Sus manos cruzadas en señal de ruego. Sus labios pronunciando un rezo en voz baja. Su corazón palpitando un título más. La cinta de capitán que porta como emblema de su garra. Sus ojos que aguantan las lágrimas. “¿Acabó?”, pregunta. Y sí, Aldo. Ya está. Ya eres campeón otra vez. Ya puedes dejar que las rodillas caigan sobre el césped y llorar. Llore, campeón, que el pueblo que vive cada día por Universitario de Deportes sabe todo lo que significa esta felicidad eterna.