Miguel Villegas

Imagino que levitaba: solo así explico su facilidad para sortear rivales sin que nadie lo impida: los buscaban en el suelo, no en el cielo. Y solo explico así su salto para el primer gol de la final contra Italia en México 70. Las cámaras no han descubierto aún si era eso o andaba en patines.

VIDEO: Pelé: O’Rei del fútbol y la eternidad que lo recibe | VIDEO

Imagino la gambeta elegante de Pelé como la vida en otros planetas: existe sin que necesite explicación. Y también imagino su potencia de podadora: los videos -cada vez más- que existen en YouTube obligan a ampliar las palabras de los diccionarios. Antes de O’Rei, los buenos no elegían camiseta, no existía la monarquía y nadie sabía cómo llamar al mejor de todos. Luego, a todos ellos se les quiso decir Pelé.

Imagino a Pelé entristeciendo camarógrafos que nunca pudieron captar sus más de 1000 goles y movilizando inventores a sus laboratorios para encontrar un HD que llegó recién 50 años después de sus tres mundiales.

Imagino Suecia 58 como en su película biográfica de Netflix: un adolescente que vio llorar su padre frente al televisor ocho años antes -el Maracanazo- y juró vengarlo, jugando al fútbol. La venganza -como el amor- cambia el mundo. Su padre, João Ramos do Nascimento «Dondinho», el hombre que le enseñó a patear con mangos, es el segundo responsable de sus cifras de escándalo: 14 partidos en Mundiales, 12 goles, 9 asistencias. Su madre, la primera: el primer patadón fue en su barriga.

Imagino a un Santos diabólico: los registros históricos de El Comercio por su primera llegada a Lima, para jugar amistosos con la ‘U’ y Alianza en los setenta, delatan rostros de limeños pasmados. Hay una imagen especialmente didáctica: Cachito Ramírez y el Cholo Sotil se toman una foto al lado de Pelé, como si en lugar de un futbolista que hace goles hubiera llegado alguien a repartir milagros.

Imagino a Pelé mirando cómo lo van a llorar los hinchas del fútbol, más dados a la modernidad y las computadores que a las imágenes blanco y negro y ese río de lágrimas que cruzará Tres Coracoes y llegará a todos los océanos, todas las costas, todos los puertos.

Y ahora que Pelé ha muerto, a los 82 añoslo imagino imposible. O como respondió Menotti, citado por Valdano en El Miedo Escénico y otras Hierbas: “¿Cómo marcar a Pelé? Con una tiza”.

Descanse en paz, O’Rei.

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