“Dos años después nada cambia”. (Foto: AFP)
“Dos años después nada cambia”. (Foto: AFP)
/ ERNESTO BENAVIDES
Guillermo Oshiro Uchima

La parte externa del botín derecho de Cueva acaricia el balón con desprecio y lo pone con precisión quirúrgica en el pie de Farfán. Es el minuto 27 y Jefferson, al borde del área grande y sin marca, se acomoda con un toque para lanzar un misil inatajable. Es el gol que empieza a derribar el muro construido por 38 años de frustraciones el que coloca a Perú nuevamente en la órbita Mundial. Luego, a los 64’, el 2-0 de Ramos confirmaría el boleto a Rusia 2018, nuevamente con Cueva como disparador de la jugada –ahora tras un córner– y otro chimpún rojo que empuja la pelota en el arco de Nueva Zelanda. Este viernes el calendario habrá dado dos vueltas exactas de aquella gesta de la selección de Ricardo Gareca en el Estadio Nacional con esos tres actores fuera de la convocatoria para la última fecha doble de amistosos del 2019.

Si bien son diversos los motivos que impiden a los tres protagonistas de aquel repechaje estar hoy en la consideración de Gareca, la selección goza de buena salud. Con sus altibajos, fue subcampeona en la Copa América y sigue siendo competitiva (el puesto 19 en el ránking FIFA simboliza su andar). El proceso se sostiene en ese crecimiento con algunos recambios que permiten seguir configurando un once que debería estar en capacidad de calcar la hazaña para Qatar 2022.

El ‘problema’ de la selección es ser un oasis en donde no se refleja nuestro fútbol. Es cierto que el Torneo Clausura suple con emotividad todas sus falencias –al menos en esta inesperada recta final–, pero la precariedad sigue siendo estructural. No hay bases firmes y seguras para pensar en un desarrollo real, en ir a la par de la selección. Seguimos estancados. Y lo peor es que se quiere edificar un campeonato de nivel europeo con equipos tercermundistas –no todos, por supuesto–. Es increíble pensar que para la temporada 2020 se incrementen a 20 los participantes de la Liga 1, cuando los 18 actuales no pueden cumplir con todas las exigencias. Cómo es posible seguir premiando a una Copa Perú que tiene ascenso directo –salvo honrosas excepciones como Binacional, Real Garcilaso o Sport Huancayo– cuando institucionalmente no puede sostenerse en pie. El caso de Pirata sirve para graficar esa realidad. Su efímera estancia en el Descentralizado, con un sinfín de problemas en el camino, dicta el trámite frecuente del fútbol macho en la Primera División.

Pensar que tenemos la misma cantidad de equipos –no hablemos de calidad– que la Liga Española, la Premier League o la Serie A de Italia para animar el Descentralizado es un despropósito. Para los que dicen que es una exigencia de la FIFA, habría que preguntarles por qué la Bundesliga continúa con 18 inquilinos desde 1965. Estirar el chicle trasluce más los defectos.

Con Ricardo Gareca al mando de la selección se rompió el maleficio de 38 años sin mundiales.
Con Ricardo Gareca al mando de la selección se rompió el maleficio de 38 años sin mundiales.
/ FPF

Punto aparte es la Comisión de Justicia de la FPF. La denuncia de la San Martín sobre la falsificación de documentos de Unión Comercio para justificar la presencia de su médico, en el duelo entre ambos por la fecha 5 del Clausura, es muy grave. Que la CJ-FPF declare improcedente el reclamo con pruebas de por medio no sorprendería por la informalidad de nuestro fútbol, pero sí confirmaría que nuestras autoridades siguen pateando en contra de la profesionalización necesaria.

Mientras la selección se renueva sin tres protagonistas que colaboraron en la clasificación a Rusia 2018, nuestro fútbol sigue estancado, o peor, retrocede. Este viernes se cumplen dos años de la maravillosa vuelta al Mundial y nuestro querido Descentralizado sigue desfalleciendo.


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