, nada más. Jamás fuimos una banda de grunge porque no teníamos esa textura ácida del sonido de Alice in Chains, ese lado casi progresivo de Soundgarden o esa actitud punk de Nirvana.
Entonces, ¿no estás de acuerdo con esa asociación?
K: Para nada. Nunca fuimos una banda de grunge.
Ahora, el sonido de Candlebox está totalmente relacionado con lo que sucedió cuando aparecieron, en 1993. Al menos podemos coincidir en que gestaron un rock bastante pesado. ¿Crees que ese sonido tan de los noventas se está perdiendo? ¿Que esta década ya desapareció por completo en el plano musical?
K: Creo que la música de los noventas era bastante honesta y eso es algo que se está perdiendo. Siempre comparo lo que se hizo en esa década con lo que sucedió en los años setenta; ambas tienen un sonido bastante agresivo e incluyen en sus letras temas coyunturales, políticos. Eso es lo que tuvo. ¿Si está desapareciendo la esencia noventera en la música actual? Creo que sí. Hoy no existe un gran movimiento musical, basado en grandes artistas como Smashing Pumpkins, Stone Temple Pilots, Foo Fighters, Pearl Jam. La actual industria produce música como si se fabricaran caramelos.
¿Crees que algún artista contemporáneo pueda revertir eso?
K: No lo sé. La música electrónica está cambiando de alguna manera la forma de hacer música, el pop sí está en su nivel más bajo; pero el rock and roll se sostendrá como siempre lo hizo. La gente siempre va a buscar este género porque es el más honesto.
La música de los años setenta tuvo su renacimiento a principios de siglo con las bandas que rescataron el garage rock. ¿Crees que la música noventera también tendrá su revival en algunos años?
K: Sí, absolutamente. Creo que regresará en algún momento. Las bandas jóvenes que salen hoy en día demuestran cuán grande fue el movimiento musical de los años noventa y cuán influyente fue. Por otro lado, me parece interesante el fenómeno de los revival: The Strokes es una de mis bandas contemporáneas favoritas, ya que nacieron entre 1999 y el 2000, y creo que recogieron algunos elementos noventeros como la actitud punk. Lo que sí estoy convencido es que jamás habrá un nuevo Nirvana. ¿Un nuevo Pearl Jam? Es probable que sí, pero nunca más un icono como Kurt Cobain.
¿Qué te hace pensar que no volverá a salir un nuevo Nirvana o esta especie de ídolos de una era?
K: Tiene que ver con el acceso a la música. Antes había cierta distancia entre el músico y el público; hoy eso es totalmente diferente. Tampoco creo que hoy exista un artista de tamaña relevancia porque la música está en todos lados; es decir, hay demasiada oferta. Puedes escuchar lo que quieras, en el momento que quieras. No sé si una banda, por sí sola, pueda volver a cambiar la historia de la música. Quizás estoy hablando estupideces [risas], pero creo que, en todo caso, convertirse en el ídolo de toda una generación es mucho más difícil ahora.
Regresemos a Candlebox. La separación que tuvo la banda entre 1998 y el 2008, ¿en qué medida afectó el modo de componer las canciones?
K: Fue un impacto positivo y mejoró ese proceso. Durante los diez años de receso, tuve la oportunidad de hacer música con otras bandas y artistas; y recogí lo mejor de ellos. La decisión de separarnos fue la mejor en ese momento y nos permitió definir quiénes éramos como músicos y como compositores. Sobre todo, para mejorar esos aspectos. Nunca habíamos tenido la oportunidad de hacerlo en los años noventa. Creo que todo ello nos llevó a crear un disco tan importante para nosotros como lo fue Into the Sun (2008).
Justo te iba a preguntar eso: Into the Sun encierra todo un concepto de crítica política y de afrenta al sistema de gobierno del entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush. ¿Dirías que este álbum es el más honesto de tu discografía?
K: Uy… qué difícil responder esto [risas]. Diría que sí. En el 2008, había demasiada mierda en el mundo y eso causó un efecto en la administración de Bush. Tomé una posición contraria a él. Un montón de fanáticos se molestaron por aquella decisión y por el giro que presentaron nuestras letras en el disco. Pero mis opiniones son mis opiniones, no hay mayor ciencia en eso.
¿Crees que los músicos deben tener este compromiso de cantar sobre temas tan polémicos como la política?
K: Bueno, creo que todos los músicos tienen el derecho a hacerlo, más que el compromiso. Uno de los mayores logros de la constitución en Estados Unidos es que todos podemos expresar nuestra opinión y, al mismo tiempo, el deber de respetar a las posiciones contrarias. Ahora, como músico, se tiene la ventaja de alcanzar a miles de personas a través de las canciones que envuelven un mensaje. Eso también conlleva una responsabilidad.