Desde Punta Hermosa, donde el sol maquilla el invierno, Juan Giha recuerda entre sonrisas y lágrimas lo que fue aquel 28 de julio de 1992. En el desempate lograba la medalla de plata en tiro skeet en los Juegos Olímpicos, mientras en Chile su abuelo se despedía de este mundo. Así, la alegría y la tristeza se juntaron en una jornada más que especial para el tirador nacional.
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—¿Cómo llegaste a la definición de ese día?
En esos tiempos las competencias eran de tres días en base a 200 platos. Los dos primeros días hice un buen trabajo y llegué al 28 muy confiado, tan confiado que llevé mi buzo de Perú que normalmente no acostumbraba a hacerlo. Había una premonición, pero mi cabeza estaba en la parte técnica.
—Ese 28 fueron las semifinales temprano.
Claro. Fuimos al polígono Mollet del Vallès temprano para las semifinales. En la primera vuelta hice 24 de 25 y en la segunda 25 de 25. Terminé con puntaje de 198 sobre 200. La china Zhang Shan hizo 200, segundo estaba el español José María Colorado con 199 y éramos cuatro con 198 y diez con 197, para que te des una idea de la presión que había. Los cuatro éramos Mario Rossetti de Italia, campeón europeo y mundial, Drake de Estados Unidos, campeón mundial y olímpico, y el rumano Toman, que también era campeón europeo.
—¿Clasificar a la final te llenó de presión?
Al clasificar tuvimos que hacer mucho trabajo mental. Estaban Mayta con los masajes y el doctor Carlos Tay, que me ayudaba con el trabajo mental. Nos fuimos al baño y el doctor me puso unas agujas para relajar. El calor era muy alto y uno empezaba a ver vibración en los objetos. Eso también fue complejo, por eso la competencia es un todo: la parte técnica, física, mental. Luego definimos la medalla y en el desempate logré la de plata.
—Tuviste un par de cábalas, además de la del buzo, como la de la chica que te puso el número.
Yo siempre le pedía a alguien que me pusiera el número. Ese día se me acercó otra persona, pero la saqué y se lo pedí a la misma chica que me lo había puesto los días anteriores. Son detalles que a veces uno siente, vibraciones. Era como que ya sentía que algo así iba a suceder ese día.
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—Y sucedió. Una medalla de plata para el Perú un 28 de julio.
Celebramos en una cena con la delegación. Tater Ledgard tuvo la gentileza de poner una bandera en mi cama. Era un acontecimiento histórico. Era la cuarta medalla y la tercera en Juegos seguidos. Las del 84, 88 y 92 fueron en línea y la gente pensaba que era muy fácil, pero estamos en el 2020 y no hemos vuelto a ganar.
—Sin embargo, no fue todo celebración. Ese mismo día falleció tu abuelo.
[Hace silencio y llora]. Quince días antes de los Juegos había fallecido mi abuela. El día que gané la medalla me enteré de que mi abuelo también había fallecido. No lo sabía porque estaban en Chile y no tenían cómo comunicarse conmigo. Después de la final llamé al Perú y me dijeron que mis padres estaban en Chile. Llamé para allá, y mi padre me dio la noticia.
—¿Cómo lo llevaste?
Me fui a misa después, a rezar. A agradecer a mi abuelo. Ya habíamos terminado la competencia y ya podía disiparme, y el grado de tensión empezaba a bajar, algo que demoró dos días.
—Tu última aparición pública fue en la inauguración de Lima 2019. ¿Qué te dejó los Panamericanos?
Fue un trabajo excepcional. Muy contento con lo que se logró, por los escenarios, y más aún que ahora se están usando para el COVID-19. Me sentí feliz del nivel del trabajo realizado.
—¿Y del equipo de tiro?
Hubo buenos resultados en pistola y escopeta. Fue un éxito. No es fácil ganar medallas y se logró y eso es parte de lo que invierte el deportista y lo que el país le da.
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—Has tenido oportunidad de celebrar otros triunfos con otros países
He tenido oportunidad de ganar con el equipo de India varias copas del Mundo. Yo era entrenador nacional entre el 2001 y 2015 y hoy India es una gran potencia. Dejé ese trabajo por el equipo peruano, pero al final no pude continuar. He celebrado también en Chile un subcampeonato mundial en el 2010 y varios campeonatos regionales.
—A pesar del éxito como deportista y entrenador, en el Perú no tuviste oportunidad.
El último apoyo que hice aquí fue con Francisco Boza, cuando ganó su medalla en Toronto 2015. Trabajé en el 2016 para la federación, pero luego decidieron que traerían entrenadores extranjeros. Yo había dejado India por el Perú y me quedé sin nada. Tuve que ir a trabajar a Ecuador. Espero poder ayudar a los peruanos en algún momento.
—En un momento se criticó que no tenías carisma
Se acuerdan de Man Bok Park. ¿Cuál era su carisma? Yo voy por un tema técnico. Mi trabajo es poner al atleta en su mejor condición. Soy todo lo que el atleta necesita y nuestro trabajo es serio. Trabajo con resultados y he tenido los resultados porque siempre se ha trabajado muy fuerte.
—¿Cuál es tu futuro?
Después de salir de la federación estuve entrenando a mi hermano Nicolás y batió algunos récords. Ganó un Sudamericano en Brasil y empató el primer lugar en el Bolivariano en Colombia. Ahora estoy viendo la posibilidad de trabajar en Finlandia, donde hay una plaza para entrenador.
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