Un problema con la estadística relacionada a la expansión del coronavirus invade las portadas de diarios desde la semana pasada. Los titulares dicen que, según data obtenida en centros médicos y crematorios, el virus está matando a muchas más personas de las que el Gobierno está reportando.
La denuncia es grave y a todas luces cierta, pero ocurre en todo el mundo. Un informe del diario británico “Financial Times” señala que el número de muertes por COVID-19 podría ser 60% mayor de lo que en verdad se cree que es (esto, tras analizar la evolución de la tasa de mortalidad de los últimos dos meses en 14 países y compararla con años anteriores).
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Confrontados con la noticia, al Ejecutivo no le quedó más que aceptar que hay deficiencias en su registro de víctimas. Al respecto, el ministro de Salud, Víctor Zamora, indicó que existe un margen de error debido a que las cifras no llegan a cubrir a toda la población. En la misma línea, la exministra hoy al mando del grupo del Gobierno para combatir la pandemia, Pilar Mazzetti, argumentó que lo reportado es apenas un estimado.
¿Pero por qué las personas se están muriendo más rápido de lo que el Ejecutivo puede contar? Dejando teorías conspirativas de lado (este es un problema global), una primera razón tiene que ver con la manera como se cuenta a los muertos. Para ser incluido en el conteo diario del Ministerio de Salud, el diagnóstico de defunción por coronavirus tiene que ser certificado. Así, personas que fallecen por complicaciones y deficiencias respiratorias, pero sin que se les haga la prueba de descarte, no son consideradas en la estadística aun así estuvieran contagiadas.
Esto lleva a una segunda y más importante razón. No se tiene una verdadera idea de qué tan infectado está el Perú. Dos ejemplos dimensionan la gravedad de este problema.
El primero son las pruebas de descarte en el mercado de Caquetá. El miércoles pasado, el presidente Martín Vizcarra indicó que recientemente se hicieron pruebas sin avisar a 842 personas en ese mercado. ¿El resultado? 163 casos positivos (19% del total de pruebas realizadas). Es decir, uno de cada cinco testeados tenía coronavirus y no lo sabía. Y este es un mercado por el que transitan miles de personas cada día.
El segundo es el anuncio hecho por Antamina el lunes pasado. Según comunicó la compañía minera, en los últimos días se registraron 210 contagios entre sus trabajadores (uno de ellos, lamentablemente, falleció el último jueves). En un comunicado, la empresa señala que, de acuerdo con lo estipulado por el Gobierno, tras la declaratoria del estado de emergencia la mina continuó operando con una fuerza laboral reducida (cerca de 2.400 personas). Tras detectar un primer contagio, se realizaron pruebas moleculares a alrededor de 600 trabajadores y contratistas. ¿El resultado? 210 contagiados, 87% de los cuales son asintomáticos.
Este último detalle es fundamental. Y es que, así como en el mercado y la mina, ¿cuántas otras personas estarán contagiadas de coronavirus sin saberlo? Sin síntomas no llaman a la línea de emergencia y probablemente continúan llevando una vida normal dentro de lo que el aislamiento social obligatorio permite. El virus está bastante más cerca de lo que muchas personas creen. El tema es que en las condiciones actuales no se puede saber cuánto.
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