Universitario: ¿Podemos pedirle un poquito de fútbol?
Hay un detalle que probablemente pocos advirtieron en el inicio del Torneo de Verano:
La mayoría de clubes no tiene un gran sponsor en el pecho de sus camisetas.
Las camisetas se ven lindas, se lucen más, su estilo ‘vintage’ hace recordar gratos momentos, pero sin un gran anunciante, la tesorería sufre. Y, a la larga o a la corta, repercute en el rendimiento del plantel.
No es una situación inusual. El año pasado, Universitario recién encontró patrocinador al final del campeonato; Alianza le tuvo que dar de baja al suyo por incumplimiento en el contrato. Otros clubes nunca lo tuvieron o jugaron con camisetas que, de tantos avisos pequeños, perdieron identidad. Parecían ciclistas.
El fútbol peruano vive en mundos paralelos.
Por un lado, la selección, de cuyo éxito todos quieren beber. El domingo pasado cuatro programas deportivos se emitieron en televisión abierta, prácticamente en el mismo horario. Y dos cadenas internacionales han abierto filiales locales. Existen proyectos en ciernes, todos ligados a la participación de Perú en Rusia 2018. Nadie quiere estar lejos de la fiebre mundialista.
Y por otro, el torneo local, cuyo mayor símbolo de informalidad es que se haya suspendido un partido en la primera fecha y uno de los equipos involucrados, UTC, esté cerca de perder la categoría.
En ese contexto se encuentra Universitario, obra cumbre de ese ‘fulbo’ desprofesionalizado, poseedor de uno de los mayores castigos que pueda recibir un club en el mundo: no poder contratar jugadores.
¿Le alcanza con lo que se tiene? No. Al equipo se le ven las costuras, sobre todo del medio para adelante, tanto por falta de alternativas individuales como por su desempeño colectivo.
La vuelta de Alberto Quintero puede darle explosión y fantasía a los últimos metros, pero el verdadero problema, como en la temporada pasada, sigue en el mediocampo. Si ‘Chiquitín’ no recibe la bola, si no tiene con quién combinar, su presencia será intrascendente. Manicero, su probable asistidor, está aún lejos de volver. Y su regreso no garantiza nada. La irregularidad es su divisa.
Las ideas escasean y la alternativa del juego directo se topa con la impericia en el trato de la pelota. La crema llega como puede por las bandas y de ahí es bombazo puro para que se las arregle Chávez o un central llegue y con lo que sea -cabeza, pierna o ingle- intente meterla en el arco contrario. Benincasa y Schuller, los más peligrosos en Huaraz, probaron esa fórmula.
Tirarle la mochila a De la Cruz, un mocoso rebelde y conchudo, es un crimen. ¿Pero Páucar y Romero, por qué no exigirles más? ¿Qué hacer para que Siucho se quite la etiqueta de promesa o Figuera se olvide de sus tonteras?
¿No se puede hacer algo más, profesor Troglio?
No pedimos filigrana ni lujos, solo cosas simples: que la pelota lanzada por un jugador con la camiseta crema la reciba otro con la camiseta del mismo color. Y que si tenemos un ’9′ que no mete miedo, no se abuse del bombazo en busca de un cabezazo salvador.
Amor propio sobra. Lo demostró Benincasa, un jugador a quien se le puede criticar por cualquier cosa, menos por su falta de corazón.
¿Pero un poquito de fútbol, algo que nos robe una sonrisa… será mucho pedir?