El mexicano, doctor en historia, Enrique Krauze disertará en la sesión del próximo CADE Ejecutivos sobre cómo se encuentra América Latina dos siglos después de la independencia. En exclusiva para Día1 hace algunas recomendaciones sobre cómo fortalecer la democracia en el Perú y reflexiona sobre el papel que debe desempeñar el sector privado.
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–¿Por qué la mayoría coincide en que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, pero a la vez hay un desencanto sobre esta?
Nuestros países no estaban predestinados para la democracia. Admitamos eso. Venimos de un tronco cultural, político e histórico distinto, de una profunda tradición indígena y luego de una profunda tradición hispana de una monarquía absoluta, ambas muy ricas en muchos sentidos, pero que políticamente presuponían una sacralización del poder. Y venir de una tradición que sacraliza el poder y desembocar, en el siglo XIX, en la democracia y en las libertades, que justamente desacralizan el poder y colocan la libertad del individuo en el centro de la vida histórica, es algo que venimos acarreando por dos siglos y, como es natural, seguimos aprendiendo.
–¿Qué piensa del gobierno de Pedro Castillo?
Pienso que Castillo debe evitar el apresuramiento de medidas radicales, evitar cambios constitucionales como asambleas constituyentes, que lo que han demostrado, largamente, en la historia latinoamericana es que conduce a desastres. Si tuviera la oportunidad de decirle una palabra, le diría que hay que escuchar las voces de la sensatez. Hay que aprender de la historia latinoamericana y de la historia en general del siglo XX. Los fines pueden ser maravillosos, pero los medios son tan importantes como los fines, por ello, Castillo tiene que cuidar los medios. Castillo tiene la legitimidad democrática, sin duda, pero un líder democrático, a veces, tiene que hacer cosas que no son populares. A veces, escuchar e ir avanzando poco a poco, siempre con respeto de la democracia, puede no ser popular, pero es lo mejor para el país.
–El gobierno peruano actual, desde su ingreso en julio, ha sido esquivo con la prensa y no ha sido del todo transparente con respecto a su rendición de cuentas. Además, el partido Perú Libre tiene facciones marxistas, ¿cómo el Perú llegó a esto?, ¿otros países de la región han mostrado o muestran estas características?
En todos los países hay más o menos esos componentes, pero los países son distintos. El Perú tiene una tradición de pensamiento marxista, original, que viene desde Mariátegui, y también revolucionario, lo entiendo bien, pero lo que tiene que hacer un líder ahora, en el siglo XXI, es tomar en cuenta el resultado de esas experiencias del siglo XX. Ya se probó que esas políticas [de pensamiento marxista] en Venezuela y Cuba no han funcionado y solo llevan al desastre. Entonces, es muy importante, por su puesto, que se tengan ideas innovadoras y creativas de mejora social, pero la vía no es el marxismo. Por otro lado, en cuanto a la rendición de cuentas es inadmisible que un gobierno no rinda cuentas. Es una legitimidad democrática la que tiene [Castillo], porque no llegó por una revolución, entonces, la democracia exige a Castillo rendición de cuentas.
–¿Le preocupa el Perú?
Por su puesto que sí. Me preocupa, primero, porque es un país al que quiero mucho, lo he visitado muchas veces, admiro muchísimo la complejidad y profundidad de su historia. Tengo muchos amigos allá. El Perú tiene una historia dramática, pero también riquísima que no merece una confrontación y una polarización como la que puede ahondarse si no se opta por caminos de sensatez.
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–¿Qué recomendación le haría a este gobierno?
Escuchar, prudencia y cautela son una recomendación de actitud que debe tener el gobierno de Castillo. Por su puesto que hay ideas frescas y creativas para poder ayudar a la población más necesitada, pero estas no son ni las de Venezuela ni las de Cuba ni las de Nicaragua. Se necesitan reformas que provengan de consensos y mucha sensatez.
–¿Qué se debe hacer para no repetir la historia de Venezuela en nuestros países?
Es como natural de cierta forma que hayamos recaído en los viejos paradigmas. Esto no nos debe tranquilizar, pero debe llevarnos a comprender que venimos de una historia de tradición autoritaria muy fuerte y que todavía vamos a tener caídas y recaídas en esa tradición hasta que empiece arraigar más profundamente la democracia. Sin embargo, la democracia en el siglo XXI terminará por arraigar en nuestros países, pero habrá que cometer muchos errores en el camino.
–¿Cuál es rol de la institucionalidad en el desarrollo de la democracia?
Por más frágiles que sean, sin las instituciones la democracia simple y sencillamente sucumbe. Por eso es tan importante la institución del Poder Judicial, la división de poderes, la libertad de prensa, la transparencia de las instituciones electorales o de gestión electoral, independiente y autónoma. Entre más institucionalizado esté un país tiene mayores defensas para evitar el autoritarismo y el totalitarismo. Pero tenemos que encontrar el modo de contrarrestar el fácil discurso populista de que el paraíso de la tierra se puede lograr de la noche a la mañana. Primero, [esto] no se puede lograr nunca, pero sí se puede mejorar la condición de la gente y es urgente que eso ocurra. Nada más que no es por la vía de Venezuela o de Cuba, ni tampoco es por la vía del más absoluto libre mercado. Hay una vía mixta y hablaremos de ella [en CADE].
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–¿Hasta qué punto se requiere del activismo del sector privado y por qué es importante evitar que se genere la polarización?
Los peruanos tienen que entender que la polarización cuando es extrema lleva indefectiblemente a la violencia, al empobrecimiento y al deterioro de los países. Por un lado, la única solución para el Perú no está simplemente en la iniciativa privada y en la empresa. Nuestros países necesitan acciones muy resueltas de apoyo y aliento a la población más necesitada [...]Se puede hacer mucho si la voluntad es dialogar, pero si la voluntad es polarizar y radicalizar, entonces se está ahogando la libertad de pensamiento, la libertad de acción y cada quien va a ver por sus propios intereses, y en ese caso los países se hunden.
Los empresarios tienen todo el derecho y el deber de defender sus empresas, el proyecto de crecimiento que puede haber para el Perú, la inversión, la industria, el comercio, pero también deben tener consciencia social, que es muy importante y que muchas veces ha faltado.
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