PSG perdió 2-1 en París frente al Real Madrid y quedó eliminado de la Champions League. (Foto: EFE)
PSG perdió 2-1 en París frente al Real Madrid y quedó eliminado de la Champions League. (Foto: EFE)
Guillermo Oshiro Uchima

El ostentoso proyecto millonario del se derrumbó como la casita de paja de los cerditos. Con y sin Neymar, un par de soplidos del destrozó las lujosas pero endebles bases del cuadro parisino en el Santiago Bernabéu (1-3) y también en el Parque de los Príncipes (1-2). Y si en el 2017 la escuadra francesa ya había acusado falta de grandeza cuando desaprovechó una ventaja de 4-0 ante el Barcelona para caer rendida 6-1 en la vuelta, ahora mostró el mismo rostro inocente frente a un lobo que demostró su ferocidad y terminó con sus ilusiones. La es así, no perdona a los débiles, está hecha solo a la medida de los grandes, de los más fuertes.

Conquistar la Orejona no es tan sencillo como sacar 400 millones de euros del banco para comprar las figuritas del momento, se requiere de una visión que apueste por un proyecto deportivo serio y bien delineado en donde todas las piezas encajen a la perfección, cual rompecabezas. Hay que saber elegir. A eso se le llama equilibrio para ser fuerte en cada una de las líneas. Las estrellas son necesarias para dar el salto de calidad pero no hacen solas un equipo. Es evidente que el PSG, más allá de sus maravillosas estadísticas goleadoras en esta temporada prodigiosa en campos galos, no es un once potente que pueda competir en Europa contra los clubes de linaje, en un territorio minado donde entran a tallar más variables que el anecdótico valor económico de un plantel.

Las contrataciones de Neymar y Mbappé generaron un gran impacto mediático, fueron la frescura que necesitaba el club para borrar la humillación catalana. Pero ellos debían encontrar sostén en un conjunto que les permitiese desarrollar su juego ofensivo. Sin embargo, se insertaron en un grupo sin carácter ni rebeldía, supeditado casi en exclusividad a que los dos muchachitos recién llegados resolvieran todo como salvadores.

Con la autoridad que se gana a través de la historia, los restos del Real Madrid bicampeón del Viejo Continente despidieron al PSG del torneo con oficio, con mucho carácter para soportar los momentos difíciles y con la apuesta inteligente de un técnico que gobierna en un vestuario lleno de ‘galácticos’. Todo lo contrario sucede en las huestes parisinas, donde la anarquía impuesta por Neymar le quita toda autoridad al entrenador. La falta de liderazgo también asoma en la cancha, donde no hay caudillos que defiendan su territorio en cada balón. Los soldados de Emery carecieron de carácter para remontar la eliminatoria.

Ante el segundo fracaso europeo –ambos en octavos de final ante dos grandes de España– ya se respira una gran revolución en el vestuario, donde la cabeza del técnico empezará a rodar primero. En siete años los inversores cataríes gastaron más de mil millones de euros en fichajes, tuvieron tres estrategas –Carlo Ancelotti, Laurent Blanc y Emery– y la gloria se les sigue resistiendo. Para gobernar en Europa se necesita mucho más que dinero. No se puede vivir de victorias pírricas. Ya lo explicó el propio Adrien Rabiot, uno de los referentes del plantel. “Es fácil marcar ocho goles al Dijon [en la Liga Francesa]…”.

Ahora la tarea será conseguir un entrenador capaz de inculcar el ADN ganador a un PSG que todavía está lejos de cumplir sus sueños hegemónicos en la Champions. Neymar y 400 millones de euros no son suficientes.

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