Bloomberg.- Cuando Daniel Salas y su primo Melvin Salas empezaron a hablar de crear una startup de tecnología musical en su ciudad natal, San José, Costa Rica, en 2012, no podrían haber previsto que la conversación los llevaría hasta una oficina en un ático minúsculo detrás de un viejo teatro en Newcastle, una ciudad industrial en el nordeste de Inglaterra con sueños de transformarse en centro tecnológico.
Pero Leaf Music, una startup con sede a 8.480 kilómetros y años luz culturales de la tierra de sus fundadores, se convirtió en una de las aplicaciones de streaming de música qué más rápido crece en América Latina y el Caribe. En República Dominicana, Venezuela y Ecuador, Leaf superó a Spotify, Apple Music, Soundcloud y Pandora y se transformó en el servicio de música más popular. Nada mal para un equipo de siete empleados full-time casi sin financiamiento.
Leaf se promociona como “la primera aplicación de streaming de música diseñada para la generación post Y”. La mayoría de sus usuarios tiene menos de 24 años. “Esta generación está acostumbrada a poder escuchar su música gratis en YouTube”, dice Melvin Salas. “No quiere pagar un servicio con suscripción”. Para estos usuarios, dice, un servicio de música tiene que ser primero para dispositivos móviles, incorporar elementos de una red social, tener vídeos y, lo que es fundamental, ser gratuito.
Leaft extrae la mayoría de sus contenidos de YouTube, propiedad de Alphabet Inc., lo que le permite a la startup recubrir su propia interfaz de usuarios y prestar un servicio sin cargos por suscripción ni publicidades internas. Como el contenido se descarga de YouTube de forma legítima, la startup no tiene que preocuparse con los problemas de copyright que han asolado a otras como Pandora y Soundcloud.
NO SOLO YOUTUBE
Pero Leaf es mucho más que un envoltorio de YouTube, dice Gilbert Corrales, de 33 años y el cofundador y máximo responsable ejecutivo de la startup. Él cree que el valor de la aplicación reside en sus videos seleccionados de YouTube y los servicios que desarrollará en torno a ellos. Es algo que ya intentaron otras aplicaciones: compartir listas de reproducción de DJ ayudó a propulsar el crecimiento de Soundcloud y Spotify lanzó funciones para dispositivos móviles diseñadas para encontrar la música que combine con el estado de ánimo de un usuario o su ritmo mientras corre.
Leaf genera automáticamente listas de reproducción personalizadas para cada usuario, basadas en su propia analítica de datos o incluso como respuesta a mensajes de chat enviados por los usuarios dentro de la aplicación. Hasta ahora unos 150.000 usuarios empezaron ese tipo de chats. “Nos contactó un niñito de Holanda que tenía cáncer”, dice Danny Salas. “Nos mantenía al tanto de su tratamiento y le dábamos canciones para ayudarlo. Nos pasó algo similar con un chico de Chile inmediatamente después del terremoto”.
Este lado del negocio no es escalable, admite la empresa, pero los fundadores creen que puede alimentar la demanda al hacer que los usuarios interactúen directamente entre sí. Leaf planea crear comunidades para géneros y subgéneros musicales específicos y ya permite que los usuarios creen y compartan listas de reproducción.
Entonces dónde está el modelo de negocios, podría preguntarse uno. “Nuestra visión a largo plazo es convertirnos en una plataforma de involucramiento y descubrimiento donde artistas y fans puedan juntarse y conectarse y es ahí donde pretendemos monetizar, ayudando a los artistas y sus sellos a ser más efectivos para aprovechar su relación con los fans”, dice Corrales.
En la práctica, esto podría implicar ayudar a los artistas a encontrar a sus fans más fervientes en ciertos lugares, para ayudar a las bandas a decidir dónde organizar recitales. “Queremos brindarles datos utilizables a los artistas”, dice Corrales. “A pesar de que los jóvenes, especialmente en América Latina, no quieren pagar una suscripción a una aplicación de música, sí quieren pagar mucho dinero para ir a recitales”, dice Corrales. En el futuro, Leaf podría quedarse con una tajada de los ingresos de las entradas que ayudó a generar o permitir la venta de mercaderías por medio de la aplicación.
DE SAN JOSÉ A ESTONIA
El camino de Leaf a Newcastle comenzó con Corrales. Los primos Salas no tenían experiencia en la industria musical ni en el desarrollo de aplicaciones. Danny, de 28 años, delgado y con cabello castaño a la altura del cuello, tenía antecedentes en la producción de películas; Melvin, también de 28 y delgado, con la cabeza rapada al ras, había estudiado Arquitectura. El dúo buscó consejo con Corrales, una estrella de la diminuta comunidad tecnológica de San José. Corrales enseñaba Ciencias de la Computación en la Universidad Latina de Costa Rica, había sido la principal autoridad tecnológica del gobierno costarricense durante un breve período y trabajado para Intel, HP, Microsoft y una serie de startups en Costa Rica y Estados Unidos. Su esposa, Helga Álvarez, también era una codificadora seria que había trabajado como jefa de desarrollo de la aplicación de citas gay Grindr.
Corrales y Álvarez les cayeron bien a los Salas. Sus amables pedidos de consejos se transformaron rápidamente en ruegos para que la pareja se les uniera como cofundadora. “Yo dudaba”, dice Álvarez. “No estaba segura de que estos tipos fueran en serio”. Al final, los cuatro decidieron que trabajarían juntos durante un mes, lo cual “se extendió a dos meses y luego a tres”, dice Corrales.
Poco después, Corrales fue contactado por la aceleradora de empresas estonia Startup Wiseguys, que le preguntó si Leaf estaría interesada en postularse para unirse al grupo. Corrales sabía que el equipo de desarrollo de Skype había salido de Estonia y que el ecosistema tecnológico del país tenía un perfil cada vez más global. También notó que John Bradford, el exdirector gerente de la famosa aceleradora londinense Techstars, estaba en la junta directiva de Startup Wiseguys. El equipo de Leaf se postuló y pronto estaba haciendo las maletas.
DE ESTONIA A NEWCASTLE
Tras recibirse de la aceleradora, Bradford le contó al equipo de un programa del gobierno británico que estaba intentando atraer startups de tecnología extrajeras al Reino Unido. El programa ofrecía a los fundadores estipendios pequeños y ayuda con visas, además de asociaciones con otras incubadoras de tecnología británicas. Leaf fue aceptada y terminó consiguiendo un lugar con Ignite, una incubadora con sede en Newcastle fundada por inversores angelicales que ofrece 17.000 libras esterlinas (US$24.450) a las startups para una residencia trimestral, tutela y créditos para el alojamiento web a cambio de una participación accionaria de 8 por ciento en la empresa.
En agosto, Leaf completó una ronda de adquisición de capital semilla de 450.000 libras, con la participación de Northstar Ventures y varios inversores angelicales —entre ellos, el consorcio Potential U.K.de Doug Scott—, lo que aportó un margen financiero que el equipo flexible nunca había tenido. Leaf podría tratar de reunir fondos en una ronda Serie A más adelante en el año, dice Corrales, en tanto la startup busca crecer más rápidamente y expandirse más allá de los siete empleados full-time que tiene. “Dado el éxito que venimos teniendo, están surgiendo oportunidades que tendremos que aprovechar”, dice él.