En medio de la crisis sanitaria mundial, resulta importante preparar un plan de contingencia en nuestras finanzas para los siguientes meses. Para ello, es necesario entender el contexto económico local y su impacto en nuestros ingresos.
En principio, se trata de una crisis que durará varios meses, muy severa y con alta incertidumbre que afecta tanto la oferta (paralización de buena parte de la producción) como la demanda (consumo y la inversión privados). Quizá el precedente más parecido se remonta a la gripe española de 1918, en la que la recesión duró siete meses.
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Ante ello, el Estado ha emprendido un paquete de reactivación bastante importante, equivalente al 12% de nuestro PBI, producto del ahorro fiscal y la disciplina monetaria, el cual se realiza tanto a nivel de políticas del propio gobierno (bonos en efectivo, flexibilización de retiro de CTS y AFP, entre otros) como del Banco Central (artillería para brindar liquidez a bancos y empresas). Sin embargo, la naturaleza de parte de esta ayuda no alivia las penurias económicas inmediatamente. Más aun, esto se agudiza por el grado de informalidad de nuestra economía.
¿Qué podemos hacer ante ello?
Un punto de inicio consiste en realizar un presupuesto familiar con ingresos y gastos (actuales y futuros) en detalle. De esta manera, podemos determinar el ahorro o el faltante de liquidez. En este ejercicio, será importante identificar “focos de ahorro” y ajustes temporales (moderados o drásticos) en nuestros gastos. Resulta también útil conocer cuántos meses “aguanta” nuestro ahorro sin percibir ingresos ordinarios.
Un segundo punto se centra en tener claridad en los canales para acceder a los programas de reactivación económica del gobierno y a las políticas de facilidad de pagos de deudas bancarias. Los requisitos deben conocerse ex ante para evitar perder tiempo y arriesgar nuestra salud en colas, en lugar de utilizar medios electrónicos. Particular atención merece la lectura de la “letra chica” de los eventuales re-perfilamientos de deuda de tarjetas de crédito o préstamos ordinarios.
Un tercer aspecto se sustenta en aprovechar la coyuntura de tasas de interés (la tasa referencial es 0,25%, mínima histórica) para acceder a endeudamiento más barato o renegociar las condiciones de préstamos ya solicitados. Si bien el mecanismo de trasmisión de la caída de tasa referencial al resto de tasas bancarias no es directo ni inmediato, algunas tasas verán un pronto descenso (hipotecarias, por ejemplo).
Una cuarta arista para aquella parte de la población que percibe ingresos ordinarios y que ha podido mantener un cierto nivel de ahorro consiste en seguir cumpliendo obligaciones tributarias y bancarias, así como aprovechar de manera selectiva determinadas oportunidades de inversión. Asimismo, una manera de contribuir a la fluidez de la cadena de pagos consiste en adelantar ingresos a independientes cercanos (personas de limpieza del hogar, servicios médicos, entre otros) por servicios futuros.
Queda claro que una adecuada preparación nos brindará más resiliencia para afrontar estas circunstancias. Recordemos además que, luego de las peores crisis pasadas, ha venido un gran número de años de crecimiento económico. Esperemos que la historia se repita.
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