José Antonio Bragayrac

Paolo Guerrero se ha convertido en un personaje mediático que sus tiempos libres los dedica al fútbol. Por lo menos en los seis últimos meses. Su perfil sulfurado y sus gestos irritables revelan a un decano de las peripecias. Sin embargo, esta última controversia con César Vallejo lo pesca en una etapa crucial en su vida profesional, más cerca de los 41 que de haber cumplido los 40 años, y con una agudizada obsesión por reinventarse a cuestas de incumplir un acuerdo laboral y de decirle adiós al salario más alto en la historia del fútbol peruano. ¿Qué hay detrás de esa angustia por desvincularse del cuadro poeta con prontitud, cuál es el camino legal que le espera y por qué es poco probable que la disputa llegue al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS)?