Mourinho. (Foto: AFP)
Mourinho. (Foto: AFP)
Guillermo Oshiro Uchima

Fue la misma medida que utilizó cuando se autoproclamó ‘The Special One’ la que guillotinó su historia en Old Trafford: el resultadismo puro y duro, ejercicio basado en las estadísticas que se circunscribe a una mirada reduccionista, donde solo se valora el hoy, el éxito inmediato y no un legado que trascienda los números y los tiempos. fue despedido del tras su fracaso apocalíptico. Dejó al equipo a 19 puntos del líder Liverpool y con 29 goles encajados en 17 jornadas –en toda la temporada pasada recibió 28–, el peor registro defensivo de los ‘Red Devils’ en 56 años y también su arranque más nefasto en la Premier League.

‘Mou’ siempre fue el abanderado de las estadísticas como fórmula incontestable para desacreditar cualquier crítica. “Tengo más títulos que los 19 técnicos de la Premier juntos. Pido respeto”, exigió para minimizar el 3-0 que le propinó el Tottenham a principios de temporada en su propia casa. Para él la valoración del juego se traduce en el marcador. Y en esa sencillez siempre optó por la simpleza de un ejercicio viejo pero eficaz, en un mecanismo automatizado en donde la ejecución de lo trabajado en la semana deja poco para la imaginación y mucho menos espacio para la creatividad. La apuesta por un fútbol físico, muy táctico, vertiginoso y concreto lo convirtió en uno de los técnicos más exitosos. Esa estrategia le generó tantos réditos que optó por despreciar toda idea vanguardista. Para él la estética era accesoria, inocua.

Zidane. (Foto: AFP)
Zidane. (Foto: AFP)

En Old Trafford le fallaron todos sus métodos. Se quedó sin defensas en todo sentido. En los números y en la cancha. Las prestaciones de su plantel estuvieron muy por debajo de lo esperado. No pudo lograr la eclosión de sus jugadores como en sus exitosos pasajes en el Porto, Chelsea e Inter. Hizo que estrellas como Pogba o Alexis Sánchez se convirtieran en meros pretorianos con planteamientos que aniquilaban todas sus virtudes para marcar diferencias. Los encorsetó en un esquema que asfixió la inventiva de ambos e incluso los culpó públicamente de algunos descalabros. Tampoco acertó con sus otros refuerzos que en total bordearon los 460 millones de euros. El único que encajó en la medida de su juego fue Matic, y por ahí Lukaku tuvo algunos destellos mientras que Ibrahimovic cumplió dentro de sus posibilidades mientras estuvo entero físicamente. El resto –sobre todo Fred, Lindelof, Bailly y Mkhitaryan– no dio la talla porque no supo aprovecharlos. Con él tampoco crecieron Martial, Rashford y Lingard.

En dos temporadas y media no pudo revertir la tendencia a la baja del Manchester que entró en claro descenso con el retiro de Ferguson en el 2013. Ni Moyes ni Van Gaal fueron capaces de cambiar esa dinámica derrotista. Su última versión fue un equipo lento, previsible, sin reacción. Siempre llegaban un segundo más tarde a cada cruce. No hubo nada de la impronta del viejo ‘Mou’. Ni solidez defensiva ni contragolpes letales. Una Europa League, una Community Shield y una Copa de la Liga Inglesa saben a poco para un club desacostumbrado a convivir con el fracaso.

En una liga que acoge a los técnicos más influyentes del momento –Guardiola, Klopp, Sarri, Pochettino y Emery–, Mourinho capituló en su intento por mantener a flote su pragmatismo, que ya da signos de caducidad. Su paso por el ‘Teatro de los Sueños’ fue una enorme pesadilla.

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