¿Qué haría usted con 4.500 millones de dólares? No hay manera de imaginar tamaña cantidad de dinero, sí de tenerla entre manos. La FIFA recaudará esa estratosférica suma en la Copa del Mundo que se juega desde el jueves en Brasil. Y una de las cosas que hará la poderosa organización del fútbol con esa plata será repartir 200 milloncitos (ni siquiera el 5%) entre sus 209 afiliados.
¿Cómo no querer entonces a Joseph Blatter, el presidente de esta máquina de hacer plata? Cada uno de los 209 países miembros recibirá 250 mil dólares este mes y 500 mil más a inicios del próximo año de sus generosas manos. Esto supone un aumento total de US$200 mil para cada país respecto de lo que se embolsaron en Sudáfrica 2010.
Es por estas dádivas que en el congreso de la FIFA de esta semana se escucharon frases como esta: “Nadie cambia a un jugador por límite de edad cuando ese jugador tiene rendimiento. Nadie cambia al entrenador por la edad cuando está ganando. Y nadie cambia al presidente de la FIFA cuando tenemos una FIFA victoriosa”. Lo aseguró el titular de la federación de un país caribeño y bien puede decirse que lo hizo en genuflexa representación de la mayoría de naciones reunidas en la cita.
Efectivamente, Blatter no se va. Dijo hace un tiempo que no postularía a un quinto período consecutivo, pero sí lo hará. Por lo pronto, la FIFA ya rechazó de plano establecer límites de edad y de mandatos, lo que supone una alfombra roja para que este suizo de 78 años renueve en el 2015 el cargo que ocupa desde 1998. Ya son 16 años y se acerca a los 24 que estuvo su antecesor, el brasileño Joao Havelange, sentado en este sillón.
¿Lo habrá pensado así Blatter cuando llegó en 1975 a trabajar a la FIFA como director de los programas de desarrollo en el mundo? Su currículo antes de arribar a tal puesto muestra su paso como funcionario de turismo de un cantón suizo y como secretario general de la Federación Suiza de Hockey sobre Hielo.
Ya instalado en la sede de Zúrich, escaló sin pausa. En 1981 fue elegido secretario general y a fines de los 90 alcanzó el puesto máximo. Desde entonces, por él han resbalado todos los escándalos de corrupción, coimas y sobornos –fundamentados y comprobados algunos y desechados otros– que han manchado a la FIFA.
¿Qué mueve al todopoderoso ‘Sepp’ a seguir? Con tanto billete parece inocente preguntarlo. Sus defensores aseguran que la pasión, sus opositores que la ambición. Y él, cual mesías, pontifica: “Mi misión no ha concluido. Estoy dispuesto a acompañarlos en el futuro”. Amén.