Al norte de Juliaca, a casi 4 mil m.s.n.m., hubo un club peruano que estuvo a punto de perder altura. Los dirigentes del club Binacional citaron a sus jugadores, en el campo de entrenamiento municipal del distrito de Caracoto, para comunicarles que iban a separar a nueve futbolistas por sus insistentes reclamos por salarios pendientes. Después de haber ganado el Apertura, con un lugar asegurado en los playoffs del torneo nacional, lo que pasaba en Puno era una manifestación abierta de autoboicot. Un suicidio institucional.
Cuando la noticia comenzaba a propagarse en algunos medios, apareció Roberto Mosquera, quien tenía un mes en el puesto de entrenador. El exentrenador de Sporting Cristal y Alianza Lima reunió a los dirigentes, conversó con su plantel de futbolistas y les hizo entender que era un despropósito quemarse en ese incendio institucional. Se amistaron todos. Mosquera llegó a tiempo para devolverle la ambición a un grupo de futbolistas, y a sus dirigentes les recordó que ya no estaban en la Copa Perú. Los está educando en el arte de ser más profesionales.
La Escuela Municipal Deportiva Binacional estaba desperdiciando una gran oportunidad de crecimiento. El año pasado clasificó a la Copa Sudamericana bajo la conducción de Luis Flores y Mario Flores. Este año incorporaron a Javier Arce y dieron un salto de calidad haciéndose cada vez más fuertes como locales en Juliaca (la ciudad de los vientos).
Campeones del Apertura peleando palmo a palmo con Sporting Cristal hasta que se encontraron con ese freno deportivo que, a veces, hace la diferencia entre los que solo hacen un amago de grandeza y los que se suben al podio de los ganadores siempre. No solo se fue Arce por diferencias con los directivos (“no compartimos algunas ideas”, dijo al renunciar), sino que su figura estelar, Andy Polar, regresó de los Juegos Panamericanos con el amor propio maltrecho. El balón de oxígeno para ese plantel llegó en un vuelo desde Santa Cruz, Bolivia.
Mosquera había pasado dos temporadas en el fútbol boliviano. En la primera clasificó a cuartos de final de la Copa Libertadores con Jorge Wilstermann (se despidió con una durísima goleada frente a River Plate) y este año clasificó a octavos de la Sudamericana con el bisoño Royal Pari. Después de haber esperado una oportunidad en la selección altiplánica, el técnico campeón nacional del 2012 con Sporting Cristal, decidió volver al torneo local. Binacional reunía los requisitos de su pasado deportivo como entrenador: equipo en crisis futbolística y con localía en altitud. Hecho a su medida.
En días en los que se debate sobre las posibilidades de Alianza, Universitario y Cristal, tanto en el Torneo Clausura como en el campeonato nacional, no hay que perder de vista a este Binacional, un ‘outsider’ recargado y con altura. Desde que llegó el profesor Roberto al club celeste estas han sido sus estadísticas: 5 partidos ganados, uno perdido, un empate, 18 goles a favor y solo dos en contra.
De Mosquera solo queda destacar su trabajo y una ambición incombustible. Con Binacional disputará su tercer Play Off en siete años (2012 con Cristal, 2014 con Aurich y ahora con el club puneño). Sus buenos números lo hacen perfilarse como el equipo no solo campeón del Apertura sino el que suma mejor acumulado. Y ojo que está a cuatro puntos de Alianza en el Clausura (se enfrentan el domingo en Juliaca).
A pesar de los detractores de siempre que se enfocan en “cómo habla” o “qué saco usa”, sigue acumulando una trayectoria con números azules en los últimos años, salvo su paso por Alianza. Ha repotenciado a Binacional. A ese equipo fundado en la localidad de Desaguadero, Mosquera quiere sacarle pasaporte ir más allá de sus límites.