Paolo Guerrero es el gran referente de una selección peruana de obreros. Su tiro libre nos mantiene con vida.. (Fotos: AFP. Ilustración: Vïctor Sanjinez)
Paolo Guerrero es el gran referente de una selección peruana de obreros. Su tiro libre nos mantiene con vida.. (Fotos: AFP. Ilustración: Vïctor Sanjinez)
Christian Cruz Valdivia

“Es el futuro crack del fútbol peruano”. Era 1994 y así presentaba Alberto Masías al pequeño niño que no dejaba de dominar el balón en el set de Yola Polastri. Llevaba la ‘5’ de Alianza Lima pero con espíritu de ‘9’ en el corazón. En el 2000, un de 16 años dejó su nombre escrito en el Muro de Berlín. Hoy, con 33, lo ha estampado en la historia del fútbol peruano.

Pasó de ser el impulsivo guerrero expulsado en el Centenario al tranquilo capitán en quien la selección peruana apoya sus esperanzas de gloria. Aquel a quien le recriminaban actitudes infantiles es hoy quien exige reacciones de jugadores maduros. Que lo diga Renato Tapia en Paraguay, Alberto Rodríguez en el Nacional ante Uruguay o el mismo Claudio Pizarro en Montevideo. Es Paolo y se ha convertido en más que un Guerrero.


Desde el peinado se puede divisar su madurez. Por las puras no han pasado 85 partidos y 33 vallas rivales vulneradas con la Blanquirroja. Trece años de alegrías y frustraciones, de triunfos y derrotas. De ser el ‘9’ del futuro a convertirse en el gran referente del presente. Paolo ya no tiene trencitas en la cabeza ni tampoco enredos en sus pensamientos que provocaban reacciones desmedidas. Hoy es el capitán Guerrero que, eso sí, no perdió ni un poquito su obsesión por el gol.

Desde su debut goleador ante Chile en las Eliminatorias para Alemania 2006, con Paulo Autuori en el banco, Paolo ha consolidado su imagen de jugador de selección. Con Perú siempre se potenció, jamás una actuación tibia que pusiera en duda su compromiso o que generara un debate sobre su presencia en la selección. Jamás.

Pero su real dimensión recién se pudo conocer en la Copa América de Argentina 2011. Sin Claudio Pizarro ni Jefferson Farfán por lesión, todo el peso de la ofensiva del equipo de Sergio Markarián recaía en él. Y supo cargar con toda esa responsabilidad. Supo, con audacia y temperamento, ser el goleador que llevó a Perú al podio. El bronce confirmaba que se podía ser competitivo aun con nuestras enormes falencias.



La senda a Brasil 2014 fue un camino tortuoso de ‘4 Fantásticos’ que se acabó a dos fechas del final. Una lección muy cara de la cual se aprendió. Lo hizo Ricardo Gareca y, claro, Paolo Guerrero. Volvió a confirmar su liderazgo en las Copas América. Goleador otra vez y nuevo bronce en el 2015. Y si bien no fue una medalla lo que se ganó en el 2016 en Estados Unidos, sí se consiguió que colgara del cuello del futbolista peruano la imagen de ser un rival más difícil de lo que se creía. Gareca encontró su equipo y Paolo es el abanderado

Pero como todo drama, el sufrimiento también es parte de la película de Guerrero, esos capítulos que no se vieron en su cinta cinematográfica. Cuesta mucho con un equipo que arrastra un historial negativo en Eliminatorias. El camino a Rusia 2018 empezó con tres de doce puntos. Se hizo largo el torneo, desde la cancha del Nacional hasta las oficinas del Tribunal del Deporte. Tres puntos ante Bolivia que nos devolvieron la vida y los goles de Paolo ante Venezuela y Uruguay para seguir en la lucha.

Y hay que poner el hombro, como ante Diego Godín para el empate parcial ante los charrúas, para hacerse cargo de 35 años de frustraciones. Y Paolo lo asume.


“Es el partido más importante de nuestras vidas”, dijo y cumplió. Lo jugó con el corazón en la mano y los latidos al ritmo del vértigo que producen miles de hinchas alentando y millones apoyando. Así es el fútbol peruano, este fútbol tantas veces ingrato que hoy, ahora, nos deja otra vez a puertas de un Mundial.

Con Paolo tenemos al capitán guerrero que necesitábamos desde que el gran Héctor Chumpitaz dejó vacante el trono. Solo faltan 180 minutos para que Paolo tenga su recompensa.

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