(Foto: El Comercio)
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Pablo Lavado

El Ministerio de Economía y Finanzas subió el a las bebidas azucaradas. Entre estas se encuentran tanto las bebidas gaseosas como los refrescos envasados o embotellados. Este es un paso importante en la lucha contra el creciente número de personas con diabetes, sobrepeso y obesidad.

En los últimos cinco años se observa un alarmante crecimiento de personas con esta condición. En el Perú, uno de cada tres niños que cursan la primaria sufre de sobrepeso y obesidad. Es sorprendente saber que la mitad de los escolares en el Perú consume una gaseosa al día y que al año un peruano consume 80 litros de bebidas procesadas con alto contenido en azúcar: ¡un litro y medio a la semana! Lo que es más impresionante es que esta situación no se revierte en el tiempo: uno de cada dos jóvenes entre 20 y 29 años tiene sobrepeso u obesidad; y dos de cada tres adultos mayores entre 30 y 60 años lo sufre.

El sobrepeso y el alto consumo de azúcares está asociado a enfermedades no transmisibles como diabetes, hipertensión, artritis, cáncer y problemas cardíacos. En consecuencia, los costos de la salud crecen: es 40% más caro tratar a una persona con sobrepeso. En un estudio realizado en el Perú por Patricia Ritter (Universidad de Connecticut) se demuestra que una caída de 10% en el precio de las gaseosas incrementó su consumo en 10% y la obesidad en mujeres adultas en un 8,5%. Este efecto es más importante en aquellos hogares que no tienen acceso a agua potable dentro de la casa. Entonces, ante un incremento del precio de las gaseosas, el consumo de agua aumentaría y la obesidad bajaría.

Pero no todas son buenas noticias. El Ejecutivo debe pensar en dos medidas más. La primera es la aprobación del reglamento de la Ley de Alimentación que define el etiquetado a los alimentos procesados, en donde se encuentran las bebidas con alto contenido en azúcar.

Existe una discusión entre el etiquetado octogonal y el semáforo. No obstante, el Ministerio de Salud ha mostrado con evidencia que el etiquetado octogonal sería el más efectivo. El objetivo detrás de esto es enseñar de una manera fácil y rápida a la población acerca de lo dañino que pudiera ser el alto consumo de . La segunda medida es aquella que Ritter resalta en su trabajo. Subir el precio de las bebidas procesadas podría aumentar el consumo de sustitutos baratos y que no es precisamente agua embotellada sino agua contaminada.

El abaratamiento en 10% del precio de las gaseosas redujo el número de casos de diarrea en un 22%. Este efecto es más importante en familias que no tienen acceso a red de agua potable dentro del hogar y son ellas en las que el efecto de sustituir gaseosas por agua es más fuerte. Si es que no se asegura agua potable para las familias más pobres, se podrían observar más casos de diarrea. Esto quiere decir que no solo hay que asegurarse de que las personas tengan menos acceso a bebidas dañinas, sino que cuenten con el adecuado acceso a agua potable y saludable.

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