“Si uno va en un coche a cincuenta kilómetros por hora ve todo: las vacas, las flores, el paisaje, pero si va a ciento cuarenta no ve nada, sólo la ruta” en esa analogía de Renato Cesarini, viejo maestro del fútbol argentino, quizás se puedan encontrar algunas respuestas para ser un alto Perú en Bolivia. Las redes nos recuerdan, crueles, nuestra estadística en el altiplano: nunca hemos ganado en La Paz. La altitud del Hernando Siles es de 3.637 metros sobre el nivel mar, la del Atahualpa escenario de la sorpresiva victoria blanquiroja en Quito de 2783. Casi mil metros de diferencia. Se sienten. La altura no es ningún verso.
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El año pasado Binacional, que después se comió cinco ante los suplentes del Sao Paulo en el Morumbi, derrotó al once estelar de los brasileños en Juliaca. La falta de oxígeno hizo su trabajo y tras dominar gran parte del partido, en las instancias finales, los paulistas exangües no pudieron evitar que Arango, hiciera sonreír a los campeones nacionales con un latigazo que no pudo detener Volpi. Gol, victoria e ilusión para los moqueguanos que pocos días después recibirían ocho goles en Buenos Aires, cortesía de River Plate. Las dos caras de un espejo que no miente: unos allá arriba, otros acá abajo. Igual ocurre con Bolivia.
Es injusto cuestionar la localía de una selección por razones de altitud. Los bolivianos viven allí y es su derecho recibir a sus rivales en casa. Lo que no niega nuestro derecho de afirmar convencidos que, en la altura, independientemente del resultado del Bolivia-Perú, el juego se desnaturaliza. En un porcentaje altísimo importan más las capacidades pulmonares y la resistencia física que el talento con el balón.
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Así las cosas, es clave no equivocarse ni en la alineación ni en la estrategia para conseguir lo que hasta ahora no hemos logrado nunca. En otros escenarios se puede corregir sobre la marcha, en La Paz no. Remar contra corriente por un gol tempranero de los de Farias puede ser lapidario. Perú necesita ser sólido en defensa a partir del orden y la concentración. Debe, para ese fin, no recostarse en su retaguardia sino aquietar las aguas en el medio, circular el balón con inteligencia y por supuesto (esto es imperativo) maximizar las posibilidades de gol. No vamos a llegar con frecuencia al arco de Lampe, pero cuando lo hagamos habrá que convertir.
La pelota parada es una excelente alternativa de gol, tenemos gente alta que va bien arriba y buenos ejecutores con pelota quieta. Tenerla lejos de nuestro campo también es importante, para poder respirar y recuperar energías. A falta de Carrillo (como lo vamos a extrañar) tendrán que ser Cueva, Yotún y nuestro delantero los que generen faltas que permitan tomar aire. Defender con la pelota y atacar con peligro cuando se pueda debiera ser la consigna. Ricardo deberá leer bien el trámite para acertar en los cambios: refrescos justos en momentos precisos.
En un contexto tan difícil como el de este partido es impensable creer que Gallese va a tener una faena tranquila. Estos son los encuentros en que los arqueros demuestran de que están hechos. Pedro deberá estar impecable. Con nuestro arquero en buen nivel, se puede soñar con la epopeya.
Con solidaridad, coraje, concentración y un plan de juego inteligente podemos dar guerra en La Paz. Siempre hay una primera vez, siempre.
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