El pedido de Alianza Lima para anular el partido que perdió con Binacional constituye un episodio más de esta tragicomedia llamada Liga 1. (Foto: GEC)
El pedido de Alianza Lima para anular el partido que perdió con Binacional constituye un episodio más de esta tragicomedia llamada Liga 1. (Foto: GEC)
Pedro Ortiz Bisso

El pedido de Alianza Lima para anular el partido que perdió con Binacional, el pasado domingo, constituye un episodio más de esta tragicomedia llamada Liga 1, torneo creado con ínfulas primermundistas y que devino en un certamen de mediocre nivel deportivo, plagado de irregularidades y generador de cientos de suspicacias.

No olvidemos que un par de días antes de jugarse la última fecha, un fallo de la Comisión de Justicia de la Federación Peruana de Fútbol determinó el descenso de Unión Comercio. Y pocas horas después, otro fallo de la misma comisión le devolvió la categoría. Una vergüenza total.

El último episodio de esta desabrida historieta es la solicitud blanquiazul, luego de una particular interpretación de las bases del campeonato. Su justificación es que la programación del árbitro Michael Espinoza, quien dirigiera el encuentro que perdieron en Juliaca 4-1, fue indebida.

Por supuesto, sus dirigentes recién advirtieron esta presunta violación de la norma luego de jugar el partido, de cuya derrota han culpado de distintas formas a Espinoza. Sus furiosas críticas al uso del VAR también han sido posteriores al encuentro. Sobra imaginar qué hubieran señalado si el resultado les hubiese sido favorable o si los supuestos errores de Espinoza hubieran perjudicado a Binacional.

Se pensaba que las críticas de Pablo Bengoechea al arbitraje, al VAR y a la federación vertidas en los últimos días tenían que ver con el manejo mediático que suele hacerse antes de una final caliente, en la que uno de los protagonistas busca derivar la presión hacia otros personajes. Así, de paso, de lo que menos se habla es de lo futbolístico.

Tal parece, sin embargo, que en tienda íntima han perdido el sentido de la realidad y sus dirigentes han optado por un camino que no solo daña aún más la reputación del torneo del que pretenden ser campeones, sino también al propio club.

Mientras tanto, Roberto Mosquera y sus dirigidos siguen con su preparación. Nadie habla de ellos, nadie los cuestiona. Aguardan con tranquilidad lo que suceda, lejos de este gigantesco papelón.

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