El despegue del cine peruano, desde hace ya unos años, resulta innegable. Atrás quedaron los 13 estrenos locales en el 2013, hoy este número se ha casi triplicado: 35 películas peruanas llegaron a las salas comerciales durante el 2019, según información de la Dirección Audiovisual, Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura.
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Una producción importante que podrá ser potenciada con la nueva–y muy esperada– Ley de Cine, publicada el mes pasado. Como se recuerda, el 6 de diciembre, el Ejecutivo dio vida a esta norma a través de un Decreto de Urgencia. ¿Cuáles son los puntos más resaltantes? ¿realmente potenciará la producción local?
Entre los principales puntos, la Ley otorga más recursos para apoyar proyectos audiovisuales diversos, con un mínimo de S/25 millones (6,000 UIT) como presupuesto anual para los estímulos concursables y automáticos a nivel nacional.
Además, establece que el cine puede obtener donaciones sujetas a la deducción tributaria (hasta 10% del Impuesto a la Renta) para personas naturales y jurídicas. “Este punto no estaba claro en el marco general existente, ahora sí están definidos los mecanismos y requisitos para ello” destaca Pierre Emile Vandoorne, director de la DAFO.
¿MÁS PRODUCCIÓN?
En países vecinos, asegura Vandoorne, mecanismos similares han significado un gran incremento del financiamiento para el cine, lo que genera más producciones, diversifica las fuentes de financiamiento y, con ello, el tipo de producciones.
“La producción se verá potenciada si es que los recursos van a mirar al futuro. Si se premian las mismas propuestas no va a crecer mucho”, afirma Jorge Licetti, CEO de New Century Films, distribuidora oficial de los filmes de Warner Bros, 20th Century Fox en el país.
A su vez, remarca que será importante ver todas las áreas, ya que los productores buscan hacer cosas distintas. El reglamento, en palabras de Licetti, será gravitante para ver cómo se dará la aplicación de la norma.
Desde la mirada de Vandoorne, los efectos más notorios de la norma se verán en el 2021 aún, dado que las películas llegan a las salas tiempo después por los tiempos de producción.
“En cuanto a la exhibición comercial de películas nacionales, nos acercaremos pronto a los 40 estrenos anuales. Los efectos de la norma en la producción serán inmediatos, pero por el proceso de producción llegan después a los exhibidores”, explica a Día1.
Licetti remarca que en el 2019 parte de la importante producción de películas peruana tuvo mucho peso en la comedia, un retroceso del terror y la sorpresa del año fue el impulso del documental como alternativa de un circuito de salas.
El ejecutivo de la distribuidora indica que este género “ha tenido una respuesta muy positiva. El caso que fue más resaltante fue La Revolución y la tierra, con 90 mil espectadores, el más visto en la historia del cine peruano”.
Si bien los documentales suelen tener como circuitos de exhibición a los festivales y otros espacios alternativos, “es posible que La revolución y la tierra haya abierto nuevos espacios para este tipo de películas”, dicen en DAFO.
IMPULSO AL CINE REGIONAL
En la norma también se dispone una asignación de entre 30% y 40% como mínimo anual para la creación audiovisual desde las regiones, así como promover acciones para apoyar y destacar al cine indígena y en lenguas originarias.
El porcentaje reservado no es sólo para la producción de cine, Vandoorne expone que es para toda la cadena de valor del audiovisual, incluyendo salas de exhibición alternativa, proyectos de formación, entre otras.
“El efecto va a ser que más regiones se desarrollen y produzcan proyectos audiovisuales y un aumento del valor de producción de dichos proyectos. Lo importante es que los exhibidores apuesten por circularlas más allá de su región de origen”, enfatiza. Hubo éxitos como “Wiñaypacha” en el 2018.
En su momento, Miguel Valladares, gerente general de Tondero, adelantó que ellos tenían varios proyectos de coproducciones con directores de diferentes regiones del país, pero que no han podido sacar adelante por falta de estímulos. “Esta ley va a permitir que descubramos un nuevo cine peruano”, sostuvo hace unos meses a este suplemento.
Desde DAFO señalan que este 2020 verá llegar a la cartelera importantes películas producidas en distintas regiones como “La cantera”, del cineasta arequipeño Miguel Barreda y el estreno en festivales de películas de Puno, Lambayeque, Junín, solo por mencionar algunos.
MERCADO Y PERMANENCIA
Ante la mayor cantidad de producción nacional, el mercado ha cambiado mucho. Ya no vemos el gran ‘taquillazo’ del que parecía depender la industria hace unos años, ahora tenemos un público que se divide en más de tres o cuatro grandes estrenos locales.
“De ese modo se da una mayor competencia entre productoras nacionales, más que competir con las extranjeras”, cuenta Licetti de New Century Films.
Para este año, ya se han confirmado algunas proyecciones importantes que se estrenarán en los próximos meses como “La foquita: El 10 de la calle” (la película de Jefferson Farfán), al fin la esperada “Un mundo para Julius”, “Rómulo y Julita”, “Viejas amigas”, entre otras.
De acuerdo a la DAFO, en el 2019 la asistencia a películas peruanas fue de 2,6 millones de espectadores en cartelera comercial. En tanto, Licetti calcula que sería un poco más: 4 millones.
No obstante la producción ha sido importante el año pasado, hubo una reducción a nivel de recaudación, explica Vandoorne. “Se espera que los mecanismos de la nueva norma impidan que ello afecte a la producción futura”, anota.
Pero más allá de la producción, hay un tema que inquieta a la industria: la permanencia en salas.
“El tema de fondo son las condiciones generales de exhibición para la producción nacional, nuestras películas no entrar en igualdad de condiciones porque compite con obras cuya inversión ya fue recuperada en su mercado local”, explica Vandoorne. Pese a ello, indica que la cuota de pantalla es un mecanismo pero que para implementarla se tiene que analizar bien primero.
Licetti, desde su posición, indica que no considera que sea lo más adecuado, debido a que cree que los incentivos o mecanismos medibles que den alternativas de continuidad serían mucho más efectivos para la sostenibilidad de la industria.