Ansu Fati solo tiene 16 años, pero acaba de convertirse en el goleador más joven de la historia del Barcelona. (Foto: EFE)
Ansu Fati solo tiene 16 años, pero acaba de convertirse en el goleador más joven de la historia del Barcelona. (Foto: EFE)
Jerónimo Pimentel

El sueño de todo equipo de primer nivel no es alcanzar la cima, es permanecer en ella. En el fútbol, como en cualquier área profesional, este objetivo es tremendamente complicado, pero en algunas ocasiones puede ser particularmente retador. Un ejemplo: cuando te has beneficiado de uno de los mejores jugadores de la historia por más de una década pero este se acerca ya a zona de retiro.

La crisis del Real Madrid pos-Cristiano es interesante: ¿cómo reemplazas a un delantero que en efectividad y rendimiento histórico no tiene parangón? Se puede iniciar una transformación táctica, reinventar el equipo, reventar el presupuesto, contratar nuevas estrellas, pero aun así la ausencia es demasiado grande y los resultados demasiado magros. ¿Hay otras alternativas? El club albo buscó contratar a Mbappé con el fin de que el prodigio francés compense al portugués, pero el delantero del PSG prefirió permanecer en París.

Ansu Fati dándose un baño de popularidad en el Camp Nou. (Foto: EFE)
Ansu Fati dándose un baño de popularidad en el Camp Nou. (Foto: EFE)

El Barcelona, en cambio, sí tiene la experiencia positiva: a la era de Ronaldinho sucedió la era Messi, una de las transiciones más limpias y paradigmáticas en décadas. Pero con 32 años cumplidos, ¿será posible que el cuadro catalán esté planificando ya la vida sin el genio argentino? Abortado por el momento el plan Neymar, los azulgrana cuentan con dos opciones: Carles Pérez y Anssumane Fati. Ambos proceden de La Masía, pero sus orígenes son muy distintos.

El primero es de Granollers, tiene vocación de extremo y posee un acabado técnico notable. No es un definidor, pero quizás toque convertirlo de 8 a 10 para que, ya por el centro, explote su creatividad como falso 9. Quizás es injusto colocarle a Messi como rasero y toque pensar en él como otro Gerard Deulofeu, con el bajón que ello significa.

El segundo viene de Guinea-Bissau, la otrora colonia portuguesa, pasó por el Sevilla y ya de alevín dio el salto al Barcelona, donde ha tenido un crecimiento vertiginoso que ha explotado en las primeras fechas de la temporada 2019-20, donde ha anotado ya dos goles y cuenta una asistencia. El tema con Fati no ha sido tanto su estadística (ante Valencia, Suárez lo sustituyó e hizo un doblete, pero no es noticia), sino sus maneras: protagónico, a veces incluso exuberante, concilia lujo y necesidad con una simpleza que invita a pensar en milagros. Su regate, ‘dribbling’ e instinto goleador poseen alegría y son fulgurantes. Y el fulgor, recordemos, ensueña, ciega. ¿Será el guineano la posta soñada que abrirá una nueva etapa? ¿O será, como tantos, otra de las promesas truncas que ilusionaron para luego decepcionar (piénsese en Robinho)?

Cuando termine la circunstancia que ha permitido su aparición, las lesiones de Messi y Suárez, le tocará a Valverde uno de los trabajos más difíciles para los entrenadores: gestionar a una estrella en ascenso. Tendrá, para ello, que administrar los minutos de los dos cracks sudamericanos, así como de los arietes franceses: Griezmann y Dembélé. No es poca tarea para el técnico español, que en paralelo necesita convertir a Frenkie De Jong en el nuevo Xavi. Pero hacia fin de año e inicios del próximo habrá más pistas para valorar si estos fuegos queman o son de artificio.

Contenido sugerido

Contenido GEC