Siempre me ha llamado la atención Chile como sociedad. En los estudios de mercado que he realizado por allá, su propia gente calificaba al país como ‘el chancón de la clase’, refiriéndose a su progreso frente a otros países del continente. El orgullo chileno llegaba a tal punto que consideraban que el país podría estar ubicado en un ‘mejor barrio’, en referencia a América del Sur.
Mientras lideré proyectos por allá, solo encontré respeto y educación por parte de mis pares y equipos. Trabajé rodeada de personas muy preparadas, profesionales y de alta proactividad.
Mi mayor sorpresa fue la enorme diferencia que percibía en Chile en términos de cultura tecnológica, con relación al resto de países de Latinoamérica. Un impecable manejo de los avances digitales por parte de los profesionales. Masiva interacción digital del lado de la población. Sin duda, líderes en el desarrollo de tecnología aplicada a la comunicación y al márketing.
Por eso, me animo a pensar que el reciente ‘chilenazo’ no está tan alejado de la forma como los seres humanos hemos aprendido a protestar ‘online’. No es casualidad que las marchas, revueltas y protestas hayan sido iniciadas por jóvenes estudiantes, nativos digitales, encendiendo la mecha de una población enardecida y una realidad repleta de abismos sociales y económicos. Es probable que ellos mismos no hayan medido el impacto en su totalidad.
En el Perú, se los etiqueta a los jóvenes como la generación de las marchas que se inician en grupos ‘online’. Miremos el comportamiento similar en Ecuador y Bolivia, como un efecto dominó en nuestra región.
En redes sociales se puede incendiar la pradera con ‘posts’, ‘tweets’ y mensajes ofensivos, subidos de tono, amenazantes e hirientes. Es muy fácil lanzar bombas digitales que generen debates sangrientos. El problema es que es terreno de nadie, no solo como espacio desconocido para muchos, sino que –por ahora– sin la menor regulación legal. Las consecuencias no existen, o al menos, no pasan de un bloqueo airado o de ‘cyber bullying’.
Pero cuando esta actitud traspasa las barreras de lo digital y toma las calles, incendiar la pradera deja de ser una metáfora. Miremos con atención cómo nuestro comportamiento ‘online’ está reprogramando nuestras habilidades sociales. La pérdida de empatía, la falta de identidad, la impunidad, la sobreexposición y la capacidad de exacerbar masas son características ya vinculadas a este nuevo comportamiento digital.
[Ximena Vega Amat y León es coaching estratégico y CEO de Claridad]