Más allá de los procesos internos de cada empresa, los desafíos en logística urbana en las principales ciudades de América Latina explican en parte los dolores de cabeza de quienes tuvieron alguna experiencia negativa con el comercio digital por cuenta de la pandemia.
A las restricciones vehiculares, los protocolos de bioseguridad y el crecimiento exponencial de solicitudes, especialmente por quienes usaban por primera vez el comercio electrónico, se sumaron la congestión vial, los accidentes de tránsito y el impacto ambiental que genera este sector en las ciudades de América Latina. Los vehículos de carga suponen 25% de la flota, ocupan el 40% del espacio vial y contribuyen con hasta el 40% de las emisiones de CO2 relacionadas al transporte urbano.
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El Foro Económico Mundial publicó, antes de la pandemia, un estudio denominado el “el Futuro del Ecosistema en la última milla”, en el que se preveía que 2.100 millones de personas compraran bienes en línea en 2021 y que los vehículos de entrega para el 2030 tuvieran un crecimiento del 36% hasta alcanzar 7,2 millones de unidades. Además, presenta una serie de recomendaciones para reducir las emisiones y la congestión en un 30% y bajar los costos de envío en un 25%.
En América Latina y el Caribe la proporción de población en las ciudades es del 80%, con urbes que han crecido en los últimos años, implicando a los flujos logísticos mayores distancias y complejidad.
Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), señala en el reporte Los efectos del COVID-19 en el comercio internacional y la logística que un desafío en este sector es cómo proteger a los trabajadores de los riesgos de contagio y de la precariedad laboral en que gran parte de ellos se desempeñan, especialmente los migrantes. A mediano plazo, es urgente integrar la logística urbana a las políticas de transporte, reduciendo el número de viajes o haciéndolos más eficientes (por ejemplo, mediante la colaboración logística y el uso de medios con menores externalidades negativas, como la electromovilidad).
“El COVID-19 abre una invaluable oportunidad para abordar con más atención la logística urbana, que aún es un debate pendiente en las agendas políticas. Hasta ahora el sistema de carga se ha presentado muy flexible, adaptándose continuamente a las necesidades de las empresas y de los consumidores, pero se requeriría replantear los logros en eficiencia del sector a costa de condiciones económicas y laborales precarias, de externalidades ambientales, del desacato normativo o del abuso de la economía informal”, aseguró Andrés Alcalá, coordinador de la agenda de logística urbana de CAF -banco de desarrollo de América Latina.
Las experiencias piloto aplicadas en 6 ciudades de la región: Fortaleza (Brasil), Cali (Colombia), Quito y Guayaquil (Ecuador) Rosario y Córdoba (Argentina), se han recopilado en la publicación LOGUS: Estrategia CAF en Logística Urbana Sostenible y Segura para ofrecer una serie de herramientas flexibles y adaptables, así como instrumentos de conocimiento, diagnóstico y aplicación que pretenden contribuir al proceso de mejora continua, necesario en el desarrollo de la logística urbana sostenible.
Los técnicos y decisores de las administraciones locales y nacionales en la región también cuentan con una Guía de Políticas Públicas en materia de logística urbana con las principales tendencias internacionales en políticas públicas sobre logística urbana. Esta guía cuenta con 24 fichas de políticas en las que se citan al menos 76 ejemplos ilustrativos de buenas prácticas, de los cuales un poco más del 50% corresponde a casos de Europa, un 37% a casos de América Latina, el resto de Estados Unidos y Asia.
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