La ONG Solidaridad, la corporación tostadora Jacobs Douwe Egberts (JDE), el ‘trader’ de ‘comodities’ agrícolas Olam International y la Autoridad Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), junto a la Cooperativa Cuencas del Huallaga están implementando desde hace cuatro meses la iniciativa “Café circular” en la región San Martín.
El proyecto, que se extenderá hasta julio del 2023, busca articular de punta a punta a los actores de la cadena de café entre el Perú y Holanda y, así, mejorar los ingresos de los productores en al menos 10%, además de mitigar las emisiones de dióxido de carbono por deforestación, informa Ada Lis Rosell, country manager de la ONG, presente en el Perú desde el 2004. “El consorcio [...] apoyará la implementación de 65 parcelas demostrativas y la capacitación de 1.600 productores cafetaleros, además de asegurar que los residuos de café, generados luego de su consumo en Holanda, sean convertidos en nuevos productos”, explica la ejecutiva.
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Pero la apuesta va más allá, según Rosell, pues con la venta de residuos de café –que JDE se encargará de acopiar y comercializar en Holanda– los ‘socios’ crearán un fondo ‘revolvente’ para apalancar la inversión de los agricultores en manejo y conservación de suelos, fabricación de biofertilizantes y el reciclaje de aguas residuales (generadas durante el procesamiento del grano).
Al respecto, Rosell adhiere que junto al fondo –que estiman ascenderá a €150 mil, gracias a la venta del residuo de café– prevén crear un producto financiero específico para dichas actividades.
A LARGO PLAZO
El fondo también servirá para financiar el “manejo de sombras” de los cafetales con un abanico de especies forestales de alto valor comercial. Estos reemplazarían a los árboles que suelen plantar los caficultores para crear sombra en los cafetos, que carecen de valor y al morir (se mantienen en pie hasta ocho años) son quemados, incrementando la emisión de dióxido de carbono (CO2), puntualiza Rosell.
Según ha estimado el consorcio, este componente del proyecto permitiría al caficultor obtener ingresos de hasta S/60 mil por hectárea entre 16 y 17 años. Dicho ingreso amortiguará a su vez la renovación de cafetos, cuyo costo es de entre S/12 mil y S/14 mil por hectárea.
Aunque hasta ahora se trata de una iniciativa en plena implementación, Rosell confía en que los resultados animarán su replicabilidad y, sobre todo, harán la diferencia en un mercado de precios deprimidos, a raíz de la existencia de una sobreoferta mundial. El Perú –proveedor de cafés arábicos especiales– no es ajeno a esta realidad: según la Junta Nacional del Café, las exportaciones cayeron 10% en valor en el período enero -agosto pasado versus el año anterior (cuando totalizaron US$284 millones).
La iniciativa, una promesa para la caficultura, se alinea a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas 8 (trabajo decente y crecimiento económico), 12 (producción y consumo responsables), 13 (acción por el clima) y, no menos importante, el 17 (alianzas para lograr los objetivos).