Pedro Canelo

“Vas a ver cómo tiembla la Bombonera”, me dice Lucas, el taxista que contacté a través de una aplicación desde San Telmo, Buenos Aires, para llegar al mítico estadio Alberto José Armando. El camino será breve, menos de quince minutos hacia la casa de Boca Juniors, aunque suficiente para ser prevenido de los efectos casi sísmicos de una pasión. Eran menos de las seis de la tarde del domingo 1 de octubre del 2017 y estaba a punto de jugarse el partido entre los xeneizes y Chacarita Juniors. Había pronóstico de lluvia. A cuatro días del esperado Argentina-Perú, esa profecía climática hacía mucho ruido. Más ruido que cualquier tribuna remecida por el incondicional aliento.