Al inicio del año escolar 2020, les dieron la noticia de que no asistirían más al colegio por que las clases serían virtuales debido a la pandemia. Todo cambió radicalmente para los estudiantes: pasar de interactuar con sus compañeros y docentes en un mismo lugar, a sentarse frente a una pantalla por horas.
Es así que los alumnos han tenido que adaptarse de manera brusca a una nueva forma de aprendizaje. Sin embargo después de casi dos años, todavía tienen dificultades.
Estudiantes y padres de familia de la institución educativa San Juan de Miraflores, en Loreto, dieron a conocer sus inquietudes: Afirmaron, en su mayoría, que prefieren las clases presenciales ya que eso garantiza un mejor aprendizaje.
“Hay limitaciones para participar en clase, por que en internet es bastante lento, a veces me molesta y frustra que los más participativos en clase, sean los que mejor señal tienen”, dice Laura, una alumna que vive a 30 minutos del centro de la cuidad de Iquitos. “He tenido que contratar a una persona especializada en el aspecto tecnológico, que me ayude y enseñe a elaborar las clases virtuales, debido a que no cuento con el suficiente conocimiento tecnológico para el manejo remoto de mis clases”, menciona el docente Alfonso Villacorta Garate.
Sin duda, la falta de una buena conexión a internet es el principal problema, pero también lo es la escasez de equipos tecnológicos. Cuando empezó la pandemia y se cerraron las escuelas, el gobierno entregó tablets a los estudiantes para facilitar las clases a distancia. Sin embargo, pocos colegios recibieron estos dispositivos y, otros no, como el colegio San Juan de Miraflores.
La crisis de la pandemia también dejó a muchas familias sin trabajo y sin recursos económicos para realizar recargas constantes para datos de Internet y así tener una buena conexión. Loreto es una región con un bajo nivel de conectividad a Internet, y más en sus espacios rurales. Ésto por la zona geográfica en la que se encuentra, la cual ha ocasionado que se dependa mucho del enlace satelital y se tenga un servicio más caro y más lento que en el resto del país. Y así, muchos escolares desertaron de las clases virtuales por no contar con implementos tecnológicos como los celulares inteligentes, laptops, o computadoras.
¿Cuánto dinero puede llegar a gastar al año, una familia, para que los hijos puedan estudien en la modalidad virtual ?
Una familia en Loreto necesita 4.000 soles en un año para que sus hijos accedan en lo básico a la educación virtual: Celulares inteligentes para que puedan conectarse a sus clases virtuales, pago de las recargas mensuales para los celulares, una impresora con la que pueda archivar sus trabajos. Sin embargo, si se quiere una experiencia más cómoda (incluyendo una laptop o computador) llegaría a gastar hasta 7.000 soles en un año.
A continuación el testimonio de Valentín Rodríguez, quien nos cuenta cómo es que la teleeducación ha afectado a los estudiantes de Loreto, como él.
Menor asistencia
El problema no solo ocurre en Loreto. Según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del INEI, más de 400 mil alumnos dejaron de plano de llevar clases durante el año pasado a raíz de la pandemia. Y si bien los datos muestran que la reducción de la asistencia escolar fue un fenómeno generalizado para los alumnos de las familias de diferentes niveles de ingresos, hay una gran diferencia entre la calidad de educación virtual recibida.
Los hogares con menores ingresos reportaron el uso de la radio para acceder a las clases a distancia en mucha mayor proporción (30%) que los alumnos pertenecientes a hogares con mayores ingresos (3%). Por el contrario, en los hogares de ingresos más altos, el 59% de los alumnos reportó haber empleado una plataforma virtual o página web, en contraste con solo el 17% de los hogares con ingresos más bajos.
“Los medios de acceso a la educación virtual que predominan entre las familias de menores ingresos no permiten fomentar la interacción entre los profesores y alumnos, dificultando el aprendizaje. Si bien aplicaciones de mensajería como WhatsApp hicieron posible compensar parcialmente dicho problema, esta herramienta fue utilizada en menor medida por los alumnos de los quintiles de ingresos más bajos”, señala un estudio de IPE publicado en julio de este año.
El informe también indica que los problemas de acceso también podrían haber ocasionado que los adolescentes de menores ingresos y zonas rurales opten por realizar otras actividades, disminuyendo el tiempo destinado a su educación. La cantidad de trabajadores adolescentes en zonas rurales se incrementó de 388 mil a inicios de 2020, a 485 mil a inicios del 2021.