Museo del corazón (Parte 1)
(Semana del llanto en Tv en serie)
Como saben, el domingo empezamos con la Semana del Llanto en Tv en serie, dedicada a la telenovela, el producto televisivo más culposo y delicioso de todos. Por ese motivo he invitado a uno de los especialistas más reconocidos del género en el Perú.
Eduardo Adrianzén Herrán es el primer invitado de este blog. Creó y escribió buena parte de las miniseries y telenovelas que recuerdo haber visto de chico y de no tan chico como “Los de arriba y los de abajo”, “Tribus de la calle”, “Todo se compra, todo se vende”, “Qué buena raza”, “Regresa”, “La Perricholi”, “Tatán”, “Sarita Colonia”, “Chacalón”, “Viento y arena”, “Perú campeón” y “Pide un milagro”. Además es autor del libro “Telenovelas: cómo son, cómo se escriben” publicado por la Universidad Católica del Perú en Enero 2002.
Eduardo accedió amablemente a compartir sus opiniones con nosotros y me hizo llegar el último capítulo de dicha publicación. Es un listado de las que a su juicio son las telenovelas más relevantes e incluye una breve reflexión en torno a las razones que explican su éxito. El orden es cronológico, de la más antigua a la más moderna, y les adelanto que incluirá algunas telenovelas peruanas. La publicaremos en dos partes.
Si tiene un equipo de sonido cerca, este es el momento de colocar algo de Arjona o de Manzanero, en concordancia con sus preferencias o ánimos. Siguen créditos de inicio…
MUSEO DEL CORAZON
Breve análisis de algunos clásicos del género
A continuación, un pequeño catálogo de títulos que todos los amantes de la telenovela recuerdan y conocen, al menos por referencias:
1) EL DERECHO DE NACER
Original de Félix B. Caignet
El secreto de su éxito: la reivindicación de la ilegitimidad.
Alberto Limonta es el hijo bastardo de una joven rica que, criado por una humilde mujer negra, logra el éxito profesional por su propio esfuerzo y culmina en superioridad de condiciones económicas y morales respecto a la familia que renegó de él. Imposible no ser un clásico con tan extraordinaria premisa dramática. El inicio es uno de los más violentos posibles: don Rafael Del Junco, padre de María Elena, la joven madre soltera “deshonrada”, manda matar a su nieto, quien es salvado gracias a las súplicas de rodillas de la nodriza, la inmortal Mamá Dolores. Nótese lo espeluznante de semejante situación límite: mandar asesinar a un bebé. Es decir, lo más graneado de la crueldad, solo superada por el ogro de Pulgarcito que se comía a sus hijas. Las escenas de Mamá Dolores arrodillada ante el sicario para suplicar que no mate a machetazos a un recién nacido son la quintaesencia del melodrama. Siendo América Latina un continente con graves problemas de paternidad e “ilegitimidad” (término por suerte ya obsoleto) huelga decir la cantidad de fibras emotivas que tocó. El Derecho… refleja el deseo de revancha de muchos hijos no deseados, a la vez que su necesidad de ser aceptados luego de haber demostrado su poder, pero siempre con la superioridad que da la nobleza. Los pobres pueden ser pobres materiales, pero jamás pobres de espíritu, reza la moraleja de toda telenovela y El Derecho… la lleva a los extremos. Tampoco olvidemos que Mamá Dolores es negra y sirvienta -es decir, prácticamente una esclava para sus feudales patrones Del Junco- y sin embargo es ella sola quien forma y cría al joven Albertito con los principios morales más sólidos. Por tanto, también se reivindica la sabiduría de los estratos más humildes, demostrando que son perfectamente capaces de inculcar una ética del trabajo y estudio, junto a unos principios morales que a la postre produzcan líderes.
La primera versión radial data de 1940 en Cuba, pero rápidamente casi todos los países latinoamericanos grabaron las suyas. En TV se recuerda una versión mexicana a fines de los años 50 protagonizada por María Rivas y Enrique Lizalde, y para las nuevas generaciones el popular remake de los 80′ con Verónica Castro, Ignacio López Tarso, Socorro Avelar y Humberto Zurita.
2) SIMPLEMENTE MARIA
Original de Celia Alcántara
El secreto de su éxito: la maternidad en un contexto social realista.
Antes de entrar de lleno a su tema, el inicio es clave en Simplemente… por ser también la historia de la migración de una joven del campo hacia la capital, situación ganadora desde el arranque pues nos predispone a simpatizar con su indefensión. Tiene similitudes con otro clásico, María Isabel de Yolanda Vargas Dulché, donde una campesina también llega a la ciudad con una hija ajena en brazos, con la diferencia que su ascensión social se da gracias al matrimonio y no por su trabajo. Simplemente… es mil veces más realista, y valgan verdades en ella todo es perfectamente verosímil. Es una telenovela de avanzada en la medida que evita la truculencia y más bien se aproxima al neorealismo. A María no le roban el hijo ni menos lo regala: ella misma lo cría, ayudada por sus honestos y fieles amigos. María no se vuelve rica por matrimonio ni por sacarse la lotería, no: trabaja como una burra y progresa gracias a su propio mérito. Y lo más interesante: finalmente no se queda con el galán inicial. No es una historia escapista ni evasora. Por el contrario, es estimulante y me atrevo a decir feminista porque presenta una heroína que no depende del hombre para sobrevivir. Al contrario, ella mantiene al padre de su hijo con la costura mientras estudia medicina, y el muy miserable le paga casándose con una chica rica apenas se gradúa. Una vez abandonada, María afronta ser madre soltera sin bajar la cabeza y vive a plenitud su maternidad. Gesta épica de todas las mujeres solas del mundo, a la vez ilustra la hermandad entre el género representada por su gran amiga Teresa, otra empleada doméstica como ella que le presta a María un vestidito dominguero para que pueda salir, porque Teresa tenía dos, sin imaginar entonces que años después, María será la reina de la moda. ¿Es que acaso puede existir una historia más conmovedora y humana que esa, y que, para remate, sea verosímil? La gran trampa -decían algunos en otra época- es que también ensalzaba el individualismo capitalista, la idea del self made man (en este caso, woman) ya que María trabajaba arduamente, se gana una buena reputación como costurera y con ventajas sobre sus competidoras (se dice repetidas veces en la historia que era cumplida y cobraba barato) y finalmente pone una empresa donde “explota” a otras costureras, esta vez para su beneficio y enriquecerse aún más. Pues sí, todo es rigurosamente cierto: María simboliza la epopeya del capitalismo pragmático. ¿Y por eso mismo no parece más actual que nunca, vistos los tiempos que corren?
También es un original radial de 1948 y la primera versión televisiva fue hecha en Argentina, pero curiosamente fue la peruana de fines de los 60′ la que alcanzó fama internacional, protagonizada por Saby Kamalich, Ricardo Blume y Braulio Castillo. Tuvo una extraordinaria tercera versión en Rosa de Lejos, argentina de inicios de los 80′ con Leonor Benedetto, Juan Carlos Dual y Pablo Alarcón, y hasta el momento una última mexicana con Victoria Ruffo y Jaime Garza, lástima que sin mucho encanto. Simplemente… sin duda es la madre de toda telenovela con temática realista y sin excesos, la ópera magna de su autora y uno de los picos más altos en la historia del género.
3) NATACHA-CARMIÑA
Original de Abel Santacruz
El secreto de su éxito: el complejo de Cenicienta.
Natacha y Carmiña son la misma telenovela, pero entre ellas hay ciertas diferencias. Carmiña es una joven migrante de Galicia que llega a trabajar como empleada doméstica a Buenos Aires en 1930. Natacha es la versión peruana contemporánea, con la misma joven inocente venida desde provincia a la capital. Aparte de contextos geográficos e históricos, el personaje de Natacha/Carmiña funciona por la superioridad moral que posee: ella será pobre, pero es mucho más noble que la familia que la emplea. Por ejemplo, se da el lujo de salvar la reputación de Teresa, la señorita de la casa aún a costa de la suya, y también la vida de la hija menor cuando ésta sufre un accidente. Este poder real que la humilde Natacha/Carmiña maneja dentro de una familia burguesa es el poder que toda persona en inferioridad social quisiera tener con respecto a quienes la oprimen. Ese y no otro es su zapatito de Cenicienta, y por ello como recompensa se casará con el príncipe: el joven millonario hijo de sus patrones, culminando así un proceso de ascensión social exclusivamente gracias a sus dotes humanitarias. Dotes que por supuesto son asequibles a todas las jóvenes del mundo, por más humildes que sean.
En la versión peruana de 1969-70 protagonizada por la magnífica Ofelia Lazo, Natacha se casa con el cuarentón “niño” Raúl (Gustavo Rojo) y los avatares de su vida matrimonial prolongaron la telenovela por muchísimos capítulos. No solo eso: Natacha sobrevivió a un choque automovilístico, a un atropello y a un accidente aéreo, por lo que de paso fue una especie de precursora de la Mujer Nuclear. En la versión argentina de los 70′, Carmiña, la ambientación en los años 30 le dio una magia y una verosimilitud mayor a la historia, además de, cosa muy curiosa, mostrar una pequeña e interesantísima trama paralela sobre los anarquistas argentinos de la época y el presidente Yrigoyen que no tenía nada que ver con las vicisitudes de la linda Carmiña, dulce hasta la diabetes e interpretada por María de los Angeles Medrano con un encantador acentito español. En la versión peruana del 89-90 producida por Humberto Polar y que fue un gran éxito, Natacha se convirtió en una arequipeña rubia -la actriz venezolana Maricarmen Regueiro- y el niño Raúl corrió a cargo de Paul Martin, aunque el personaje de su malicioso hermano Carlos encarnado por Leonardo Torres Vilar se “robó” la telenovela. Esta es la última versión conocida, hasta que otra resurrección nos la devuelva igual que Alien.
4) CORAZON SALVAJE
Original de Caridad Bravo Adams
El secreto de su éxito: pasión sexual y erotismo
Los personajes claves de este melodrama ambientado en la isla Martinica a principios de siglo son el pirata Juan Del Diablo y la bella y adúltera Aimeé, a pesar de que la protagonista oficial es su hermana Mónica, una mujer que reprime un amor platónico por su cuñado Renato Dutremont -marido de Aimeé- y decide hacerse monja. Hasta que cae en los brazos del pirata, se olvida de Dutremont, y resiste y resiste, y resiste… hasta que ya no puede más. El volcán a punto de estallar simboliza las pasiones de los personajes, y cuando lo hace con terremoto incluido, es literalmente un clímax orgásmico y liberador para todos. Esta erupción es quizás la mejor metáfora sexual en la historia del género, y el cuarteto Mónica-Juan del Diablo-Aimeé-Renato, uno de los más hábiles juegos de arquetipos/espejo, ligeramente inspirado en Lo que el Viento se Llevó. Aimeé (¿Scarlett?)- es sexual tanto como recatada es Mónica (¿Melanie?). Juan del Diablo (¿Rhet?) es macho y aventurero tanto como frágil y sedentario es Renato (¿Ashley?). Pero como estamos en un melodrama clásico, el sexo desaforado no está bien visto, así que la autora liquida a Aimeé desbarrancándola por un precipicio varios capítulos antes de la erupción y el desenlace. Es Mónica armada con su hábito de monja quien representa la moral políticamente correcta y la que, por supuesto, se queda con el pirata objeto del deseo.
Hay tres versiones mexicanas, a saber. La primera de los años 60′ con Julissa, Jacqueline Andere y Enrique Lizalde, la segunda con Angélica María, Susana Dosamantes y Martín Cortés, y la tercera con Edith González, Ana Colchero y Eduardo Palomo. Los entendidos dicen que hasta hoy es imposible superar la primera (que no vi por razones cronológicas).
Acotación: unas palabras sobre ser monja en una telenovela. Tanto Mónica de Corazón Salvaje y María Elena de El Derecho de Nacer se meten a monjas solo para controlar sus deseos eróticos o para expiar el haberlos tenido, y una vez resueltos sus problemas se desmonjizan con mucha facilidad. También ocurrió en Papá Corazón con la juvenil novicia Camila o con La Extraña Dama, una muy interesante telenovela argentina protagonizada por Luisa Kuliok a inicios de los 90′, y personalmente también lo he usado en Los de Arriba y los de Abajo con el personaje de Sor Mariana encarnado por Gabriela Billotti. Aunque en la telenovela la monja es un personaje de iconografía religiosa, en verdad está muchísimo más cargado de erotismo que su equivalente, el sacerdote. Si bien es cierto que en varias telenovelas los sacerdotes se enamoran y a veces cuelgan los hábitos -o al menos se los remangan-, en términos estadísticos son más bonachones y parecen más satisfechos con su vocación religiosa que la monja, siempre reprimida o recluida del mundo por alguna razón bastante diferente que el sincero amor a Cristo.
5) NINO
Original de Geraldo Vietri en co-autoría con Walter Negrao
El secreto de su éxito: la épica de lo cotidiano
Nino, o Italianinho, o “Nino el italianito” fue un gran éxito desde su estreno en Brasil en 1969 y una de las telenovelas precursoras del estilo brasileño que depararía tantas obras maestras. El clásico que conocemos en idioma castellano fue la coproducción argentino-peruana de inicios de los 70′ protagonizada por Enzo Viena como el entrañable carnicero Nino, tal vez el muchachón de barrio más carismático en toda la historia del género. Como apuntamos anteriormente, Nino es una telenovela coral en todo el sentido de la palabra pues maneja siete núcleos dramáticos a la vez: la casa de Nino, la casa de Bianca (Gloria María Ureta) la casa de Natalia (María Aurelia Bissutti) la casa de doña Santa (Elvira Travesí) la casa de doña Nena (Pepita Muñoz) la casa de doña Julia (María Rosa Gallo) y la casa de Renato (Osvaldo Cattone), única que no pertenece al barrio y representa a otra clase social mucho más elevada. Sin duda la magia de esta telenovela consiste en la creación de los personajes, todos reconocibles y parecidos a cualquier ser humano que viva en cualquier quinta de cualquier ciudad del mundo, y cuyos conflictos domésticos de padres, hijos y enamorados fueron elevados a categorías épicas. No en vano el subtítulo de Nino era “las cosas simples de la vida” y en efecto, la historia es de una sencillez tal que en manos de autores menos hábiles hubiera caído en lo trivial. ¿Pero es que acaso alguien mayor de 35 años puede olvidar a la maravillosa Elvira Travesí como la mamma doña Santa poniendo en cintura a sus tres hijos, (imagen que nos remite a Katina Paxinou en Rocco y sus Hermanos?) ¿O a las encantadoras doña Nena y su hija la señorita Leonor (Noemí Del Castillo) como las dueñas del único teléfono en toda la quinta? ¿O a la cojita Bianca mirando a Nino muerta de amor, mientras que él sufre por culpa de la arribista Natalia? ¿O del histórico beso de cinco minutos que se dieron luego de la expectativa más larga de la que se tiene noticia?
Muchos años después en 1996, Nino volvió con un remake peruano que a fuerza de demasiados ajustes y cambios al original lamentablemente perdió el encanto. Pero la herencia de la inmortal obra de Vietri subsiste en todas las telenovelas que se alejan de la truculencia e indagan en la grandeza de los sentimientos más comunes a todos los humanos.
6) ESMERALDA-TOPACIO
Original de Delia Fiallo
El secreto de su éxito: la reivindicación de la ilegitimidad, otra vez.
Es el paradigma de todo un subgénero: la telenovela de Discapacitada, y un poco la historia de El Derecho de Nacer con protagonista femenina y -su gran diferencia- ciega. Esto la coloca en una situación de primitivismo total, de feto aún nonato viviendo en medio de la naturaleza y un estado edénico. Esmeralda recién “nace” al recuperar la vista bastante avanzada la telenovela y junto con ella recupera identidad y nombre. Es una hija abandonada por su propia madre (suponemos que debido a un ataque de locura puerperal) aunque con el agravante de que en realidad permite que sea cambiada por un recién nacido varón. Es decir, la mujer/ciega/legítima es despreciada por un heredero hombre, y esta premisa evidencia los problemas de género posiblemente más que ninguna otra telenovela. El ser hembra es una maldición, y sin embargo Esmeralda se pasará buena parte de la historia conciliando a las partes y perdonando a su familia, que buena cuenta son un hatajo de miserables. Esta clase de mujer perdona y trae la paz al descubrir su valor. No quiere vengarse, no es ni Medea ni Némesis. Es buena -como Alberto Limonta- y cede. Tampoco es casual que su galán sea una suerte de espejo invertido (es acogido como el hijo legítimo, es el deseado) que en la parte final sufre una ceguera “psicológica” al darse cuenta que no es dueño de nada. Entonces la mujer perdona y acepta, y allí nuevamente encontramos el mismo gran poder que manejaba Natacha: su infinita nobleza.
La primera versión televisiva de Esmeralda es la clásica con Lupita Ferrer y José Bardina de inicios de los 70. La segunda, la no menos célebre Topacio con Grecia Colmenares, y hubo una tercera mexicana en los 90′ con Leticia Calderón. Como esta última ha funcionado bastante bien, con seguridad que algún día la reciclarán para una cuarta versión.
Existe un estupendo ensayo que analiza exhaustivamente Topacio escrito por la investigadora Elizabeth Lager (“Las Razones de una Pasión: Análisis de Topacio”, publicado como parte de “Televisión y Melodrama. Géneros y lecturas de la telenovela en Colombia”, por J. Martín-Barbero y Sonia Muñoz, coordinadores), al cual debo muchas de las ideas apenas esbozadas en estos párrafos.
7) PAPA CORAZON-MUNDO DE JUGUETE
Original de Abel Santacruz
El secreto de su éxito: la reivindicación del niño como centro del mundo.
Es el paradigma de la telenovela infantil y su éxito fundó las bases de un estilo que sufrimos (o disfrutamos, depende de los gustos) hasta hoy. “Pinina” fue además el primer peldaño en la larga carrera de la actriz Andrea Del Boca, una de las divas indiscutibles del star system telenovelero, quien desde aquellas épocas se reveló como la Shirley Temple latinoamericana. Hay que reconocer que Andrea Del Boca nació para ser estrella, porque la energía que le puso a su personaje con sus cortísimos años fue tan decisivo como la habilidad del guión. Pinina es el mundo alrededor del cual giran decenas de personas. Es el centro, el punto de referencia, el gran protagonista de la familia que todo niño sueña con ser. Decide, manipula con inocencia y siempre consigue todo lo que quiere. Lo único que podría ensombrecerla -su madre muerta- no es mucho problema, pues habla con su fantasma con toda naturalidad. Esta idea, bastante siniestra si uno la ve en términos adultos, fue la más criticada de toda la telenovela, y a partir de cierto momento la madre aparece con menos frecuencia. Por lo demás toda, toda la vida de mucha gente gira alrededor de Pinina y sus necesidades afectivas. Su padre viudo, sus tíos y el mayordomo se desviven en función de ella, y también todo lo que sucede en esa mezcla de colegio-convento-internado lleno de monjas y alumnas es debido a sus travesuras. Porque, importante elemento, Pinina es traviesa y metiche, pero sin malicia. Es decir, en el grado que los padres consideran normal o adorable en un niño. Con la empatía de los chicos y la solidaridad de los grandes, Pinina no tuvo dificultad en conquistar el mundo.
Su versión mexicana fue la también popular Mundo de Juguete en donde reemplazaron al fantasma de la madre muerta por una especie de fantasía-sueño donde Sara García vivía en una casa de juguete como una abuelita de cuento de hadas. Francamente las escenas se notaban extrañas, impostadas, fuera de contexto y prescindibles. Pinina cambió de nombre y se convirtió en “Cristina”, interpretada por Graciela Mauri. Ricardo Blume, Iran Eory e Irma Lozano corrieron a cargo de los otros papeles claves en una historia sencilla que a la postre se convirtió en un esquema clásico. Papá Corazón-Mundo de Juguete siguió engendrando hijos y hasta nietos en Carrousel, Jacinta Pichimahuida, Chispita, Cebollitas y similares. La “fórmula Santa Cruz” quedó como sello de fábrica, y en general varios autores argentinos son y al parecer seguirán siendo los especialistas en el sub-género telenovela Infantil.
8) RINA-MARIA MERCEDES
Original de Inés Rodena
El secreto de su éxito: en Rina, la reivindicación de la fealdad. En María Mercedes, de nuevo el complejo de Cenicienta.
En su estreno durante la década de los 70, Rina fue una telenovela expresionista y vaya que muy, muy audaz. Comenzando porque Rina era jorobada: es decir, imposible ser más fea y contrahecha. Además de ser pobre, vendía loterías y hasta le sobaban la jorobita para tener suerte. En verdad era un personaje que parecía sacado del cine de Buñuel y Alcoriza y al borde de ser francamente repulsivo. Se salvó gracias a la energía actoral de Ofelia Medina, quien logró imponer verdad en su atmósfera gótica, porque en efecto, es lo más cercano a un cuento gótico y no en vano la malvada Rafaela (María Rubio) acaba poseída por Satanás. Otros engendros sacados de la mazmorra fueron Carlos Ancira, el viejo paralítico con el cual Rina se casa por dinero, el mayordomo homosexual Eduardo Alcaraz, Magda Guzmán como la echadora de cartas desconcertada porque “a la jorobadita siempre le sale dinero” y toda una corte de los milagros que fue un jolgorio inolvidable para los adeptos a lo más duro del género.
En cambio María Mercedes, su remake de inicios de los 90′, cambió el universo gótico por una Disneylandia. La magnífica creación de la joroba de Ofelia Medina desapareció y fue reemplazada por la perfectísima cintura de Thalía. Carlos Ancira se transformó en Fernando Ciangherotti, galán con el cual casarse no era nada morboso, salvo porque estaba enfermo y moriría pronto, y así otros cambios por el estilo muy acordes con la moda light de los 90. Ahora, de todas formas Rina es un guión de extremos imposible de pasar por agua tibia, y así como la primera vez hubo que irse al mundo freak, la segunda tuvo que entrar de lleno al comic y la parodia. La gran ganadora fue Laura Zapata, quien compuso a la malvada Malvina con innegable acierto. El éxito de María Mercedes supuso además la consagración de Thalía y la primera de una serie de “Marías” que encasillaron a la actriz en personajes que -en nuestra opinión- están por debajo de sus verdaderas capacidades histriónicas, las cuales tímidamente asoman en medio de tanta parafernalia de impostación y marketing.
9) VIVIANA
Original de Inés Rodena
El secreto de su éxito: el valor de la templanza
Viviana es una joven inocente y bellísima que vive en un par de cuartos alquilados dentro de la casa de unas viejas proxenetas encargadas de enganchar “modelos” para selectos círculos de prostitución. Su esposo tiene una doble vida, pues está comprometido con otra mujer y la deja sola durante casi todo el día. Mientras, la pobre Viviana vive rodeada de sexo y promiscuidad por todas partes y sin embargo mantiene heroicamente su virtud. Coquetea con el mal, pero no cae. A nivel inconsciente refleja el deseo reprimido de vivir en un medio excitante y peligroso sin sucumbir. Fue el gran papel de Lucía Méndez y tuvo excelentes personajes para Maricruz Olivier, como una malvada sexy engreída hija de padre rico, Héctor Bonilla como un galán super macho mentiroso hasta el delirio y las antológicas Rosa María Moreno e Isabela Corona. La primera, compuso una malvada patológica (doña Beatriz, que termina en un manicomio) y la segunda una malvada intrigante (doña Consuelo, que termina muerta a candelabrazos por su compañera de rapacerías). El sexo con una abundante dosis de morbo se respira en cada secuencia de Viviana y entre sus múltiples audacias destaca bautizar como “don Jesús” al perverso decadente que interpretó Carlos Camara. Otra curiosidad fue la aparición de un sensible galán en la segunda parte (Juan Ferrara) que parecía destinado a ser el típico despreciado después de que Viviana perdone a su infiel esposo. Pues gran sorpresa, no lo perdonó y en el último capítulo se casa con Ferrara para beneplácito y alivio del público. Muy pocas veces se ha visto el triunfo del amor adulto y razonable sobre el amor sadomasoquista en una TN, y tanto Viviana como Simplemente María son ejemplares en este aspecto, amén de muchos otros. Mención aparte merece la inmortal Maricruz Olivier con su malvada y gatuna “Gloria”, personaje de una sensualidad exquisita cuyo final sola y llorando en medio de la penumbra solo es comparable al de la señorita Violante en Xica da Silva.
Felizmente Televisa no se ha atrevido a hacer un remake de Viviana y por lo mismo su recuerdo es legendario. Quizás ante la arrolladora certeza de que el original es insuperable, y de paso a que es muy difícil que alguna actriz de hoy se arriesgue a ser comparada con la perfección de Lucía Méndez.
10) LOS RICOS TAMBIEN LLORAN-MARIA LA DEL BARRIO
Original de Inés Rodena
El secreto de su éxito: el complejo de Cenicienta, otra vez.
Los Ricos… es un ejemplo de cómo a veces la importancia de la dupla Autor/Actriz no siempre va en partes iguales, pues sin la extraordinaria Verónica Castro es casi seguro afirmar que la historia no se habría convertido en el clásico que es hoy. Su “Mariana” fue una chiquilla vivaz y muy simpática, con la ventaja añadida de los recursos actorales de una profesional de su calibre. A diferencia de Natacha que es sufrida y cabizbaja, Mariana es protestona y graciosa. Su galán (Rogelio Guerra) era un manipulable bueno para nada y la malvada una intrigante prima llamada Esther (Rocío Banquells) que hizo de todo para fastidiarlos, aunque nada muy original ni espectacular que digamos. Habían muy pocos personajes y prácticamente ninguna historia paralela, pero el éxito fue tal -y también inesperado, dicen- que hubo que inventar una segunda parte. Lástima que todo el encanto y la gracia de la primera se perdió para dar paso a otra telenovela completamente distinta, en donde Mariana se convirtió en una madre dolorosa típica, buscando al hijo que ella misma -sí, ella- le regaló a Aurora Clavel durante un “ataque de locura” inmediatamente después de que su esposo la repudia acusándola de aparentes amores adúlteros, problema que se resuelve en media hora hablando como la gente. Sin duda bien frágil resultó la psique de Mariana, y tenía muchísimo que aprender de la valiente Simplemente María. Largo tiempo después, el bebé se convierte un apuesto joven criado humildemente como otro Albertito Limonta, y Verónica Castro es obligada a aparentar 40 años de edad con solo cambiarse de peinado. El fantasma del incesto rondó por ahí con los equívocos (otra vez) de Rogelio Guerra con respecto a la “extraña atracción” que sentía su esposa por el joven y en fin, las cosas se alargaron casi hasta el bostezo. A la postre quienes salieron ganando fueron la debutante Christian Bach, como la bellísima profesora de ballet que también busca hija adolescente perdida (aunque cronológicamente apenas parezca su hermana mayor) y Edith González, quien demostró que la conmovedora pequeña Cosette de Los Miserables se había convertido en una interesante dama joven.
La segunda versión de Los Ricos… fue María la del Barrio protagonizada por Thalía, quizás la única actriz de su generación capaz de manejar una energía similar a la de Verónica Castro. Fiel al estilo de las “Marías”, la telenovela se manejó dentro del comic, más desmelenado aún que María Mercedes, convirtiendo los textos en auténticos homenajes al melodrama a la manera postmoderna: esto es, un festival de tomaduras de pelo.
…continuará (como las telenovelas)
*Estimados lectores: Desde enero del 2009, el blog “Tv en serie” lo desarrolla Romina Massa. Este post escrito por el anterior blogger, Javier Masías, seguirá en línea pero sin opción de dejar comentarios.