Se acabó. Christian Cueva llora al centro del campo la eliminación. Toca reconstruirlo casi todo: el plantel tan corto y, sobre todo, la autoestima nacional. (Foto: Daniel Apuy)
Se acabó. Christian Cueva llora al centro del campo la eliminación. Toca reconstruirlo casi todo: el plantel tan corto y, sobre todo, la autoestima nacional. (Foto: Daniel Apuy)
Miguel Villegas

Como los valses, algunos atardeceres y este techo que como hoy, amanece dolorosamente gris, el Perú dormirá hoy con la tristeza. , ese grupo de futbolistas que hasta este lunes, le habían regalado al país las mejores tardes de los últimos años. Un mundial, una final de Copa América, un repechaje alcanzado con justicia. La única posibilidad de abrazo, un ejercicio que no es costumbre. Abrazarnos para celebrar un gol, de los tantos que ocurrieron en estos 7 años de gestión Gareca y ahora, esta tarde de junio que no va a tener fin, abrazarnos para curar la pena.

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Perú fue eliminado del Mundial Qatar 2022. Era una posibilidad. Pero no de esta forma, tan de último minuto, tan dramática, con tanto a favor. Y se perdió, claro, ante un rival que ofreció pelea, la misma resistencia que uno imaginaba en la previa: dureza, practicidad y sangre fría. Australia tuvo en Aaron Mooi del Shanghái Port de la Superliga de China, al mejor futbolista del encuentro. Un hombre que controló el medio y los hizo jugar sin prisa. Con certeza. Su Yotún.

Terrible primer tiempo. Absolutamente contrario a lo que uno imagina del juego peruano, el sello del que se habla en el mundo: le costó la salida con Tapia, oculto entre los árboles australianos, Gonzales y Peña siempre recibieron de espaldas y el fantasma de Yotún, ausente por lesión, penaba en el medio de tanto que se le extrañaba. Ese no era Perú, por lo menos el Perú del último tramo de la Eliminatoria, antes de Australia. Había vuelto el equipo de los miedos, sin profundidad por los costados -Carrillo llegó solo una vez por derecha- y sin opciones para un 9 -Lapadula- que se desgastó 45 minutos mirando la pelota pasar.

Al mediocampo nuestro tan lento e impreciso, entregado para la marca pero vacío de ideas y sin pase, se sumó acaso el único problema nacional que nos importa a los futboleros: ¿qué pasa con Cueva cuando solo es Christian? Tirado por izquierda al inicio, recostado por derecha en algún minuto del complemento, pero siempre a destiempo y en segunda, nunca en quinta, Cueva nunca pudo encontrar su mejor versión y desde allí, también se explica este dato: a los 98 minutos del partido cayó el primer remate en serio de Perú. Su salida -acalambrado- acabó con el as que los técnicos como Gareca -administrador de la pobreza que le entrega el torneo local- tienen. Sin él, difícil el milagro.

Sobre los penales, nuevamente, terrible lo nuestro. Tuvimos la chance de ganar la tanda con el penal errado por Boyle pero falló Advíncula y erró Valera, el 9 de Chiclayo, cuya promisoria carrera no debe empañarse por lo que pasó esta tarde. Va a ser un crack afuera, va a ganar mucho dinero y tendrá revancha. Si alguien sabe de caer y levantarse, es él. Es peruano, es decir, un sobreviviente.

Mientras tanto, ahora queda una misión imposible para todos: tratar de recuperar el corazón de los niños, tan felices vestidos de peruanos esta tarde, que hoy acaban de saber que nosotros -aunque parecía imposible- también perdemos.






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