Lionel Messi ganó su primer Balón de Oro a los 22 años, en el 2009. (Foto: AFP).
Lionel Messi ganó su primer Balón de Oro a los 22 años, en el 2009. (Foto: AFP).
Jorge Barraza

Ganar un Balón de Oro es dificilísimo, llevarse seis es una locura. Sólo 44 futbolistas entre millones a lo largo de los últimos 64 años conquistaron el deseado trofeo. Lionel Messi acaba de establecer en París una marca inimaginable hasta un tiempo atrás: ganar media docena. Y ahora es difícil que lo igualen: Cristiano Ronaldo tiene apenas uno menos, pero está mayor ya; más que eso, está en baja.

El de Rosario venció por ajustadísimo margen al excelente central holandés Virgil Van Dijk, apenas 7 votos: 686 contra 679. Si se hubiese impuesto el jugador del Liverpool también era perfecto, es un zaguero de clase, ganador, que no necesita pegar para imponerse. Eso, sin contar su extraordinaria caballerosidad. Honestamente, apena que no lo obtuviera. “¿Por qué no puede ganarlo un zaguero…?”, protestan muchos. Sí puede, Beckenbauer lo consiguió dos veces, ¡pero era Beckenbauer, eh…! Un jugador colosal.

Reclamos al margen, el Balón nunca puede estar en mejores pies que los de Leo. Nadie hace con una pelota lo que él sí. Nadie lo hace tan brillantemente dos veces por semana desde hace quince años. De modo que cabe una sola palabra: justicia. Con él no hay una pizca de marketing: es todo por juego. Ni representante tiene Messi.

Después de todas las loas y debates que siembra cada entrega del premio al mejor futbolista del mundo, queda también una comprobación: Messi crece año tras año. Hubo un intento del diario Marca, el martes, por hacer un último comparativo entre Cristiano y Messi basado en lo único en que Cristiano puede compararse con Leo: los goles. Pero Messi es infinitamente más que goles. Es armador, asistidor, driblador y, sobre todo, un pasador genial. La realidad es que Messi cada día juega más y Cristiano cada día juega menos. Esto no lo puede esconder nadie sensatamente. Si uno mira los partidos de la Juventus, sorprende que estuviera en ese podio. Desde que llegó a Turín ha tenido el peor año y medio de su carrera.

Luka Modric le entregó el Balón de Oro a Lionel Messi | Foto: Agencias
Luka Modric le entregó el Balón de Oro a Lionel Messi | Foto: Agencias

Pequeño dato al pasar: la empresa británica Opta Sports, la de mayor reputación en el análisis de estadísticas (tiene 400 empleados), lleva desde 2006 un registro de gambetas por cada jugador. Messi es el número uno con 1.880 jugadores eludidos. Lo sigue, muy lejos, Eden Hazard con 1.220. El regate es en sí mismo uno de los tópicos más espectaculares de este deporte. También encabeza en tiros libres, goles, asistencias, pases acertados… Además, estamos hablando de un jugador que en quince años no ha tenido un bajón deportivo. Es algo verdaderamente extraño.

Sin pretenderlo, al subir al escenario a buscar su premio, Messi reveló el secreto: "Busco mejorar algo cada año”. Lo ha venido haciendo. Desde la retirada de Xavi del Barsa, en junio de 2015, se ha encargado de la organización del juego, de quebrar las líneas defensivas rivales y asistir a Suárez, a Griezmann y a todos los que le ponen adelante. Y eso sin olvidarse de anotar él, de ejecutar los tiros libres y los penales, de servir los córners, de tapar la subida de los volantes rivales. Le falta barrer. Con cada hoja nueva del almanaque ha ido agregando facetas inéditas en su repertorio. Y todo con la inteligencia de saber dosificarse, pues tiene claro que ya va por 32 años. Es un caso de evolución como el fútbol no ha conocido. Ronaldinho, Henry, Eto’o, Pedro, Villa, Xavi, Iniesta, Dani Alves, Neymar… Se le han ido cayendo los compadres del tiqui taca, pero siempre inventa sociedades nuevas, como Messi-Suárez, Messi-Jordi Alba… ¡Una dupla con el lateral izquierdo…! Tiene un yacimiento de fútbol en la cabeza y en las piernas.

El actual seleccionador español, Luis Enrique, dirigió a Messi tres años en el Barcelona y lo vio entrenar y jugar cotidianamente. Opina con rotundidad: “Él puede jugar de lo que quiera. Si gustan, que comparen melones de oro también, lo que sea, pero es ridículo. Lo digo con respeto. Y no hablo sólo de los actuales: no ha habido otro igual. No olvidemos que hace años se jugaba a un nivel físico muy inferior. Ahora el futbolista profesional está mejor preparado, está mucho más fuerte físicamente, los entrenadores son muy superiores, dan mucha más información a sus dirigidos… Que un jugador haga estas cosas a día de hoy, vamos…”

“Pero no ganó la Champions”, despotrican muchos. Vale aclararlo: este premio no está destinado a un jugador que gane la Champions League, es para el futbolista que mejor rindió en la temporada. En juego, en fútbol fue Messi.

“¿Por qué no le hizo goles al Liverpool…?”, pregunta alguien más en Twitter. Le hizo dos para ganarle 3 a 0 en la semifinal, uno de ellos antológico. Luego, él no es responsable si la retaguardia del Barsa no supo cuidar tamaño resultado y recibió cuatro goles casi absurdos, por distracciones. ¿O también tenía que ir a defender Messi…? Hasta perdiendo por un gol menos avanzaban a la final (así clasificó el Liverpool). Sólo había que cuidar la enorme ventaja; los defensas no supieron hacerlo.

“Pocos Balones de Oro ha ganado Messi...”, tituló el domingo anterior Hugo Cerezo, redactor jefe de la sección Real Madrid del diario Marca. Venía Leo de dar una clase magistral ante el Borussia Dortmund y de lograr el gol del triunfo sobre el Atlético de Madrid en la agonía del partido, con una jugada de su sello. Y, sí, para el manantial de fútbol que ha regalado en todos estos años, seis no parecen tantos.

El mundo del fútbol le cumplió con creces a France Football (propietaria del galardón): asistieron casi todos a la gala en el teatro Du Chatelet, en la que descolló Didier Drogba como sólido y simpático maestro de ceremonia. Faltó la norteamericana Megan Rapinoe, acreedora del Balón de Oro femenino (¿tendría hora con el dentista…?). Causó sorpresa su ausencia y su mensaje frío por video, poco encendido. Es la primera vez en la historia que un ganador no se presenta. También Cristiano pegó el faltazo en París. Se autodesmereció. Se desplazó a Milán para recibir un premio que, en general, no le pareció justo a la opinión pública italiana: el de mejor jugador de la Serie A. “No estuvo ni entre los diez mejores del Calcio”, protestan a coro en la península. Mucha gente coincide en que se lo dieron por la influencia de la Juventus (o sea, el imperio Agnelli: Fiat, Ferrari, Alfa Romeo, Chrysler, Dodge, Jeep, Lancia, Maserati, los diarios La Stampa, La Repubblica, el británico The Economist y decenas de etcéteras). Corriere dello Sport lo sintetizó en su portada. “Ronaldo está en crisis. Anota poco y está ausente del juego. Ser titular en la Juve hoy es una prisión para Sarri y para él mismo”.

Messi tenía méritos sobrados: campeón y pichichi de la Liga Española, semifinalista y máximo cañonero de la Champions, Bota de Oro de Europa, ganador del The Best… Y por encima de todo, treinta o cuarenta partidos de ensueño. ¿O el juego no importa…?

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