Jerónimo Pimentel

Dos de las casas más tradicionales del fútbol europeo, que juntas suman 19 copas de Europa, se reunirán este 22 de mayo en París para medir fuerzas en la final de la.

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Por un lado se encuentra el de Jürgen Klopp, un monstruo del hiperrendimiento (60% de efectividad) que suma su tercera final de Champions League en 5 años.

La idea es de Klopp es simple, la aplicación complicada: recuperar el balón apenas se pierde, sea donde sea, incluso antes de rearmar filas como manda la ortodoxia táctica. El concepto de “gegenpressen” o contrapresión tiene sentido: cuando un jugador gana un lance, ha gastado energía y no es consciente de la posición exacta de sus compañeros en el momento, lo que lo hace vulnerable a la presión y le quita precisión en el pase siguiente. Variantes más o menos, es una herramienta clave en las propuestas de Bielsa y Guardiola. ¿Qué necesita un equipo para poder aplicar este sistema? Desgaste físico, disciplina y convencimiento.

Todo ello lo tiene el Liverpool: Allison es un arquero fiable; por los laterales, Alexander Arnold y Robinson atacan, cubren y relevan; Van Dijk y Matip son dos centrales clásicos, cualquiera de los cuales puede ser reemplazado por Konate; Fabinho, en el medio, es el ancla, acompañado por Keita y Thiago Alcantara (con dos opciones de lujo en banca: Henderson y Milner); por los extremos Mané y Salah, ahora con la opción de Luis Díaz, son por mucho el trío de atacantes más eléctrico del fútbol mundial; de 9, a veces retirado, a veces de área, Diogo Jota cumple en la difícil labor de sustituir a Firmino.

A favor, el Liverpool tiene todo: son superiores a cualquier club tanto en el hombre a hombre como en funcionamiento. Un deseo los motiva: cobrarse la revancha de la temporada 2017-18, esa que perdieron por los bloopers de Karius. ¿En contra? Cierto desgaste que solo la frescura de Díaz ayuda a mitigar.

En la otra esquina, el brilla con una luz única en Europa. Su leyenda asesina desmoraliza: es capaz de rendir siempre por encima de sus medios, vencer a opuestos superiores y liquidar a candidatos más prolijos con carácter y camiseta.

Ante el City hizo algo que pocos pueden: los obligó a jugar el partido equivocado. Todo el primer tiempo el genio táctico de Guardiola naufragó ante el clasicismo severo de Ancelotti, convencido de que un 4-3-3 o 4-4-2 bien plantado (depende cómo se entienda la función de Valverde) es suficiente para deshacer novelerías y hacer valer la casa. Puede que tenga razón, si se analiza cómo Carletto ha logrado recuperar la contundencia que los merengues alguna vez tuvieron con Ronaldo, solo que sin él. Ante el PSG, como contra Chelsea y Manchester City, fueron superados en juego durante la mayor parte de los duelos, aunque eso no parece importar mucho cuando tienes al mejor arquero del mundo, Courtois, y al delantero más en forma, Benzema. El juego es el medio, parece decir el italiano, no el fin.

A favor, el Real Madrid tiene todo: llave a llave, sin importar rival ni pompa, ha impuesto su lógica sin que exista una explicación que no sea pensamiento mágico: “Así gana el Madrid”. Es una sentencia que se sustenta en sí misma, partido a partido, para construir la narrativa de milagro cotidiano. Ese deseo los motiva: alargar su épica copera. ¿En contra? La defensa, parchada y de segundo orden, no está a la altura: el City les marcó 5 goles en dos partidos; el Chelsea, 4.

Las armas están definidas: presión alta, transiciones rápidas, posesión y control vs ortodoxia, pragmatismo, pegada y mito. Klopp vs Ancelotti. Los dueños de Europa.

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