La vida da muchos giros inesperados y los futbolistas no están libres de ello, aunque se piense siempre en ellos como las superestrellas millonarias que viven en mansiones y andan en coches de alta gama. Inimaginablemente, todo puede cambiar de un día para otro, aunque ese rumbo también es controlable. Así lo ha experimentado Jorge Pinos (Quevedo, 3 de octubre de 1989), quien a base de mucho sacrificio logró, en poco tiempo, dirigir su destino hacia la gloria, tras convertirse en campeón de la Copa Sudamericana en el arco del sorprendente Independiente del Valle de Ecuador.
El fútbol siempre corrió por las venas de Jorge. De hecho, su padre también fue portero profesional. De ahí heredó el amor y deseo por ser un guardameta (y no uno cualquiera). Entonces, el ecuatoriano inició su aventura profesional en las juveniles del Caribe Junior y también en las del popular Barcelona SC.
Ya en el 2012 perteneció al primer equipo del histórico Barcelona SC, aunque no llegó a debutar. Luego jugó por algunos equipos de la Segunda División ecuatoriana, hasta que en el 2016, después de mucho empeño por volver a un equipo de Primera, su carrera tomó un lamentable desvío.
Había una gran posibilidad para que Pinos traslade su talento hacia Europa, exactamente en Hungría. Por eso, primero viajó a Brasil para adquirir su visa. Sin embargo, todo resultó siendo un engaño. A ello se sumó el terremoto de aquel año en Ecuador con epicentro en la provincia de Manabí, que afectó la ciudad de Manta, donde su familia se encontraba en ese entonces.
Por todo lo acontecido, Pinos tuvo que alejarse del fútbol y ganarse la vida de otras formas. Empezó como chofer y al mes regresó a su ciudad natal, Quevedo, donde tuvo la oportunidad de trabajar en un circo gracias a un amigo. Ahí era dueño de un show y, además, vendía mangos junto a su mujer.
Pese a que el trabajo lo ayudaba a mantener a su familia, su amor por el fútbol nunca lo perdió, por lo cual extrañaba mucho pisar el terreno de juego. “A veces lloraba de impotencia porque no estaba jugando. La familia me decía que confíe en Dios”, confesó el portero en una entrevista con el diario ecuatoriano “Extra”.
Tras más de un año sin competir, en marzo del 2017 el mismo amigo que lo apoyó con el circo lo llevó a jugar en Santa Rita de la Serie B ecuatoriana. Sus buenas actuaciones despertaron el interés del Club Técnico Universitario, que no dudó en ficharlo. Ahí comenzaría el resurgir de Pinos.
Jugó un año en Técnico Universitario y en la presente temporada dio el gran salto con Independiente del Valle. El resto es historia. Pinos se vistió de héroe para los negriazules en todo el transcurso de la Copa Sudamericana. Su papel protagónico también lo evidenció en la final, donde le atajó un penal a nada menos que a ‘El Pulga’ Rodríguez, de Colón de Santa Fe.
“Lo más importante para lograr este título fue la humildad”, comentó Pinos tras el 3-1 del sábado ante Colón en Asunción que le dio el título de la Sudamericana, una frase que sintetiza la vida del portero.
Así, la perseverancia ha dado sus frutos. Pinos logró controlar su destino perfectamente y lo llevó a buen puerto. Después de tantos males, hoy el portero ecuatoriano desborda de felicidad, porque fue una muralla y defendió el arco de Independiente del Valle como si se tratase de su vida. No hay mayor alegría para él que ser el protagonista de una historia que concluye con el trofeo más anhelado.