Grandes gestos deportivos que demuestran que ganar no es todo - 5
Grandes gestos deportivos que demuestran que ganar no es todo - 5

Una mano, una palabra, un consejo.

En el deporte el objetivo es ganar, pero eso no siempre es lo más importante.

Para rendir al máximo nivel requiere un nivel de sacrificio tan elevado que la mayoría de los atletas tienden a ser egoístas, sin escrúpulos, donde los rivales son los enemigos y lo único que se quiere es derrotarlos.

Además, en la elite, suele haber mucho dinero por medio: los grandes contratos de patrocinio suelen estar muy vinculados a las victorias.

Pero hay ocasiones en las que prevalece un lado más humano, un gesto en el que el triunfo personal queda relegado para ayudar a un rival en desgracia.

Estos son los siete momentos elegidos por la BBC como los mayores gestos de deportividad de la historia.

Luz Long y Jesse Owens

La leyenda del atleta estadounidense no hubiera sido completa sin la ayuda de uno de sus principales rivales en las Olimpiadas de Berlín 1936.

Owen, récord mundial en salto largo, registraba dos intentos anulados en la ronda de clasificación, teniendo sólo una oportunidad para avanzar a la final.

Viendo a su rival preocupado, el alemán Luz Long, récord europeo, se acercó a Owen y le dio un consejo de cómo debería ajustar su carrera para lograr la distancia requerida.

El estadounidense logró el salto, avanzó a la final y consiguió la medalla de oro, dejando a Long con la presea de plata.

"Tu puedes fundir todas las medallas y trofeos que tengo", dijo Owen tiempo después, "y eso no tendría el mismo valor que los 24 kilates de amistad que sentí en ese momento por Luz Long".

Nikki Hamblin y Abbey D'Agostino

La neozelandesa Hamblin y la estadounidense D'Agostino chocaron cuando todavía faltaban dos kilómetros de la prueba de 5.000 metros en las pasadas Olimpiadas de Río 2016.

D'Agostino se levantó y trató de ayudar a Hamblin antes de caer al suelo por una lesión que sufrió en su pierna por el impacto de la caída.

Fue el turno para Hamblin de tender una mano a su rival, a la que ayudó a ponerse de pie y con la que corrió buena parte de la distancia antes de fundirse en un abrazo en la meta.

El gesto hizo que los organizadores decidieran clasificarlas a la final, pero D'Agostino no pudo participar al haberse desgarrado el ligamento cruzado anterior.

Ambas obtuvieron el premio al juego limpio.

"Ella me ayudó primero", reconoció Hamblin después de la carrera. "La traté de ayudar, pero ella estaba muy mal".

"Esa chica es el espíritu olímpico".

Tana Umaga y Colin Charvis

Durante un partido de rugby entre Nueva Zelanda y Gales, el número ocho de los dragones, Charvis, recibió una fuerte entrada de su contraparte en los All Blacks, Jerry Collins.

La jugada siguió hacia la línea de gol de Gales, pero el neozelandés Umaga vio que Charvis había quedado tendido en el suelo, por lo que abandonó su posición y fue a socorrerle.

El jugador de los All Blacks removió el protector bucal de su rival y lo atendió sobre el campo.

Umega recibió la medalla de Pierre de Coubertin, el padre de los Juegos Olímpicos modernos, por su deportividad.

Jack Nicklaus y Tony Jacklin

En 1969, cuando la Copa Ryder todavía se disputaba en su versión original entre Estados Unidos y Reino Unido, Jacklin y Nicklaus llegaron al hoyo 18 con el marcador empatado 15,5-15,5.

Era el último duelo de la contiendo y el legendario jugador estadounidense había cerrado su ronda logrando un par.

Jacklin necesitaba embocar su put a menos de un metro del hoyo para asegurar el primer empate desde que comenzó la copa en 1927.

Pero en lugar de forzar un error de su rival británico, Nicklaus tomó la pelota de su rival y concedió el empate.

"No pienso que hubieras fallado eso Tony", le dijo Nicklaus a Jacklin, "pero no quería darte la oportunidad".

Derek Redmond y su papá Jim

En la semifinal de los 400 metros planos de las Olimpiadas de Barcelona 1992 se produjo una imagen que desde entonces ha quedado enmarcada dentro del espíritu olímpico.

Fue la del británico Derek Redmond.

El corredor se encontraba entre los favoritos para pelear por las medallas cuando sufrió un desgarro en plena competencia.

Redmond se repuso y siguió su carrera cojeando con evidentes muestras de dolor, agonía que su papá, Jim, no pudo soportar por lo que saltó de la grada, esquivó a los guardias de seguridad y ayudó a su hijo a terminar la carrera.

El gesto fue ovacionado por los espectadores en el estadio Olímpico, a quienes poco les importó que Redmond fuera descalificado de la prueba.

David Purley y Roger Williamson

En el Gran Premio de Holanda de Fórmula Uno de 1973, el británico Purley abandonó su auto en plena carrera luego que Williamson sufriera un aparatoso accidente.

Ante la pasividad del personal de seguridad de la pista, Purley trató desesperadamente de enderezar el vehículo en llamas de su rival antes de agarrar un extinguidor para tratar de apagar el incendio.

Luego hizo gestos a otros pilotos para que lo ayudaran, pero todos sus esfuerzos resultaron en vano y Williamson murió asfixiado.

Purley, quien murió en un accidente aéreo a los 40 años, recibió la medalla de George británica por su valentía.

Paolo di Canio contra Everton

La carrera del italiano Paolo di Canio ha estado marcada por muchas controversias, pero también por un gesto que lo hizo merecedor del premio al juego limpio de la FIFA.

En un partido de la Liga Premier en 2001, el portero del Everton Paul Gerrard salió de su área a cortar un balón, pero en el intento quedó lesionado sobre el terreno de juego.

Di Canio, quien por entonces era figura del West Ham, recibió el balón completamente solo frente al arco, pero en lugar de mandar el balón al fondo de la red, agarró la pelota con las manos para delirio de los aficionados locales en el estado Goodison Park.

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