Pocas noticias provocaron tanta alegría y orgullo en las últimas dos décadas como la elección de Machu Picchu como una de las siete maravillas del mundo moderno, en el 2007. Su nombramiento tuvo incluso un matiz patriótico, porque se oficializó el 7 de julio de ese año, en la palaciega Lisboa (Portugal), tras un evento organizado por la fundación New Open World Corporation (NOWC), que se transmitió en 170 países y -de seguro- con buena parte del Cusco y el Perú pegada al televisor.
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Desde aquella fecha histórica han pasado ya 13 años y lo que uno puede notar es que la nominación sirvió para disparar geométricamente las visitas al Ombligo del Mundo y, por supuesto, a su mayor joya, nuestra ciudadela inca. Nada mejor que un par de datos del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) para demostrarlo. Entre el 2007 y el año pasado, el número de pasajeros que llegaron al aeropuerto Velasco Astete del Cusco casi se multiplicó por cuatro, alcanzando los 3,7 millones en el 2019. Y en lo que respecta a los arribos a Machu Picchu, estos se multiplicaron por tres, superando los 1,58 millones.
Tal ha sido el ‘efecto maravilla’ sobre la Ciudad Imperial, un ‘boom’ propulsor que ya quisieran varios destinos turísticos en nuestro país y en el resto del mundo. Pero claro, un crecimiento así no sólo trae aspectos positivos, también ha dejado ver algunas falencias en la oferta cusqueña y un cuello de botella en la gestión de sus visitas que está encendiendo varias alarmas.
“Machu Picchu no da para más”, explica el presidente de la Cámara Regional de Turismo del Cusco (Cartuc), Carlos Milla. El ejecutivo aclara que con el actual sistema para administrar su flujo de viajeros, la ciudadela colapsará pronto. “Necesitamos un centro de visitantes para el complejo arqueológico y, a un nivel más amplio, diversificar la oferta turística del Cusco, con la incorporación de nuevos destinos”, advierte.
AMPLIAR EL MAPA
En efecto. Los reportes del Mincetur sobre la distribución de las visitas al Cusco entre el 2007 y el 2019 demuestran crecimientos dispares en la afluencia de sus atractivos. Así, mientras Ollantaytambo y Sacsayhuamán fueron los más favorecidos (más que duplicando su número de turistas), Pisac apenas creció. Y en ninguno de los casos superaron el millón de llegadas.
Líneas aparte fue lo que sucedió con Choquequirao, complejo arqueológico al que varios entendidos califican como el ‘nuevo Machu Picchu’. Pues bien, durante los últimos 13 años, el que alguna vez fue bastión de resistencia de Manco Inca apenas mostró un avance de 10% en su número de visitas, alcanzando los 9497 viajeros, es decir; el 0,6% de los arribos a nuestra maravilla mundial.
¿Cómo democratizar el beneficio que obtiene el Cusco por su reconocimiento global? ¿Cómo hacer que su ‘fama’ impulse a sus demás atractivos? Para Fredy Gamarra, gerente general de la Asociación de Hoteles, Restaurantes y Afines (Ahora), la fórmula pasa por diversificar y, al mismo tiempo, combatir los altos índices de informalidad con que opera la industria de los viajes en la Ciudad Imperial, pues esta gesta mafias que impiden que otros destinos despeguen. Las estadísticas del Mincetur lo avalan. Por ejemplo, en lo que respecta a la oferta de casas de hospedaje y hospicios en el Ombligo del Mundo, su informalidad cubre el 81% del total.
Mientras se trabaja por ese flanco, y en línea con la idea ampliar el espectro de alternativas para visitar en el Cusco, el ex ministro de Comercio Exterior y Turismo, Rogers Valencia, refiere que es necesario ampliar en 30% la capacidad de operación del aeropuerto Velasco Astete –por supuesto, cuando la crisis sanitaria se haya superado- para que pueda recibir más vuelos internacionales, sobre todo de destinos como Brasil, México, Estados Unidos y Canadá.
POTENCIAR EL ‘HUB’
Como se sabe, actualmente el aeropuerto cusqueño se conecta de forma directa con seis destinos nacionales y cuatro internacionales (en Chile, Bolivia y Colombia), y precisamente una de sus cuentas pendientes es hacerlo con mercados como los que propone Valencia. Una vez se reaperturen los cielos de Sudamérica, esta tarea debería ser retomada.
También tocaría prestarle mayor atención al mercado doméstico, pues conforma un amplio tráfico de 45,5 millones de viajes por año a nivel nacional, de acuerdo a PromPerú, que se mueve sobre todo por tierra (el 64% lo hace vía buses interprovinciales). Ese es un bocado –o, mejor dicho, un pastel entero- que de seguro resultaría muy atractivo para las aerolíneas locales y su plataforma de tarifas ‘low cost’.
FUTURO SOSTENIBLE
Como se puede inferir, hay opciones para potenciar el turismo del Cusco, 13 años después de la inolvidable mención de Machu Picchu como maravilla mundial. Ese fue, sin duda, un impulso similar al de un cohete rumbo a la luna, pero son muchas más las oportunidades que pone sobre el tapete que los eventuales problemas provocados por el crecimiento. Siempre que su expansión sea sostenible, beneficiando a la mayor población que se pueda, todo el rédito que se pueda obtener de aquél recordado 2007 habrá valido la pena.